martes, 23 de noviembre de 2010

ENTRE EL GATO Y LA AVERÍA, LLEGAMOS AL MEDIODÍA.


Domingo, 21 de Noviembre de 2010

Participantes:

Emiliano Andrade
Jesus Beltran
Juan luis Capilla
Pedro Carrasco
Pablo Carrascosa
Paco Cidoncha
Tomas David Casado
Antonio Indias
Jose Luis Jimenez
Juan Carlos Muñoz
Lalo Muñoz
Santi Sanchez
Diego Parejo
Domingo Pablos
Agustin Sosa

Recorrido: Plaza de España, N-430, Torrefresneda, Pista de Servicio A-5, Finca el Calaverón, Finca Campomanes, Parqwue de Cornalvo, Sierra Bermeja, Veredas varias, Finca el Huevo, Fina el Mentidero, los Lomos, Pista del canal de Orellana, Cruce del Sajonia, EX-206, plaza de España.
Distancia: 60 km.
Videos:

Comentario por Pedro Carrasco Cuesta.

Son las nueve de la mañana en el paseo y el recuento de los Perrigalgos asciende a catorce; pero seguro que al final seremos uno más: falta Emiliano, alias Tardeli, que tiene la rara habilidad de llegar siempre el último.

En una crónica que envié de una etapa que hice por Tenerife, propuse una ruta inédita que había descubierto recientemente. Fueron varios los que “recogieron el guante” de mi proposición y dijeron con entusiasmo: “¡A por ella!”

Enfilamos por la pista de Caballero con dirección a Torrefresneda. El personal tenía ganas de bicicleta, tras no poder salir el pasado domingo por la lluvia; es que quince días sin dar una mísera pedaladita es mucho apretar, máxime para unos pervertidos bici-dependientes como nosotros.

Lalo se ha vuelto a sumar al grupo, felizmente recuperado de su percance, de lo que se vanaglorian los compañeros.

Al poco de cruzar el puente del Búrdalo, barruntamos un maullido lastimero en la cuneta. Enseguida aparece un despistado e indefenso gatito que se adentra en la carretera de forma temeraria. En ese instante aflora la vena sensible que todo Perrigalgo lleva dentro (es que no amamos solamente el deporte y la naturaleza, sino también a los animales) y volvemos sobre nuestros pasos. Recogemos al minino y lo llevamos a la casa de campo de Domingo, quien lo adopta momentáneamente a la espera de un voluntario.

Hemos perdido un cuarto de hora precioso (más o menos lo que cuesta arreglar un pinchazo), pero ha merecido la pena y nos sentimos todos reconfortados. Bueno, todos no. Paco exclama con su acendrada socarronería: “¡Coño, por un puto gato! Si hubiera sido un guarro, por lo menos…”

Cuando algunos empiezan a impacientarse de tanto asfalto giramos hacia la derecha, adentrándonos en el monte y cruzando la finca llamada El Calaverón. Una subida de un par de kilómetros hace que el grupo se estire y los cuerpos entren en calor.


Pronto nos damos de bruces con el vetusto cortijo de Campomanes. Cruzamos la pista asfaltada que lleva a la presa de Cornalvo y seguimos por un camino serpenteante y en ascenso que nos aproxima a la Sierra Bermeja, en el corazón del Parque Natural.

Al benjamín del grupo, Agustín, se le rompe el cambio. La cosa no tenía buena pinta, pero los mecánicos de cámara de la peña (a la mierda los ingenieros de Fernando Alonso) se las avían para solucionar la avería en un santiamén (bueeeno, en media hora). Como han tenido que cortar la cadena, la bici queda a piñón fijo, lo que supone una rémora para el resto de la etapa.


Aprovechamos el contratiempo para comernos el tentempié. Al poco cruzamos por un pinar y alguien comenta: “Chacho, no nos hemos tirao la foto”. Veeenga, a posar con el pinar a nuestras espaldas; y Emiliano que no acierta a encuadrarnos en el objetivo, en fin…


Tras una bajada giramos a la derecha y nos adentramos, en fila india, por un sendero con una exuberante y tupida vegetación que despierta nuestros sentidos. El grupo se maravilla de los diversos, desconocidos y bellos parajes por los que los encamino. Y Paco relata a cada rato, como un sonsonete: “Chacho, este Pedro qué “demontre” está hecho, por donde nos ha metío”.


Nos adentramos en un alcornocal que aparece con los troncos desnudos, con ese color rojizo tan característico que les queda después de ser despojados de la corcha.

Emiliano comenta que en una finca cerca de aquí se crió su abuelo. La finca en cuestión se llama “Quinta Ena del Huevo”, como vemos en cartel indicativo.

Llegados a la finca llamada El Mentidero se decide, con buen criterio, volver por el camino más corto, que resulta ser cruzando el paraje denominado Los Lomos. Cruzamos un camino particular que se vuelve público tras superar una verja, incongruente paradoja de los legisladores y mandamases.

Ganamos el Canal de Orellana y enfilamos para casa. El ritmo es paupérrimo, motivado en parte por los problemas de la bici de Agustín y por algunos Perrigalgos que vienen bastante “cascados”, por no decir inservibles, tras una etapa de sesenta kilómetros.

Cuando llegamos a la sede nuestra madrina se encuentra en la puerta, preocupada por nuestra tardanza. Y es que es la una y media, una hora inusual de regreso. Pero aunque los imponderables nos han jugado una mala pasada, no han logrado truncar el éxito de una etapa inédita, tal vez dura para algunos, pero amena y bonita donde las haya. O a mí por lo menos así me lo ha parecido.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario