miércoles, 22 de febrero de 2012

LOS DOCE PERRIGALGOS PEORROS NO SUBIERON LOS PICORROS



Crónica de Pedro Carrasco Cuesta
Cuando llego al Paseo me encuentro con un diezmado grupo de Perrigalgos. No han descabalgado siquiera de sus burras y se encuentran dispuestos en un círculo casi perfecto, como si de los Caballeros de la Tabla Redonda se tratara, pero sin el rey Arturo. El Paseo aparece como si fuera un campo de batalla tras una cruenta contienda. El comentario general lo monopoliza el desfile de carnaval y las comparsas y murgas premiadas.
La familia perrigalguera tuvo su presencia y relevancia destacada en el evento. El nuevo Perrigalgo, Blanco, hizo de presentador y demostró ser un caricato sobresaliente con su simpática parodia de Alfonso Díez, marido de la duquesa de Alba, y hasta subió al escenario con su bici. Y quien escribe formó parte del jurado popular, aunque nunca en mi vida la había visto más gorda (todo sea por “la causa”).
Como digo, son muchos los Perrigalgos que sucumbieron a los encantos de Don Carnal (no habrá paz para los carnavaleros), así que cuando llega el Capi (¡qué habilidad la suya para llegar siempre el último, y qué bien le ha aleccionado en ese difícil arte el compañero Emiliano!) supimos que el círculo estaba cerrado con los “Doce Caballeros de la Bici Redonda”. El Demontre me pregunta: “Pedro, adónde nos vas a llevar hoy”. Pero seguidamente sugiere, sin solución de continuidad: “¿Queréis que vayamos a Los Picorros?” Propongo al grupo llevarles, de paso, a una subida que creo que no conocen, y con el asentimiento general arrancamos camino del Sajonia. Al cruzar la autovía torcemos a la derecha por una “variante”, aunque este apelativo da cierta grima y me trae malos recuerdos de casos pretéritos. Pero cuando algunos ya se habían hecho infundadas ilusiones, ¡zas!, nos damos de bruces con el camino de Cuadradillo y su sempiterna cuesta, con la que tenemos esa estrecha y entrañable relación de amor-odio; si no existiera la echaríamos en falta y tal vez tendríamos que inventarla. En esta ocasión la subimos todos a bloque, no sé si porque no hay ninguna cabra coja o porque son todas cojas. Pero lo que sí es inédito y singular es que al llegar arriba, como no había ningún rezagado, seguimos pedaleando sin detenernos.


En el Entalle giramos a la izquierda hasta la casa de Los Castillejos, e iniciamos la subida de marras (no es muy larga, pero sí bastante dura) que, efectivamente, no conocía el personal. Como no tenia nombre se barajan varios (la Innombrable, la del Carnaval, otro apelativo del Capi que no recuerdo…), pero al final no se queda nada en concreto; otro día la bautizaremos que haya más quórum. Tras la posterior bajada damos con una valla y yo doy el relevo para que, a partir de ahí, otros dirijan las “operaciones”.
Al ser el grupo más reducido que de costumbre, nos parece que puede ser el día idóneo para dar un poco de cancha al espíritu aventurero, y nos adentramos por un camino que nadie sabe muy bien adónde nos lleva. Siempre con la “querencia” de buscar la cuesta La Tiesa que va a Los Pocorros, titubeamos en varios cruces, saltamos una alambrada, pasamos por la represa, hasta que fuimos a dar al cortijo de los Castillejos Reunidos.
Entretanto, Germán y Barquilla (sobrados que van, los cabrones) se mete campo a través a ratos, el uno, y hace caballitos, como si tal cosa, el otro.
En un momento dado, alguien le “corta la cabeza” a un peo; se inician las pesquisas y las acusaciones recíprocas, pero el culpable no asume su autoría y se va “de rositas”.
En un camino que se bifurca en dos, tomamos el equivocado. No se percibe premeditación ni alevosía en el error, pero se palpa que la mayoría no muestra contrariedad ni ganas de rectificar, aunque eso significa anular la subida a Los Picorros, destino de la ruta a priori. La subida queda desestimada tácitamente y se decide parar a reponer fuerzas, y volver para casa por donde nos parezca. El lugar elegido no puede ser más idóneo: junto a una piara de cerdos, que rivalizan con los ciclistas en ver quién es más guarro. En éstas, siento un premonitorio ruido en el vientre, acompañado con un retortijón; flexiono un poco las piernas, como ahuecándome, y me tiro un cuesco largo y sonoro (esta vez no admite dudas la autoría) que ni el acolchado del culotte logra silenciar, y que desata risas y exclamaciones exageradas.

A falta de cámara de video y de fotos (Javi, Diego: esto que no vuelva a repetirse, eh. Si el trabajo tiene que esperar que espere, pero lo primero es lo primero), José Luis improvisa una foto con el móvil con poca habilidad y peor postura: se tumba en el suelo bocabajo y Andrés se tira encima y simula sodomizarle (¡madre mía, qué dolor!), ante le hilaridad de los Perrigalgos que posan sonrientes.
Se decide regresar cruzando la finca de los Castillejos Reunidos y salir a la pista de La Parrilla. Al ganar el asfalto y el terreno volverse favorable, se desatan las hostilidades y se rueda a tope. Como mi nueva bici tiene la singularidad de llevar incorporado “hilo musical”, pongo música. El brasileño Michel Teló, que hace furor con su bailona canción, se arranca: “Nossa, nossa, asim vocé me mata. Ai se eu te peg; ai ai se eu te pego. Delisia,delisia asim vocé me mata…” Antes de que el pelotón se disgregue es Bisbal el que canta: “Lloraré las penas de mi corazón enamorao, sufriré el lamento de este corazón ilusionao…”.
Cuando todo hacía indicar que la etapa finalizaría sin alteraciones en la clasificación del “premio avería”, el huerto Juárez es testigo del pinchazo del Presi (bueno, de su bici, para hablar con propiedad), mientras algunos estábamos esperando ya en la carretera. Desgranamos los últimos kilómetros y sobre las doce y media llegamos a la sede. Alejandro nos recibe con dos bandejas hasta las trancas de bocadillos (se pensaría que veníamos un regimiento) y nos sirve los refrescos y cervezas correspondientes. Se ultiman detalles sobre los que van la próxima semana a la “Ruta de los ríos” (a las 7:45 en la plaza) y se anuncia que los demás, como siempre, el domingo a las nueve en la plaza.
Hasta la próxima, “correliebres”.

3 comentarios:

  1. Pedro como no fuisteis capaces de dar con el Picorro, ¿por que sitios los llevaste?, te tengo dicho que esas rutas las dejes para cuando este yo. Bueno ya la haremos otro día. Un Saludo Javi.

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  2. ¡Qué grande eres Pedro!. A parte de escribir fabulosas crónicas...controlas el portugués. ¿Qué será lo próximo?.

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  3. estoy de acuerdo con jualu..!!!! si esto es mas bien una novela que una ruta en bicicleta.muy ,pero que muy bien narrada,y encima ,lo que me he divertido leyendola.¿por que sera que siempre escojemos los caminos no acertados? a nosotros tambien nos pasa,grrrrrrrrrr..!!!!

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