miércoles, 10 de octubre de 2012

CÁCERES: TAN CERCA…Y TAN LEJOS


Crónica de Pedro Carrasco Cuesta

Amanece cuando una harca de Perrigalgos empiezan a confluir en el Paseo. Tocaba la ruta a Cáceres, una de las etapas marcadas en rojo en nuestro calendario y había que madrugar, lo que siempre supone un verdadero suplicio para algunos camastrones. En mi calidad de explorador-aventurero (aguafiestas para algunos. Nadie es perfecto) el año pasado propuse una ruta que fue aceptada, y este año he vuelto a tener el honor de dirigir al grupo por un camino alternativo, que discurría por pueblos y parajes desconocidos para la mayoría.

Los quince “bicicleteros” que nos hemos juntado nos demoramos para salir; algunos quieren ver ancá Moniato la salida del GP de Japón, que es a las ocho; pero al final pa ná, porque Alonso se pega una hostia en la primera curva y queda fuera de combate. Pero al final la verdadera noticia no estuvo en la F-1 sino en nuestro querido compañero Yanqui, que estaba allí en la sede con una “tarama” de las que hacen afición; es lo que tienen los Perrigalgos, que tanto les da jartarse de dar pedales como de cubalibres. Finalmente, tras la foto de rigor con la fuente de fondo, arrancamos con quince minutos de retraso sobre el horario previsto.

Con dirección a Plaza de Armas contemplamos una bellísima aurora, que por supuesto se han perdido los que no les gusta madrugar. La mañana se presenta con una excelente temperatura para la práctica de nuestro deporte. Rodando con dirección a Miajadas el grupo de cabeza se despista y nos conduce por una pista equivocada. Cruzando el arroyo Hornillo se produce el primer altercado en forma de pinchazo; ha sido Miguelito Andrade el que revienta por un problema en su rueda trasera que no es nuevo: en la etapa anterior ya le volvió a pasar.

Solventado el problema, seguimos camino buscando la primera dificultad orográfica: la subida a nuestra odiada Degollá, que esta vez nos zampamos con relativa comodidad con las fuerzas aún intactas.


El grupo se estira por la carretera de Robledillo, rodando a buen ritmo. Al llegar al cruce de Almoharín, seguimos recto por un terreno ya desconocido para la mayoría. Pronto nos enfrentamos con un duro repechón de apenas un kilómetro, para salvar la sierra y pasar a los “Llanos de Cáceres”. Al copar el puerto llega la segunda incidencia: Agustín “Shandy” ha pinchado. En pocos minutos nos ponemos en marcha de nuevo y llegamos a Robledillo de Trujillo. Lo cruzamos por el centro y contemplamos, sin detenernos, su iglesia, sita en una plaza recoleta donde unos pocos ancianos nos miran, extrañados, al pasar.


Casi sin solución de continuidad cruzamos Santa Ana y Ruanes, donde nos ladran unos perros que seguramente no han visto un ciclista en su vida. Se suceden los encinares mientras transitamos por una carretera en obras (falta le hace) buscando Botija, pueblo donde nos detenemos a comisquear algo.


A dos kilómetros de esta localidad hay un yacimiento arqueológico de gran valor llamado “Villasviejas del Tamuja”. Se trata de un núcleo vetón de la edad de piedra (500 años a.d. C.) que ocupa unas doce hectáreas en un recodo del río Tamuja. Ni siquiera me atrevo a proponer ir a verlo (yo ya lo conozco) porque, según Javi, vamos mal de tiempo y, en cualquier caso, el personal tampoco es que sea muy entusiasta de la arqueología que digamos; y si encima hay que hacer cuatro kilómetros más…

Al poco de arrancar con dirección a Torremocha cruzamos el Tamuja, un río que nace en las faldas de la sierra donde se encuentra La Bola y que va a desembocar al río Almonte.

Ser charla del Barca-Madrid de esta tarde y Lalo plantea un acertijo: “¿Cuál es el florero más grande del mundo? ¿Os rendís? Pues es el Nou Camp, porque en él caben noventa mil capullos”. La ocurrencia también se presta a un cambio radical si el que lo plantea es un culé; en ese caso sería en el Bernabéu en el que cabrían casi los mismos capullos.

Tras varias curvas en zigzag desaparecen las dehesas y el terreno se torna diáfano y libre de arbolado. Pasamos por la finca Las Golondrinas, famosa porque aquí ha venido a cazar varias veces el rey con el príncipe Rainiero de Mónaco (¡qué fijación la de don Juan Carlos con la caza! ¡Cuando no a elefantes, a perdices!)

La carretera describe una curva donde da la sensación que vamos hacia atrás, alejándonos de Cáceres. Es Miguelito, siempre tan “generoso” en el esfuerzo, el que dice: “Esto parece que está hecho a mala leche. En la puta vida me han salido a mí cien kilómetros desde el pueblo hasta Cáceres”.

Nos detenemos a reagruparnos en Torremocha, justo donde hicimos la parada principal el año pasado. Cuando llegan los últimos, alguien dice: “Venga, no os paréis; seguimos adelante”. Y dice Miguelito, con su deje jocundo, mientras desmonta de su burra: “¡Eso lo dirás tú que no nos paremos!”

El ritmo se acrecienta con un viento favorable mientras cruzamos los pueblos de las Torres (Torremocha, Torrequemada y Torreorgaz). En Torreorgaz nos detenemos a saludar al hombre que le dio la rueda a Domingo cuando hicimos el Camino de Santiago, y quedamos en volver para regalarle unos rosales para el chalet, en compensación por su gesto altruista y generoso.

 Aquí también nos esperan los coches con las mujeres, los niños, Chiqui (nuestro chófer de cabecera en estas etapas) y los convalecientes Capi y Andrés (ánimo compañeros que os queremos ver pronto pedaleando a nuestro lado), que también han querido acompañarnos.


En el cruce de Sierra de Fuentes nos acompañan pedaleando hasta Cáceres tres Perrigalguillos; son los hijos de Pablo, Andrés y el Demontre, que ya hicieron lo propio el año pasado y cada vez están más sueltos.

Llegados a la ciudad, nos queda la guinda del pastel: la ascensión al santuario de la Virgen de la Montaña. Los tres kilómetros de duro ascenso hacen añicos el pelotón, y cada cual sube a su ritmo. En las primeras rampas logro alcanzar a Dominguito y Javi, que mira hacia atrás y dice: “Ya está aquí el cansino”. Pero se marcan un ritmo demasiado exigente y no consigo seguir su rueda (yo creo que esos cabrones fueron a por mí).


Arriba, asomados a un talud, nuestras familias nos vitorean y alientan conforme vamos ascendiendo.

Finalmente aparece el Triqui, cerrando la larga retahíla de Perrigalgos. Luisa la Beltraneja (la mujer de Beltrán) le anima al grito de “Tú sí que vales”, para puntualizar después con un punto de ironía: “Despacito…, pero vales”.

Posamos para nuestras incondicionales entre risas y alegría, rendimos visita a la Virgen de la Montaña…y para abajo a todo trapo. Los más temerarios se lanzan a tumba abierta y José Luis, demostrando estar en su terreno preferido, nos sorprende con la velocidad que alcanza: ¡¡¡88 kms/h.!!! Me da miedo solo de pensarlo. ¡Qué animal!

Llegamos a la Ciudad Deportiva, donde Lalo lo tiene todo previsto (se lo ha currado de verdad) para ducharnos y comer. En las instalaciones se están desarrollando unas Jornadas Deportivas de no sé qué. El caso es que nos dan unas invitaciones y nos sale la comida por la mitad. Nos tomamos unas cervecitas charlando, tras una jornada pletórica de ciclismo en el bar donde nos atienden muy bien. Aunque a mi modesto entender lo mejor, con mucha diferencia, es el “servicio”. El Triqui, como buen profesional de la venta ambulante y mejor “ojo clínico”, de inmediato calibra la copa del sostén de la camarera en la talla cien, bien cumplida.





Después, el personal se va a ver la Ciudad Monumental y tomar una copa, y yo aprovecho para ir a ver el partido de fútbol que juega el Santa Amalia con el Cacereño B. Y también nos llevamos un puntito, aunque pudieron ser los tres.

Hasta la próxima “correliebres”.

2 comentarios:

  1. GENIAL COMO SIEMPRE, PEDRO!!! SÓLO PUNTUALIZAR QUE EN EL NOU CAMP CABEN 15.000 CAPULLOS MAS Q EN EL BERNABÉU Y COMO HAY CAPULLOS PARA LLENARLO, ES EL FLORERO MAS GRANDE, JA,JA....

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  2. buena crónica tocayo, me alegra haber buelto a la bicicleta después de haber acabado ya con el tomate, y poder disfrutar de estas etapas con vosotros. Buen apunte el de Lalo jaja...

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