martes, 7 de febrero de 2012

PERRIGALGOS Y TRÉBOLES: JUNTOS… PERO REVUELTOS



Videos:
primer video:
http://youtu.be/W5d5chF0zNk
segundo video:
http://youtu.be/GTwRsvszAEct
tercer video:
http://youtu.be/lvyngt-f9Iw
cuarto video:
http://youtu.be/puXi60WInRA


Crónica Pedro Carrasco

Después de tres meses postrado en el “dique seco” tras una fractura bimaleolar cerrada de tibia y peroné (el pie hecho polvo, para que nos entendamos), vuelvo a reincorporarme a la cita dominical con mis compañeros Perrigalgos, que me reciben con una ración doble de efusividad. Por un lado, demuestran su contento por mi satisfactoria recuperación; y por otro, recibo multitud de parabienes por la adquisición de mi flamante “espada”; aunque tengo que admitir que con ello se ha caído con todo el equipo un mito para siempre: ya nunca podrá volver a decirse, a modo de comparación con tintes peyorativos, aquello de “eres más pesao que la bici de Pedro Carrasco”.

Aprovecho para animar a los pocos que quedan con burras “tercermundistas” (Capi, Triqui, Emiliano…) que no le hagan caso a la puñetera crisis y que den el paso, que al final de mes siempre estamos a treinta.
Hoy es uno de esos días especiales para la familia perrigalguera: los compañeros villanovenses de la peña El Trébol han atendido nuestra invitación y han acudido en un total de catorce unidades para, además de hermanarse con nosotros, conocer nuestros maravillosos montes y, especialmente, una de nuestras rutas más emblemáticas: los arribes del río Aljucén.
Aunque la mañana es realmente heladora (hace más frio que capando focas), los cuarenta “Tréboes-Perrigalgos” congregados se muestran efusivos y dicharacheros. Antes de iniciar la marcha posamos para la foto, pero un “trebolillo” se demora enredando en el coche con no sé qué y hace esperar al grupo; seguramente debe ser al que motejan “Hayquesperarle” (es una divertida cualidad la que tienen de nombrarse con apelativos singulares).

Arrancamos con dirección a la autovía con el ritmo cadencioso de los primeros kilómetros y pronto llegamos al Canal de Orellana, para alcanzar la subida a Cuadradillo (es una patraña como un castillo de grande eso de que todos los caminos conducen a Roma: es a Cuadradillo donde conducen, ¡qué cojones!). Como siempre, la cuesta pone al pelotón en fila india y el cuerpo se va calentando, a excepción de los malditos dedos que parece que van por libre.

En la bifurcación del Entalle cogemos hacia la derecha, cruzando los distintos Castillejos (de Arriba, Reunidos, de Abajo). Aunque la estación invernal está siendo poco lluviosa y los caminos están secos, algunos regatos y veneros se resisten a secarse y nuestras ruedas hacen añicos, al pasar, el carámbano de los charcos, con un sonido como de cristales rotos.



Pedaleamos a buen ritmo, parándonos de vez en cuando para reagruparnos, y se charla de forma distendida con quien se encuentra al lado en cada momento. Me fijo en las burras de los compañeros Tréboles, especialmente en una de ruedas blancas que tiene, para mí, una curiosa particularidad: ¡la horquilla delantera solo tiene un brazo! Y encima, por lo visto, la máquina vale un “guevo”.

Aunque la etapa ha ido “sobre ruedas”, tampoco se podía esperar que concluyese sin ningún incidente con cuarenta ciclistas rodando por caminos pedregosos. En cualquier caso, los dos pinchazos que se produjeron (uno por cada equipo) quedan en el anecdotario de una etapa exitosa y satisfactoria en todos los sentidos.

Llegados al río Aljucén, que está seco como el ojo de un tuerto, por lo que no presenta precisamente su mejor cara, nos detenemos a reponer fuerzas. La mayoría se come el socorrido plátano o la sempiterna barrita energética; eso sí, guardándose cada cual los envoltorios y papeles para dejar el campo tal como lo encontramos. Y es que cicloturismo y ecologismo forman un maridaje perfecto que va indisolublemente unido. Tan solo dos nos salimos de lo cotidiano y normal en el condumio: yo me zampo tres polvorones de los que han sobrado en casa de las Navidades y, lo que sale de ojo y es más digno de mención: Diego “Raspatabla” se traba con un bocadillo como la manga de una pelliza, regado con su lata de refresco correspondiente. ¡No creo que se desmaye, no!


Charlamos amigablemente en grupos y los “serones” elogian los parajes con ditirambos. Antes de arrancar, nos tiramos la foto de rigor y ponemos en antecedentes a los no avisados del repechón que tenemos delante, no tanto por su exigencia (que también) como por que coge al personal con las piernas en frío, tras la parada.


Ya de vuelta nos adentramos en la ondulada dehesa del Parque Natural de Cornalvo, para después girar hacia la izquierda por la finca de Valdelasyeguas, y volver a desembocar en el Entalle. Nos volvemos a detener para reagruparnos frente a una piara de chotos que nos miran, más curiosos y sorprendidos que desafiantes. Dejamos atrás el cortijo donde Andrés “GPS” protagonizara en su día una de las anécdotas más chuscas y peregrinas de la historia de la peña. Fue cuando se perdió (de ahí le viene su apelativo) y, cuando logró contactar por teléfono con el grupo, decía con voz acelerada y temblorosa aquello de “no sé donde estoy, pero veo árboles con ruedas”.


De nuevo Cuadradillo forma una larga ringlera de ciclistas (ahora en su descenso) y en el canal nos agrupamos otra vez. Como suele ocurrir, volamos por la carretera a 35 kms/hora con dirección al pueblo. El generoso esfuerzo hace enmudecer al pelotón y solo se barrunta el ronco sonido de ochenta neumáticos rodando por el asfalto. En la piscina nos detenemos, como es preceptivo, para esperar a algún rezagado y entrar todos juntos en el pueblo.


Un Trebolillo se apercibe de la proximidad del tanatorio con el cementerio y apunta con ironía: “Cojones, aquí no tenéis na más que echaros el muerto al hombro y, hala, al joyo con él”.
Finalmente, sobre la una llegamos a la sede. Cervecita, refresco, satisfacción en las caras, bocatas (gentileza de nuestra madrina)… y compromiso de Diego (nuestro relaciones públicas de cabecera) de seguir enriqueciendo el hermanamiento entre Perrigalgos y Tréboles, que creo que ya no tiene marcha atrás.
Hasta la próxima “correliebres”
Pedro Carrasco Cuesta

1 comentario:

  1. Saludos. Buena crónica, tan solo una precisión: el trébol que se demoró no era Haykesperarle (que no acudió)sino Lobosolitario, quien rompió su montura.
    De nuevo reitero agradecimientos a la troupe. La próxima en Villanueva.

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