miércoles, 14 de octubre de 2009

De Doce me llevo uno


Domingo 11 de Octubre de 2009
Asistentes a la ruta:

Emiliano Andrade Rodríguez
Jesús Beltrán Simón
Pedro Carrasco Cuesta
Pablo Gallego Casillas
José Joaquín Gallego García
José Maria Garrido Parejo
Moisés López Calle
Domingo Pablos Bautista
Jesús Palomo (de Badajoz capital)
Diego Parejo Jiménez
Javi Parejo Jiménez
Y el primo de Pedro López, de Valencia. (abandono)

Tiempo empleado: 3 horas y 3 minutos.
Velocidad Máxima: 39,8 km/h
Velocidad Media: 21 km/h
Distancia recorrida: 49,300 km

Comentario:
En el mismo sitio y a la misma hora (como reza un cantar) se dan cita los Perrigalgos para hacer la acostumbrada ruta dominical. Las dos bodas del sábado, algún cazador que desempolva la escopeta y alguna otra celebración que se me escapa, han diezmado el pelotón y cuando se da el banderazo de salida tan solo nos hemos juntado una docena; y eso que había un par que no eran Perrigalgos propiamente dichos, sino “arrimados” venidos de fuera que tuvieron a bien acompañarnos.
Se comenta la aventura del domingo pasado a Guadalupe, culminada con éxito.
A la hora de marcar la ruta del día, Moisés se apresta a decir: “Vamos a hacer la del Quinto pino”, y todo el mundo dice amén.

Al momento de ponernos en marcha, apenas pasada la “Cruz de los caídos”, un silbido premonitorio sale de la rueda trasera de Moisés. No hay lugar a dudas: se trata de un pinchazo en toda regla, que queda registrado en los anales de la peña como el más precoz de su corta pero intensa historia. Es una especie de alambre retorcida la que se ha clavado en la rueda de manera inverosímil, y alguien incluso se encarga de inmortalizar el momento con una foto. “La rueda registraba un orificio de entrada y salida”, como diría un hipotético parte médico.



Subsanado el tempranero altercado, ponemos rumbo hacia El Sajonia y el Canal de Orellana.

Enseguida giramos a la derecha para atacar la cuesta del Cuadradillo, un repecho largo y tendido que hace sudar tinta hasta al más avezado “bicicletero”.

Cuando llegamos arriba, los más “poderosos” esperan a los menos “pudientes”. Allí nos enteramos de que hemos perdido un número. Ha sido uno de los Perrigalgos “postizos”, que no había calibrado bien la dificultad de la empresa en la que se había embarcado, y ha preferido tomar las de Villadiego. Dice el Tato con su peculiar dicción: “A mí no me dio buena espina cuando me preguntó hace un rato que qué piñón tenía que poner cuando empezaran las cuestas”.

La verdad es que si el muchacho no sabía ni tan siquiera la primera lección de la primera cartilla (mi mamá me mima, mi mamá me ama), tampoco podía llegar muy lejos.
De nuevo en ruta, los once Perrigalgos supervivientes pedalean a buen ritmo por un monte que se nota que agradece las últimas lluvias caídas. Unas pequeñas florecillas violetas (me parece que son lirios) han brotado, como un sarpullido de color, y jalonan los márgenes del camino.

En un momento dado alguien comenta que “El quinto pino” queda pared por medio con “El quinto coño”, y plantea una ruta alternativa que recorte y/o suavice en parte el recorrido. Emiliano es el primero que se apunta a la idea y otros le secundan. En un momento se da luz verde al nuevo e improvisado recorrido, que discurre por La Reyerta, la finca El Mentidero, Los lomos de un tal Guillén y no sé cuántos sitios más.



Domingo, ante mi recurrente despiste, me pone en situación de dónde nos encontramos y dice, señalando con el brazo: “Allí de frente, Trujillanos; un poco más a la izquierda, la presa de Cornalvo, y a este lado, San Pedro”.
Paramos para el refrigerio (y el retrato) en una hondonada pedregosa, por donde discurre el cauce seco de un arroyo que alimenta el embalse de Cornalvo.

Se comenta la última “parida” del presidente del Barcelona, un cerdo separatista y sectario que ha llamado por su mismo nombre (el muy imbécil), a nuestro presidente de la Junta.

Se desprende de la botella de Acuarius de la que bebo la pegatina y se cae al suelo. Enseguida me reconviene Domingo, con buenos modos y mejor criterio, para que la recoja y me la guarde. Y es que los Perrigalgos, además de llevar a gala el lema de “sí al compañerismo y no a la competitividad”, hemos de demostrar un acendrado celo por la limpieza de la naturaleza.
A punto de arrancar de nuevo, el Tato comenta con sorna: “Chacho, tener cuidao que vamos a pasar por una finca de caballos, donde hay un burro entero que gasta un zupo negro más grande que la manga de una pelliza llena de membrillos”.
Pasamos bajo una línea de alta tensión que mancilla un paraje idílico (que diría un pamplinoso repipi) y que le sienta como a un santo dos pistolas, mientras devoramos kilómetros por caminos serpenteantes con tendencia al descenso.

Abrimos portones, pasamos debajo de cadenas y hasta, como si fuéramos improvisados almonteños en madrugada rociera, “saltamos la verja”. Es un portalón de hierro, cerrado con un candado, que nos obliga a saltarlo. Es Javi el que, subido a horcajadas encima de la verja, pasa una a una las bicis por arriba. Se especula sobre lo público o particular del camino, pero nadie acierta a saberlo a ciencia cierta; aunque yo deduzco que cuando hay una verja con un candado...

El grupo ha vuelto a disgregarse y nos reagrupamos cuando llegamos al Canal de Orellana, apenas a un kilómetro de donde finaliza, tras 112 kilómetros de recorrido desde que sale del pantano de Orellana. Jesús, que es de los rezagados, comenta acezando entre jadeos y en un tono con trasfondo de broma: “Esto, más que compañerismo, a mí me parece que es una jerarquía”. Quería decir anarquía pero... Y el Tato, siempre ocurrente, remata: “Ya os tengo yo dicho que esto, más que un grupo, es una piara”. No necesitó matizar de qué, porque las piaras casi siempre son de guarros.

Ya cerca del pueblo, Diego comenta al grupo: “Aflojad, que falta el Triqui”. Al principio no me percato de lo que quiere decir, pero esbozo una sonrisa cuando caigo. Como se apellida Beltrán, le llaman cariñosamente con el apelativo del que fuera un gran ciclista, el Triqui Beltrán.
Mientras Moniato nos da de beber (y de comer), se comenta sobre lo que se tiene pensado hacer el próximo domingo y los que se van a apuntar. Se piensa ir en coche hasta Cañamero, y hacer a pie los quince o veinte kilómetros que restan hasta Guadalupe; es por cambiar de actividad o, si se quiere, no caer en la monotonía. Pues me parece muy bien.

PEDRO CARRASCO CUESTA

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