lunes, 27 de septiembre de 2010

Guadalupe 26-9-10


( Domingo, 26 de septiembre de 2010 )

Asistentes a la ruta:

José María Almaraz Luna
Emiliano Andrade Rodríguez
Juan Manuel Barroso Morcillo
Manuel Barroso Carrasco
Jesús Beltrán Simón
Florencio Benítez-Cano
José Manuel Benítez-Cano
Juan Luis Capilla Camacho
Pablo Carrascosa Sánchez
Paco Cidoncha Carrascosa
Pedro Carrasco Cuesta
Pedro Cuesta Flores
José Luis Jiménez Dorado
Julio Jiménez Parejo
Gerardo Muñoz Lozano
Juan Carlos Muñoz Tapia
Andrés Nieto Cortés
Domingo Pablos Bautista
Javi Parejo Jiménez
Diego Parejo Jiménez
Santiago Sánchez Díaz
Ángel Tena Carrascosa
Francisco Velarde Dorado

Invitados de honor:
Nerea, Jesús, Dieguito, Antonio, Pablo y Andrea.

Coche de apoyo:
Ángel Tomás Tena.

Faltan a esta ruta:
Jesús Cañamero Paulino
José Carlos Escobar Dorado
José María Garrido Parejo
José Joaquín Gallego García
Pablo Gallego Casillas
Antonio Indias Fernández
Alberto López Fuentes
Moisés López Calle
Mario Muñoz Tapia
Marcos Nieto Dorado
Agustín Sosa

Transporte:
Camioncillo Almacenes Carrascosa


Tiempo empleado: 5 h. 01 m.40 s.
Velocidad Máxima: 63 Km/h.
Velocidad Media: 22,5 Km/h.
Parciales: 113,13 Kms.

Recorrido: Plaza de España, Calle José Gutiérrez, Carretera de Cáceres, Nacional Cuatrocientos Treinta, Hernán Cortés, Ruecas, Valdivia, Gargáligas, Acedera, Obando, Guadalupe.


Comentario:

Una jornada verdaderamente fascinante de pedaleo y de cicloturismo, con la emoción de contar, en esta ocasión, con un nutrido grupo de cicloturista de la Peña, veintitrés en total en comparación con los dieciocho del año pasado.

También nos acompañaron, en la última etapa del recorrido, muchos más “Perrigalguinos” que en la edición anterior. La comida la tuvimos que hacer en los salones de bodas, ya que en el comedor que tienen en la Piscina Siloé no cabíamos todos, pues vinieron también muchos acompañantes, esposas y familiares de los ciclistas.

La mañana amaneció estupenda, pero bastante fresca, por lo que algunos Perrigalgos nos pusimos una doble prenda o los manguitos para no pasar frío a primera hora, y a medida que subía el sol y calentaba algo más cada cual se iba despojando de dichos complementos.

Como he comentado anteriormente, veintidós Perrigalgos salimos de la Plaza, que al cabo de poco tiempo se incorporó uno más, José Mari Almaraz Luna, “el número uno”, de la lista, que a la postre se le averió la bicicleta y se volvió a casa con sus padres, allá por la “Cuesta Pestosa”, que a decir verdad, en esta ocasión, con tanta movida de ciclistas no se nos hizo pesada ni mucho menos.


Antes de emprender la salida, Ángel Tomás nos hizo las fotos de rigor, que posiblemente salgan un poco oscuras, como en otras ocasiones, ya que aún era casi de noche cuando las hizo.

Es de destacar que desde el principio al final, se nos había añadido un Perrigalguillo que ni siquiera está en la lista, el hijo de Tena, el cual aguantó estoicamente hasta el final de la prueba.

El grupo pedaleó compacto durante los primeros kilómetros y a un ritmo nada despreciable que marcaban los jefes de fila, alternándose en los relevos pertinentes y oportunos.

Pedro Cuesta tenía localizadas dos matrículas, que estaban bien cerca de casa. La primera la divisamos enseguida pero le dije que no la cogería, para venir otro día a por ella. La segunda, poco después del Cerro del Guijo, tampoco la quería coger, pero Pedro paró a cogerla, y luego tuvimos que dar unas buenas pedaladas para poder unirnos con el grupo.

En el momento que les dimos alcancé, Tena, no indicó desde el camioncillo que venía uno, Josemari Almaraz, en nuestro encuentro, por lo que ni corto ni perezosos, a pesar de la jupa que nos habíamos dado con lo de la matrícula, volvimos acompañarle y llevarle en volandas al grupo, el cual se había percatado de la situación y había reducido la velocidad de crucero.

Más tarde me encontré dos matrículas más y también paré a cogerlas.

Reagrupados de nuevo, tiramos muy bien hasta la primera parada que hicimos para el avituallamiento, que fue en el cruce de Obando, donde no nos pudimos comer los plátanos de Canarias que llevábamos porque el bandido de Tena se había parado en El Acueducto a tomar café y se había enrollado con una preciosa y encantadora camarera de las que tiene allí Moñino.
Por si alguien no lo sabe aún, Moñino, el de Valdehornillos, es cuñado de Diego Parejo.


Dímosle sendas voces al pasar por el lugar, mas no levantó cabeza, pues según nos contó Diego habían estado hasta las tanta de la madrugada en la Fiesta del Pimiento. Así que tuvimos que comer las reservas que llevábamos en los bolsillos del maillot. Pero llegó por fin, aunque fuera un poco tarde.

Estando en el lugar de avituallamiento apareció por allí un coche muy bien preparado, con sendos banderines rojos y una luz de color ámbar giratoria, que también se paró allí. Detrás de dicho vehículo comenzaron a gotear de manera aleatoria, varios ciclistas, que al preguntar, pudimos saber que venían de Quintana de la Serena, en un número aproximado entre sesenta y setenta. Traían unas máquinas estupendas de carretera y con ellos cambiamos algunas impresiones.

Con las energías recobradas, seguimos pedaleando de manera compacta, con la sensación de aquellos quintaleros nos dieran alcance de un momento a otro.

Tuvimos mala suerte, pues Lalo pinchó y tuvimos que parar el tiempo suficiente para arreglar en entuerto, pero por lo pronto, a pesar del parón no les vimos venir. Fue algo más tarde, cuando apareció el coche antes dicho y se colocó delante de nosotros.
Ya pensamos que de manera inminente se nos echarían encima multitud de ciclistas de manera paulatina, pero no fue así, sino que aparecieron sólo diez o doce de ellos desgajados en grupitos de dos o tres. Manuel abandonó a su padre y se fue con el coche y con los ciclistas de Quintana y yo no volví a saber nada más de él, hasta que llegamos a la Vía Verde.

De estas guisas anduvimos hasta el kilómetro quince aproximadamente, donde el desnivel se hace un poquito más pronunciado, y el grupo se fue estirando poco a poco. Por fin, dos kilómetros después, en el cruce de Logrosán, comienza lo verdaderamente empinado del recorrido, tres o cuatro kilómetros más o menos, donde cada cual subió a su ritmo.

Yo me rezagué un poquito, para entregarle la matrículas a Tena, que las echara al camión, y cuando quise emprender la marcha observé que iban cuatro perrigalgos delante de mí, un par de ellos, Javi y Pedro Cuesta, muy adelantados, y algo más atrasados Pedro Carrasco y Andrés. Fui pedaleando tras ellos a sabiendas de que no les daría alcance, pero al menos para probarme a mí mismo y mantenerme lo más ceca posible. Entonces observé como Pedro Carrasco, con su pedaleo pausado, puesto de pie en la bici, con un desarrollo tremendo, iba quedando atrás a Andrés y al final dio alcance a las liebres que llevaba delante.

Yo conseguí ponerme a la altura de Andrés cosa que me sirvió de mucho consuelo. En una salida de la carretera a un camino, estaban paradas todas las mujeres de los acompañantes de los quintaleros y allí mismo, Pedro Cuesta y Javi regresaban para dar ánimos y echar una mano a los compañeros retrasado. Yo hice lo propio y de esta manera conseguimos reagruparnos con el fin pedalear más o menos al mismo ritmo para salvar la recta “pestosa” que tan poco le gusta a nuestro compañero Domingo, pero que en este caso, se hizo mucho más llevadera porque casi no nos percatamos de ella debido a la charla y a la compañía.

Poco antes, pinchó también Capilla y de nuevo tuvimos que esperar un poco para reagruparnos de nuevo.

Andábamos rondando ya por los ochenta kilómetros más o menos y algunos compañeros se les iba haciendo algo más pesada aquella marcha. Pero nos pudimos dar cuenta por fin de que en el grupo de Quintana había muchas más cabras cojas que en el nuestro, pues quitando una docena de ellos, los demás no consiguieron adelantarnos en todo el recorrido, antes por el contrario, llegaron mucho más tarde que nosotros.


En el Puerto nos esperaba toda la trupe, que nos animaron con sus aplausos y con sus muestras de cariño, y a partir de allí la cosa fue mucho más llevadera, con una bajada formidable y un tramo de Vía del Tren, hasta llegar a Guadalupe.






En este tramo fue donde se nos unieron un grupito muy considerable de pequeños perrigalgos que pedalearon muy bien hasta llegar a Guadalupe. Yo me junté, en este tramo, con Juan Manuel Barroso, con su hijo Manuel, como comenté anteriormente, y con el pequeño Dieguito que también pude comprobar que tiene buena planta. Además me llevé una gran sorpresa, cuando le vi con el traje de Banesto, que tantos recuerdos nos trae a lo que comenzamos nuestro pedaleo por aquellos tiempos de Induraín, cuando adquirimos dichos trajes.


Nos reagrupamos de nuevo a la entrada de Guadalupe, después de subir como se pudo la cuestecilla final, para llegar todos juntos a la Plaza de Santa María de Guadalupe, en medio de una ovación de aplausos de la familia que allí nos esperaban.

Besos, abrazos, saludos y fotos, muchas fotos hasta que conseguimos colocarnos para la foto del grupo en las escalinatas del Monasterio.


Y luego el Bautizo de los primerizos en la fuente de la Plaza de Santa María de Guadalupe.


Luego, cuando conseguimos dar con el Padre Fray Jesús del Espino, nos fuimos a las duchas para el aseo personal. Yo me metí en una ducha y le di al manubrio, mas no me había percatado que no había ducha y el chorro salió como un caño lanzando el agua al pasillo y mojando a todo el mundo hasta que pude pararlo. Luego no regulé poquito a poco y conseguimos ducharnos allí también.

Una vez que terminamos comenzamos a desfilar camino de la Piscina Siloé, cada cual a su antojo, donde habíamos de merendar. Estuvimos colocando las bicicletas en el camioncillo y parecía que no iban a caber pero al final la pericia del colocador se impuso a nuestra desconfianza y consiguieron echarlas todas.








Nos tomamos unas cervecitas en la barra, y seguidamente pasamos a la sala interior, que era más amplia que el comedor que está en el mismo bar. El menú no estuvo nada mal, igual que el año pasado, una paella muy rica, según la mayoría de las personas, y como yo no soy muy paellero, hice las gestiones oportunas para que me trajeran un par de huevos fritos con patatas, como a los niños. De segundo, también como el año pasado fue una carne en salsa o caldereta que estaba buena, pienso que mejor aún que el año pasado, con un poquito de sabor picante que hubo que suavizar con el vino.


Acto seguido regresamos a casa cada cual por libre, quedando en reunirnos de nuevo en el Bar Petunia para bajar las bicicletas. En dicho bar tomamos casi todos un refresco y luego nos dispersamos por fin hasta la próxima ocasión.

A mi modo de ver todo salió estupendamente y la gente se le ve “muy animada”, entre comillas, valga la redundancia, para subir el próximo domingo a la Bola.
Por Flore

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