martes, 20 de abril de 2010

MAGACELA: TOMADA AL ASALTO POR TRECE PERRIGALGOS, TRECE.




( domingo, 14 de abril de 2010 )

Asistentes a la ruta:

Jose María Almaraz
Emiliano Andrade
Juanma Barroso
Jose Manuel Benitez-Cano
Pedro Carrasco
Paco Cidoncha
Pedro Cuesta
Moisés López Calle
Andrés Nieto Cortés
Domingo Pablos Bautista
Javi Parejo Jiménez
Santiago Sánchez Díaz
Francisco Velarde Dorado

Domingo, 7 de febrero de 2010

Tiempo empleado: 3 h. 50 m.25 sg.
Velocidad Máxima: 69,3 Km/h.
Velocidad Media: 21,7 Km/h.
Parciales: 70,07 Kms

Recorrido: Plaza de España, Ctra de Medellín, Medellín, Don Benito, La Haba, Magacela, La Haba, Villanueva de la serena, Don Benito, Medellín, Plaza de España.

Pedro Carrasco Cuesta. Cuando dan las nueve en el reloj de la villa, doce Perrigalgos más uno nos hemos dado cita en la plaza. Nos demoramos unos minutos en la salida, hasta que salen algunos de “ancá” Moniato de ver la salida del Gran Premio de Shangai, donde Alonso sale en tercera posición.



Tras una noche en la que no ha dejado de chaparrear la mañana aparece nublada, amenazando con ponerse a llover de un momento a otro. Algunos más reticentes, viendo la orilla, se muestran indecisos; tienen dudas sobre si “arrancarse” o volver a meterse entre las sábanas calentitas. Finalmente, empujados por la mayoría, se animan con un resignado “que sea lo que Dios quiera”.













El personal no parece tener hoy muchas ganas de barro, por lo que Juanma, el ponente de la etapa, decide llevarnos por carretera a la conquista del castillo de Magacela.
Como en esta ocasión me he sumado yo a la ruta, huelga decir que Diego se ha quedado en casita; ese perillán se ha empeñado en no querer grabarme con la cámara que le han caído los Reyes; como tenga yo que enfadarme de una vez le van a “caer los Reyes”, pero en otra acepción más prosaica: LA DEL TÍO LA VARA.

Bromas aparte, el pelotón rueda compacto con dirección a Medellín. Cruzamos por el pueblo, donde solo vemos a esa hora de la mañana a un par de transeúntes, dando un paseo.
Llegando a Don Benito, barruntamos a lo lejos un ruido ronco y monocorde; es el pum-pum de la discoteca que hay en el polígono Cepansa, junto a Las Cumbres, que todavía está dando la matraca.
Adelantamos a una pareja (de novios, no iba a ser de la Guardia Civil) y algunos le animan a él para que la agarre a ella, pero con las dos manos.


Después de cruzar La Haba comienzan las hostilidades. En los siete kilómetros de ascensión hasta Magacela, cada uno hace la guerra (léase subida) por su cuenta y el grupo, más que un pelotón avenido, parece el ejército de Pancho Villa.


Finalmente, por distintos caminos y a diferente ritmo, hacemos cumbre en el interior del castillo de Magacela (o lo que queda de él), que aparece con un aspecto cuasi fantasmagórico.
Nos retratamos, nos metemos el tentempié entre pecho y espalda, nos deleitamos con las bellas vistas de la comarca que se avizoran desde allí, nos maravillamos de cómo pudieron hacer en este lugar tan escarpado un castillo… Domingo le hace al grupo una “proposición indecente” que es rechazada de plano (quería alargar la ruta unos kilómetros para visitar las ruinas de un asentamiento prerromano llamado La Mata) y nos disponemos a bajar de la fortaleza y cruzar el pueblo por unas calles tan empinadas que no admiten rampa, sino que precisan de escalones.





















Nos reagrupamos a la salida del pueblo y emprendemos un vertiginoso descenso en el que se ronda los setenta por hora. Emiliano comenta, con la satisfacción pintada en la cara, que ha adelantado a Moi como un Ferrari a un Seiscientos.

Al pasar de nuevo por La Haba me acuerdo que de los habitantes de este pueblo se dice que son avispados y hacendosos como ellos solos. Tal es así que se exagera diciendo que cuando el hombre llegó a la Luna, ya había allí una colonia de “jabeños”.


Volvemos por Villanueva para no repetir la ruta de ida y rodamos a un ritmo endiablado. Algunos miembros empiezan a dar síntomas de llevar el depósito (el de las energías) en reserva. En varias ocasiones hay que “tirarles del perrillo” a Javi, José Mari, Moi y compañía para que aflojen la marcha. Pero al final, aunque con las fuerzas justitas y con las nubes de tormenta rodeándonos amenazadoras, llegamos al pueblo sanos, salvos y contentos con casi setenta kilómetros en las piernas, que tampoco es moco de pavo.

Un saludo a todos los Perrigalgos.

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