jueves, 27 de febrero de 2020

NO DIGA MORRA DEL PAJAR, DIGA MACHU PICCHU



Domingo 23 de febrero de 2020
Asistentes:
José Antonio Puerto “Noca”
Juan Luis Capilla
Diego Nieto
José Luis “Petete”
Juan Nieto
Alfonso Merino
Toni Nieto
Santiago Sánchez “Yanqui”
Javi Camacho
Francisco Velarde “Pancho”

Ante la desidia instalada en esta Peña para la confección de crónicas ruteras, Javi ha tenido la excelente idea de dedicar unas líneas que resuman el recorrido de cada jornada, con el fin de que tengamos algún mínimo testimonio de lo acontecido. Por tanto, recojo el guante por el lanzado y me presto a realzar esta mini crónica y haber si sirve para animar el resto de personal.
Domingo carnavalero, con lo que ello implica, a pesar de lo cual, 10 valientes nos personamos en la Plaza, que todavía  muestra los restos del desfile de comparsas del sábado. Jornada despejada y con temperatura fresca a primera hora pero con previsión de ascenso de las mismas, impropio de estas fechas. A falta de los manijeros oficiales, Diegui y el menda les tomamos el relevo y al alimón acordamos dirigirnos a la Morra del Pajar (el Machu Picchu Extremeño). Varias son las propuestas de cambio de recorrido con el fin de evitar los conocidos ascensos, pero emulando al ponedor de rutas (aún convaleciente), hacemos oídos sordos, mutis por el foro y la manada se reconduce sin problemas. 








Tras seguir el ya trillado recorrido que venimos realizando en las últimas rutas, accedemos a las estribaciones de la sierra por la  verja de entrada a la finca en el camino que conduce a la Dehesa Vera. El cartelón no deja lugar a dudas de que la heredad es privada y está prohibido el paso, pero a estas alturas de la película tal nimiedad no resulta impedimento para cometer la infracción. El ascenso lo realizaremos por la cara noreste de la sierra. Recorrido precioso con numerosos sube y bajas, hasta llegar a los cuestones paralelos al Quinto Pino. Nos queda el último ascenso hasta cima en la que, como es costumbre, reponemos fuerzas. Cuando nos disponemos a salir, avistamos un todoterreno que  viene derechito hacia nosotros (un dejavu de jornadas anteriores). Son los guardas de la finca que nos recuerdan el carácter privado de la misma y nos invitan amablemente a abandonarla con apercibimiento de sacarnos tarjeta roja si tuviéramos la tentación de volver. Pero como estamos curados de espanto, nos lo tomamos  con filosofía, y somos ahora nosotros quien invitamos a uno de ellos a que inmortalice a la partida de cuatreros en la que nos hemos convertido. Y es que hemos pasado a integrar otra lista negra más: La de saltadores de fincas privadas.
Con diligencia, los vigilantes nos acompañan en el recorrido hasta la salida por la verja que entramos. Es en ese momento cuando nuestro Diegui, con actitud diplomática, somete a uno de los guardas a un tercer grado, sonsacándole que es de nacionalidad peruana, tierra en la que se enclava el enigmático Machu Picchu, que como dice Diegui, “tiene una buena subida”. De ahí que, como consecuencia del affaire, alguno proponga, que si tuviéramos la osadía de volver a visitar estas tierras, habría que recordar a esta parte de la sierra con dicha denominación. Al igual, surge la propuesta nada desdeñable de Javi Camacho, de dejar de gastarnos fondos en trajes y conservarlos para posibles sanciones económicas venideras, teniendo en cuenta cómo se está poniendo el patio.
Vuelta por la Sierra del Saltillo, camino Travieso, pista del canal y las Monjas, llegando al pueblo a una hora perfecta para tomarnos las cervezas con tranquilidad.
Para unos cuantos, próxima parada, Candelario.
Sin más tela que cortar, hasta la próxima


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