lunes, 22 de febrero de 2010

Ocho Valientes y Dos Caponatas


Domingo, 21 de Febrero de 2010

Asistentes a la ruta:

Emiliano Andrade
Paco Cidoncha
José Carlos Escobar
José Luis Jiménez
Javi Parejo
Alberto López
Santiago Sánchez
Pancho Velarde

Hora de salida: 9:00 h.
Hora de llegada: 11:45 h.
Tiempo empleado: 3 h y 45 min
Velocidad Máxima: 54,00 Km/h.
Velocidad Media: 16,8 Km/h.
Distancia recorrida: 38,100 Kms.


Recorrido: Plaza de España, Pista del pozo “la Bomba”, camino de “Casa Caballero”, Huerta del Serrano, Puente del río Búrdalo en N-430, N-430, Finca “El Corchito”, Cortijo del Guadalperal, Pista del canal de Orellana, “El Confesionario”, Camino Carretero, Cuesta del Borril, Mesas del Capitán, Pino de Alico, Camino de Alico, Cruce del Sajonia, Finca “Malmedra”, Huerto Juárez, Puente Río Búrdalo, Ctra Ex 206, Plaza de España.

Comentario:

¿Me levanto? o ¿no me levanto?, That is the question.

Con esta conocida frase, aunque no sé si está bien escrita, porque yo soy de francés, se podría resumir el ánimo reinante entre los bicicleteros de este grupo en esta desapacible mañana de domingo, donde hasta los pronósticos más benevolentes, presagiaban agua en cantidad.

Al llegar a nuestra remozada Plaza de España, me encuentro de todo. Hay algunos valientes equipados con su indumentaria para afrontar lo que sea, y otros (dos) que ante el temor, de la más que probable lluvia, no se atreven con la aventura y que prefieren, enfundados en sus confortables chándales, tomarse un café calentito en la sede.

Al partir el grupo de ocho valientes por la Calle La Reina abajo, se decide casi por unanimidad, el título de la crónica del día, Ocho valientes y Dos Caponatas, creándose sin querer, el título de la crónica del día, sin apenas haber tocado el pedal.

Como no podía ser de otra manera, nada más dejar el alquitrán, barro, barro y más barro, y también para ir variando, charcos, charcos y más charcos.

Rodar pesado, con las ruedas clavadas en el terreno, con las cañas dándonos en la cara y avanzando a duras penas, nos pusimos en la N-430.

Ante las perspectivas de lluvia amenazante, se decide (o lo pensé yo), no alejarnos en demasía del pueblo, por si hubiera que “salir a la tira”.

Por la pista del corchito nos ponemos en el cortijo del Guadalperal, al lado de la gasolinera de la familia Gil en la A-5.


El grupo va como un rayo, cuando el firme lo permite y cuando no, vamos clavados en el barro. En un santiamén nos ponemos en “El Confesionario”, donde pienso que nos tomaremos las barritas energéticas de rigor, pero ante mi asombro me indican que nos las tomaremos “arriba”.

“¿Arriba, de donde?”
En un principio se produce un silencio, y alguien dice - En el "Pino de Alico".



- “Pues no íbamos a dar una vuelta sin alejarnos del pueblo?”.
Además,

- "¿Habéis visto la oscuridad que viene?".
- "Nos van a caer chuzos de punta".
- "Que vamos a llegar a casa como una sopa".
- “Que se van a salir con la suya los que no han venido.”

¡¡ Ni puñetero caso ¡¡, el grupo emprende el camino en dirección a la Cuestecita del Borril.

Al cruzar el arroyo de la cuesta, el sonido que produce el agua, parece que estuviéramos en el Rugidero, mojándonos los pies y parte del tobillo al intentar vadearlo.

El firme del camino en la parte de abajo, es casi inexistente, solo hay piedras y más piedras, arroyado por el torrente de agua caída.



Entre todo lo anterior, destacar que el paisaje esta precioso, con todo el campo verde, con flores que quieren ir saliendo y un olor a campo fresco que da gusto, y todo esto aliñado de un bonito y buen ambiente de compañerismo “perrigalguil”.



Nos caen cuatro gotitas que nos obligan a mirar temerosos al cielo, apreciándose una oscuridad cada vez mayor, con las nubes por los suelos, por la carga de agua que llevan, y que bondadosas ellas, no la descargan sobre nosotros.




Ubicados en el pino de Alico tomamos el tentempié de forma rápida, y casi a la vez, la obligada foto, partiendo el grupo raudo y veloz en dirección al pueblo a velocidad de vértigo, en el descenso naturalmente.

No contentos con la suerte que estamos teniendo de esquivar la lluvia, en lugar de ir directos por la carretera, vamos por la Finca de Malmedra. Al llegar al puente del Búrdalo vemos el alquitrán empapado de un buen chaparrón. Parece que lo buscáramos, pero nada ni una gota.

Llegamos a la Plaza un poco antes de lo habitual, impolutos de agua de lluvia, pero con barro hasta en las orejas. Alejandro en seguida nos obsequio, con una tanda de montaitos calentitos de panceta, que cayeron de maravilla.

Y después de refresco y montaito cada mochuelo a su olivo.

Ya en la ducha, comenzaron a caer los ya nombrados chuzos de punta que habíamos presagiado, pero esta vez por suerte, los vimos a buen cobijo a través de los cristales.

Por Emiliano Andrade

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