miércoles, 7 de marzo de 2018

¡¡¡SON ELECTRICAS… POR LOS COJONES!!!
















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 INTRODUCCIÓN
Crónica de Pedro Carrasco Cuesta
Hacía tiempo que no empuñaba la pluma para relatar las peripecias de la peña, por lo que en esta ocasión tenía muchas papeletas para que me tocara, máxime con la querencia y/o fijación que tienen estos canallas para encasquetarme las especiales.
Un año más, y van ya unos cuantos, la familia perrigalguera se apresta a pasar un fin de semana en lo que ya se ha convertido por derecho propio en “la clásica de La Covatilla”. La dedicación y el buen hacer de Fátima, hace que todo esté bajo control para que el viernes fuéramos arribando al alberque, con cuentagotas, una retahíla de Perrigalgos y familiares allegados que se han querido sumar.

Aunque el “hombre del tiempo” haya pintado muy negro las previsiones del fin de semana, no es óbice para que el buen ambiente y la armonía decaigan ni un ápice en un grupo predispuesto a pasárselo bien, independientemente de los imponderables derivados de las inclemencias meteorológicas.
En esta ocasión la dirección de Llano Alto nos ha ubicado en el ala norte de la segunda planta, donde andamos a nuestras anchas al socaire de vigilantes quisquillosos, para saltarnos a la torera todo el reglamento del albergue que incluye, entre otros, la prohibición de consumir bebidas alcohólicas. ¡Y qué hacemos nosotros con el “arsenal” que traemos!



En la tertulia que sigue a la cena me entero de que Diego se ha quedado la burra en la cuadra. ¡Será cagón! Entre copa y copa cada cual especula con el tiempo que hará mañana, y si nos dejará salir o no. La cosa está dividida entre los valientes, cuyo lema es “siempre palante”, y los “guevones”, más remisos a salir e intentando sembrar el derrotismo entre el personal, a base de asomarse a cada rato a la ventana y remarcar con énfasis lo mucho que está lloviendo…¡y el airazo que hace! Inmersos en esas cábalas nos vamos yendo a la “galguera”, con la incertidumbre bulléndonos en la cabeza.
LA RUTA
Durante la noche he barruntado la lluvia y, sobre todo, el ulular del viento sacudiendo las copas de los árboles. Pero, aun así, me presento en el comedor a la hora indicada con el traje de “faena” (y un pan de bizcocho que ha hecho mi mujer), y veo que solo Javielillo ha secundado mi postura. Los demás aparecen luciendo flamante chándal perrigalguero, y con más ganas de atiborrarse de tostadas que de dar pedales. Con la barriga llena la cosa empieza a verse de otra manera y los reticentes van a cambiarse de ropa. Finalmente, entre dimes y diretes y animados por algunas mujeres y jaleados por el cagón de Diego (¡tendrá cara el tío, encima de que…), nos liamos la manta a la cabeza y nos disponemos a salir (todo sea por Pancho, que es novel en estas lides) aunque está lloviendo y lo va a seguir haciendo, según todos los pronósticos. La verdad es que yo no se si estamos locos o no, pero temerarios y un poco jilipollas reconozco que estamos, aunque es verdad que la sarna con gusto no pica, como reza el popular aserto.
Tras las fotos de rigor los ocho “sonados” que conformamos el grupo salimos con dirección a Béjar. Los Javieres (Camacho y Parejo) no terminan de aclararse con los Garmines de última generación, y hemos de parar hasta que se aclaran. Ahí se produce la primera incidencia del día. Tomás anda con la caraja y nos embiste por detrás, saliendo damnificado Pancho, que recibe un doloroso “puntazo” en la zona lumbar.
…Y lloviendo.



Solucionados los entuertos, seguimos bajando por veredas embarradas y traicioneras. Tan traicioneras, que Juanlu no logra embridar su burra y le tira por las orejas, yendo a caer al suelo todo lo largo que es.
Pronto llegamos a Béjar y enfilamos por el itinerario previsto: una subida por un camino pedregoso a cuya derecha, y sumido en un profundo precipicio, se precipita el agitado cauce del río Cuerpo de Hombre.
…Y lloviendo.
Sin dejar de subir, seguimos por una vereda jalonada de robles y pinos (algunos de ellos han sido arrancados de cuajo por el viento) y nos adentramos por un camino que va a dar a un albergue. Javielillo se da cuenta de que vamos mal y tenemos que volver grupas. Las risillas y el cachondeo no se hacen esperar, coreando eslóganes como “¡Garmines al poder!”, a los que responde Javielillo un tanto ofuscado: “Venga patrás, Garmineros”. Enveredados de nuevo, un hombre nos ve pasar y sentencia con sorna: “¡Dejar las bicis pal verano, hombre!”




Más adelante volvemos a deleitarnos con la vista del río, que se despeña rugiendo entre rocas. Continúa lloviendo, aunque con la estampa del río precipitándose en cascada, ya merece la pena haber salido. En una parada para tomar fotos y reagruparnos, Diegui da muestras para que nos preocupemos al verle apearse de la burra e inclinarse con las manos apoyadas por encima de las rodillas y resoplando con movimientos de cabeza, como negando. Preguntado, nos dice que no pasa nada, que es solo un dolor “aquí asin”, dice, agarrándose los riñones.
…Y lloviendo.



Vemos a un hombre apuntalando una pared de piedras que se ha desportillado. Con un poco de retranca le espeto a quemarropa: “¡Qué bueno va a quedar eso, eh compañerete!” La respuesta es tan lacónica como carente de entusiasmo. “SI”, contesta el menda, sin mirar siquiera, que se toca con un gorro descolorido y calza unas catiuskas blancas, como las que gastan los carniceros.
En otro vericueto del enrevesado e idílico sendero cruzamos otro arroyo y nos paramos en el vetusto y rudimentario puente que lo cruza. Allí parados vemos venir a un hombre haciendo footing. Al verle el Demontre en pantalón corto con las nalgas coloradas como un tomate del frio, comenta sacudiendo una mano: “¡Cojones, si nosotros estamos locos, cómo estará ese!”
…Y lloviendo.



Llegamos a Candelario y se produce la anécdota que da título a este relato. Vamos callejeando por las típicas calles empedradas con albañales de este bonito pueblo cuando un franchute, al vernos pasar, comenta no sé qué sobre las “bicicletés”, a lo que responde su mujer, ahora en perfecto castellano: “¡Son eléctricas!”



Al salir del pueblo seguimos subiendo y ahora el desnivel se troca más pronunciado. Javielillo dice que Juanlu se le ha amotinado, quejándose de la dureza de la ruta que le ha marcado un bejarano que, para más señas, en funcionario. A propósito de funcionarios os voy a contar una maledicencia sobre ellos que oí el otro día en la radio, y que me hizo gracia, por lo ocurrente. Dice que los funcionarios los hay de tres clases: los incas, los mayas y los aztecas. El inca es el que llega por la mañana, INCA los codos en el periódico, y hasta las doce. Los mayas son los que se van a desayunar, y cuando llegan a las tres horas, preguntan: “¿MAYAmao alguien?” Y los terceros son los aztecas, que antes de salir al bar en mitad de su trabajo con cualquier escusa, le dice a un compañero: “AZTECArgo de esto”.
Pero volvamos a nuestro propósito. En algunos tramos la exigencia se la subida, en comandita con lo pedregoso del camino, hace a algunos echar pie a tierra, hasta que nos detenemos en el punto más alto que toca ascender. Cuando llego a donde ha parado Javielillo, acezando y sin resuello, me acuerdo de Diego y estoy tentado de preguntar por el “minuto y resultado”, que traducido del fútbol al argot bicicletero, se puede traducir como “porcentaje y pulsaciones”. Allí esperando a que lleguen los demás, conversamos con dos moteros que practican motocross dando saltos increíbles en unos pronunciados terraplenes.



Foto la cual Juan Luis a cazado al vuelo al "motero"

Debido a la altura los árboles han dejado paso a los arbustos de alta montaña y el viento azota con fuerza cuando, por fortuna, la lluvia nos da una tregua.
Para entonces a Juanlu le ha “roto el rumo” y comenta que está regoldando la cachuela de esta mañana. Estamos calados hasta el pellejo y el frio, sobre todo los pies, empieza a hacer mella en el grupo cuando iniciamos el descenso. Ahora echo de menos a mis “compis” los locos suicidas del descenso (Alfonso, Tite y compañías mártires), que me han dejado solito como la una al albur de lo que quieran hacer conmigo estos bandidos.
La senda de la bajada es el súmmum de lo que un amante de la bici desea ver. Es una vereda que baja junto a un arroyo, y lo cruza en varias ocasiones de manera caprichosa por precarios puentecitos de madera.



Juanlu, aunque continúa eructando cachuela, sigue con la matraca de parar a comernos el tentempié, por mucho que Javielillo le diga que solo llevamos 15 kilómetritos. Seguimos bajando, ahora por unos callejones de apenas un metro de anchura en la pedanía de Palomares, y pronto volvemos a Béjar.
Para entonces vuelve a llover y Juanlu, que no aguanta más, se para a meterse el plátano entre pecho y espalda. El grupo, aterido de frio, le espera con la paciencia que es capaz de reunir, hasta que se digna llegar.  
A estas alturas de la ruta ya hemos renunciado tácitamente a completar el último tramo, y enfilamos hacia la carretera que nos conduce a la meta. Se trata de una subida de tres kilómetros y medio con un porcentaje sostenido que ronda el 8 %. Nos lo tomamos con calma, acomodando el ritmo al de Diegui. Javielillo viene sin desbravar y dice que venimos con el “depósito lleno”. Será él porque yo le digo que si hacemos la ruta completa llegamos bien perjudicados. 

A mitad de camino nos detenemos a ver la plaza de toros llamada La Ancianita, un coso que data de 1711 declarado monumento de interés cultural, y considerado como uno de los más antiguos de España. Nos retratamos en el albero y Juanlu, además, lo hace en la entrada de la capilla, como homenaje a su apellido.




Finalmente llegamos al albergue, donde solo nos reciben las jovenzuelas; las mujeres nos saludan tras los cristales desde la segunda planta. ¡Eso está precioso! Para algunos hemos hecho veinte kilómetros de nada, pero yo apelo al refranero para sentenciar: “Pocos pelos, pero bien peinados”.
COROLARIO
Por lo acontecido después, pasaré de puntillas. Ducha reconfortante, cervecita, comida, siesta recolgona (llego el último al lugar de reunión y estos cabrones me aplauden con cierto recochineo), copichuela en Béjar, cena, tertulia, cubatas, partida de cartas… Y lo ocurrido en la pocha que lo cuente otro, que a mí me da la risa. Jejeje…


Al día siguiente, cada uno a su bola: vuelta a casa temprano unos, plataforma otros, Covatilla los más… En fin, éxito rotundo a pesar de que llovió más que el día que enterraron a Bigote, como se dice.
Crónica Pedro Carrasco

5 comentarios:

  1. Don Pedro por eso te dejamos las crónicas de las especiales porque eres el número uno, como bien has narrado fin de semana estupendo con la mejor compañía, lástima que nos no dejara el tiempo de terminar la ruta porque tenía una pinta estupenda los que hicimos maravillosos, el resto lo dejaremos para el año que viene. En esta peña es peculiar que mientras menos kilómetros más quejas hay....

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  2. Buenisima cronica don pedro, los q no fuimos has hecho todo para parecer q estuvieramos ally, las bajadas don pedro para los locos suicidas del descenso.

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  3. Buena crónica amigo Pedro y bonita ruta la que os marcasteis.Gracias por acordarte de nosotros en la soledad de los descensos de vértigos. También he observado que la talla del chándal que te pedí te viene al pelo. Los años que estuve con Serafin en los mercadillos me valieron para algo.

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  4. Amigo Pedro no es que yo sea cagón, es que soy el que mas conocimiento tiene, jajaja, por cierto una crónica buenísima, como siempre, en eso eres un experto, lo mismo que en la pocha que si estamos dos días mas allí eres tú el que nos enseñas, jajajaja

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  5. Grande, enorme Pedro. No te aburras de hacernos crónicas para poder disfrutar leyéndolas durante muchos años.
    Me repito, año, tras año, pero es que estos fines de semana de convivencia son de disfrute total, a pesar de las inclemencias, nos las apañamos para sacar jugo a cada instante. Más anécdotas y vivencias para recordar y relatar en el futuro.
    La verdad es que hay que tener ese punto que linda entre la fina línea que separa la pasión de la locura, para lanzarnos a hacer la ruta tal como pintaba el tiempo, pero una vez en el barro, una auténtica gozada la experiencia y lo vivido pedaleando por esos parajes de ensueño. Javi, no hay amotinamiento, ni quejas, simples comentarios que salen, en el fragor de la batalla, desde el más sincero aprecio. Síguenos buscando rutas así.
    Para que el fin de semana hubiera sido pleno, faltó el que los críos pudieran haber podido disfrutar de la nieva. Qué le vamos a hacer.
    Para finalizar, debo dar la enhorabuena a Fati, por todo el fenomenal trabajo realizado para que hayamos podido disfrutar de la estancia en el albergue y, cómo no, a Paco, que también ha contribuido con su apoyo moral.
    A buen seguro, nos vemos en la próxima

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