miércoles, 16 de septiembre de 2009

Camino de Santiago


Javi-Diego-Garrido
septiembre de 2009

Estos tres componentes de nuestra Peña han realizado el final del camino de Santiago aprovechando las fechas del puente del Día de Extremadura.

© Javier Parejo Jiménez.

Acompañantes:
Diego Parejo Jiménez
José María Garrido Parejo

Coche de Apoyo:
José María Garrido Libiano
Mari Carmen Parejo Muñoz
Esther Díez Acedo
Hugo Parejo Díez
Vanessa Dorado Escobar

Santa Amalia, septiembre de 2.009

Sábado, 5 de septiembre

El viernes, día cuatro de septiembre, alrededor de las cuatro de la tarde, emprendimos el viaje desde Santa Amalia a Villafranca del Bierzo, acompañados por mis tíos Jose Mari y Mari Carmen, mi cuñada Esther y mi sobrino Hugo y Vanesa, mi mujer, con el fin de comenzar nuestro Camino de Santiago al día siguiente.
Cargamos las maletas y seguidamente montamos los portabicicletas en los coches, que por cierto van muy bien.
Llegamos a Villafranca del Bierzo sobre las diez menos cuarto de la noche, y empezamos a buscar el Hostal, previamente contratado. En este caso era el Hostal Burbia, el nombre le viene por el río que pasa justo al lado de él. El hostal está muy bien, así que dejamos las maletas en la habitación y nos dirigimos a la plaza para cenar. Después nos vamos a acostar para descansar del viaje y poder salir temprano a la mañana siguiente.
Quedamos en el rellano a las siete y cuarto de la mañana, para salir tempranito, que no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar.
Una vez preparadas las bicicletas nos dirigimos a la plaza para desayunar. El bar en el que teníamos previsto desayunar estaba cerrado con lo que nos tuvimos que meter en el de al lado.
Después de desayunar le pedimos a la camarera que nos pusiera el primer sello de nuestra credencial. Nos dirigimos hacia la Iglesia que nos habíamos quedado a la derecha para realizar la primera fotografía y emprendimos el viaje. Empezamos a pedalear y cuando íbamos saliendo del pueblo ya nos habíamos cruzado con bastantes peregrinos. Seguimos las indicaciones que nos van marcando las flechas amarillas, entrándonos en bastantes pueblecillos. Al principio te sorprende que los pueblos son de muy pocos habitantes, pero los íbamos pasando sin parar hasta que llegamos a Ambasmestas donde paramos para sellar de nuevo. En todos los pueblos hay puestos que venden bastones, conchas y demás cosas típicas del camino. Seguimos y enseguida estábamos a pie del puerto de O'cebreio, concretamente paramos en un bar que esta a la salida de Herrerías, para que nos volvieran a sellar la credencial y preguntamos que a cuántos kilómetros estaba el O'cebreiro, a lo que nos respondieron que a unos nueve kilómetros. Sin saberlo, estábamos ya ante las primeras rampas del puerto y justo donde se encuentra el cruce de caminos del carril bici o a pie nos encontramos con la primera pareja de ciclista, eran Cesar y Belén. No paramos ni a preguntar quienes eran pero los conocimos más adelante. Empezamos a subir y a disfrutar del paisaje que nos quedaba a nuestra izquierda. El puerto tenia unas rampas bastante duras pero las subíamos bastante bien, hasta que llegamos a la única curva que tiene de ciento ochenta grados. La rampa era muy dura, con lo que Diego exclamó: “si esto es así veremos a ver si llegamos arriba del tirón”. Pero después de varios kilómetros aprendimos a ir recuperando mientras subíamos y lo conseguimos. En dicha curva adelantamos al grupo de Gijón, que tampoco nos paramos a preguntar, pero como a Cesar y Belén, los conoceríamos luego.
Mientras subíamos y subíamos, llegamos a un punto en la carretera, donde hay escrito en el suelo unos letreros que decían a 1500 metros hay un bar. Continuas y se siguen repitiendo pero con los metros que te van quedando. Nos creíamos que era O’cebreiro, no La Laguna como así era, así que sin parar nos dirigimos hasta la cumbre. El pueblecito que hay allí arriba es precioso tanto por las vistas como por las casas. Algunas tienen el tejado de paja, otras lo tienen de pizarra, el suelo es todo empedrado con sus tiendecitas y bares en el cual nos paramos parar tomarnos una coca cola por lo bien que lo habíamos hecho.
Desde allí llame a mi mujer para ver por donde andaban y me comentó que todavía no habían salido de Villafranca del Bierzo. Se sorprendió mucho cuando le dije que ya habíamos coronado el O'cebreiro. Nos estuvimos recreando en el pueblo durante una hora, sellamos en el bar, pero luego entramos en la iglesia y nos volvieron a sellar. La verdad que es uno de los sellos más bonitos. Seguimos con nuestro camino por las flechas que lo indican pero sin darnos cuenta nos equivocamos, gracias a que un coche en el que viajaban uno lugareños paró y nos advirtió que el camino se cogía por el merendero que nos habíamos quedado atrás. Así que una vez que nos metimos de nuevo en el camino verdadero, nos esperaba una bajada estupenda a Liñares, donde de nuevo se volvía el camino cuesta arriba. Así hasta que llegamos al Alto de San Roque, donde de nuevo volvimos a bajar para subir de nuevo al último puerto del día, el Alto del Poio, que tiene una altitud de 1.335 metros y es el más alto del Camino Francés. Después una bajada increíble hasta Triacastela, en la cual coges unas velocidades increíbles, en algunas ocasiones por encima de la máxima que te marca la carretera. Una vez en Triacastela nos dirigimos a la iglesia para que nos sellaran otra vez.
Después cogimos de nuevo el camino por unos terrenos preciosos llenos de arboleda que van envolviendo el paso de los peregrinos. De esta manera llegamos a Samos, con su maravilloso Monasterio que es precioso.
Allí estaba nuestra primera meta del camino con lo que nos estiramos un poco en el río que atraviesa el pueblo, el río Oribio, para después dirigirnos al hostal y esperar al resto del equipo.


Domingo, 6 de septiembre

Segundo día del camino a Santiago, y como el día anterior, a las siete y cuarto de al mañana era la cita en el rellano del hostal Victoria. En esta ocasión ya estaba en el lugar de la cita desde las siete y cinco, esperando al resto de la expedición. Una vez reunidos, nos fuimos a reponer un poco de fuerzas en el bar de dicho establecimiento, en esta ocasión un Cola Cao con magdalenas, recebamos las mochilas de agua y nos dirigimos a la cochera a por nuestras burras de acero. Pasamos por el Monasterio donde nos empezamos a cruzar ya con los primeros peregrinos, aún no se veía con claridad. Estábamos altos de moral, pues creíamos que lo peor ya había pasado. Pero pronto nos dimos cuenta que estábamos en Galicia y allí no hay descanso para las piernas, es un constante sube y baja, no llevábamos ni diez kilómetros aún, ni si quiera habíamos llegado a Sarria cuando mi hermano y mi primo empezaron a decir: "que aquello no era normal, que no nos habíamos cruzado con ningún ciclista, que los ciclistas se tirarían por la carretera, porque era demasiado duro por el camino con esas rampas". Tal era así que decían que eran cuatro San Isidros empalmados. Pero la verdad que compensaba por la maravillosa vegetación que envolvía los caminos, así que seguimos hasta Sarria. Después no sabíamos qué hacer, si seguir por el camino o probar por la carretera a ver que tal, pero después de sellar en un bar, porque las iglesias estaban cerradas y, como era Domingo, el Concello también, seguimos las flechas y sin darnos cuenta estábamos de nuevo en el camino, sin posible marcha atrás, porque habíamos bajado una cuesta con una pendiente brutal. Así que continuamos por él. Atravesamos la vía del tren y sin tiempo para pensar, nos esperaba la siguiente cuesta, que esta vez si que era bestial, con el agravante que había muchísimos peregrinos subiendo en ese momento. Íbamos escalando y a la vez diciendo: “Buenos días”, con lo que algunos nos respondían: “Ahora mismo no son tan buenos”. Se iban apartando y animándonos a la vez, hasta que coronamos, seguimos sin parar y todavía no nos habíamos cruzado con ningún ciclista, pero ya llegando a Barbadelo adelantamos a la chica del perrito en las alforjas, yo la adelanté primero y la dije: “Buen Camino”, pero mi hermano y mi primo se quedaron charlando con ella un momento. Ella les dijo que tiraría por carretera en cuanto pudiera, pero nosotros seguimos por el camino, a la espera de no
equivocarnos.



Cuando llegamos a un bar, donde se encontraban los ciclistas de Gijón, a los que les preguntamos que como iba el día de hoy, a lo que nos respondieron que bien, pero que en la subida que hay después de la vía del tren se tuvieron que bajar, puesto que los había cogido fríos, ya que ellos salieron de Sarria. Con ellos nos habíamos cruzado en la subida de O'cebreiro. Nos dijeron que Galicia era así pero que ellos también iban por caminos con lo que nos despejaron todas las dudas. Seguimos adelante y antes de llegar a Portomarín nos encontramos con otro ciclista, el denominado Flores 2. Digo esto porque nuestro amigo Flores ha hecho el Camino unas pocas de veces y por unos pocos de sitios. Nos estuvo contando los pormenores del camino y nos hizo una fotografía en la que Portomarín no se veía debido a la niebla que le cubría.
Después nos despedimos de él y bajamos una larga pendiente que nos llevó a un gran puente que cruza el río Miño, y a contiaución subimos hasta la plaza donde se encontraba también la iglesia, donde paramos a sellar. Nos selló el párroco, el cual se interesó por nuestra experiencia en el camino. Luego nos quitamos todos los aparejos de abrigo, ya que hacia una mañana estupenda y nos pusimos a comer algo. Cuando apareció de nuevo Flores 2 y nos estuvo contando que Portomarín en un principio estaba abajo, que lo habían subido allá por los años sesenta, piedra a piedra, debido a que hicieron un pantano, el Encoro de Belesar, y se iba a quedar inundado. Un poco de historia nunca viene mal. Nos hizo de nuevo una fotografía y nos despedimos nuevamente de él.
Antes de salir de la plaza Jose Mari dio la voz de alarma de que teníamos el primer imprevisto, había pinchado. Probamos con una espuma que compramos en el Decatlón, pero no funcionó, con lo que tuvimos que cambiar la cámara. Solucionado el entuerto volvimos pedalear, siguiendo las indicaciones, y nos volvimos a meter por esos caminos tan bonitos como duros, en los que a veces hacías más fuerzas al bajar que al subir por el estado de los caminos. Llegamos a un camino que era prácticamente imposible de andar por él, con muchísimas piedras y para más dificultad nos encontramos con un grupo de chavales portugueses que parecían que iban de excursión. En el medio de ellos iba Belén, una peregrina de Valladolid, a la que mi hermano ayudo a salir de aquel fregao. Al despedirnos de ella nos dijo que si veíamos a un chico con bicicleta, César, su marido, le dijéramos que venía por detrás, que la esperara. Así lo hicimos, y vimos que la estaba esperando ya, en el próximo alto que nos encontramos. Se lo comunicamos y seguimos para adelante. Después en unos de las muchas salidas que hacíamos a la carretera, para de nuevo coger otro camino, coincidimos con nuestras mujeres que acababan de llegar al mismo cruce. Le dijimos que tiraran para adelante que nosotros ya nos quedaba unos veinte kilómetros a Palas de Rei, que era nuestra próxima parada.
Cogimos el camino que nos llevaba por una pista alquitranada casi hasta Palas de Rei. Al pasar por la aldea de Rosario, que es como creo que se llamaba, nos gritaron unos peregrinos que estaban tomándose algo en un bar: ¡Extremeños!, ¿de qué parte sois? Le dijimos que de Santa Amalia, que se encontraba entre Mérida y Don Benito, con lo que nos contestaron: “Nosotros somos de Cáceres”. Nos despedimos de ellos y sin darnos cuenta ya estábamos en Palas de Rei. Llamamos a las mujeres y nos dijeron que se habían perdido, que casi llegan a Lugo, que ya estaban cerca pero que todavía les quedaba un poco para llegar allí. Con lo que decidimos buscar el hostal y esperarlas.
Preguntamos a un taxista que nos indico por donde teníamos que ir. Llegamos y el dueño nos dijo donde guardar nuestras burras de acero. Debiamos bajar por la otra calle que el nos esperaría en la cochera. Subimos con el para arriba y nos sentamos a tomar el refresco que nos merecíamos después de hacer el recorrido. Al momento llegaron el resto de la expedición, y nos dirigimos a las habitaciones a ducharnos y prepararnos para comer.
Hay que decir que en Galicia se come muy bien y barato. Siempre que pidas el menú. A continuación nos fuimos acostarnos una siestecita para descansar un poco y por la tarde hacer un poco de turismo. Para cenar nos fuimos a una pulpería que se encontraba un poco más abajo y nos prepararon el pulpo estupendamente. De allí nos fuimos para el hostal, donde estuvimos charlando con el dueño e intercambiando impresiones.
Después cada mochuelo a su olivo y hasta mañana.



Lunes, 7 de septiembre

Una vez más reunidos en el rellano del hostal nos bajamos a desayunar, en esta ocasión nos comimos unos donuts con un vaso de Cola Cao calentito, ya que las mañanas en Galicia son fresquitas, aunque algunos guiris van descamisados desde por la mañana, pus no saben lo que es calor. Esta vez, después de desayunar, paramos en la plaza que hay al lado del Concello para estirar las piernas antes de salir, ya que estaban un poco cargadas del día anterior. Unos diez minutos de estiramientos, rellenamos la mochila de la fuente que esta en esa misma plaza, y cogimos la primera flecha que nos condujera al camino.
Una vez en faena, conociendo ya lo que era Galicia nos lo tomamos con filosofía, sabiendo además que era nuestra última etapa por aquellas tierras la queríamos disfrutar al máximo.
No había salido el sol y estábamos ya haciendo las primeras fotografías. Que si a un puente, que a las iglesias de los pueblecitos, a las flechas del camino, etc. Pronto dimos con el primer poste kilométrico que nos indicaba a la distancia que estaba Santiago, ponía sesenta y cinco coma ocho kilómetros. Son curiosos esos postes kilométricos porque son de granito y en él está tallada una concha y los kilómetros restantes. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en Melide. Hay que decir que en esta etapa se baja más que se sube o esa es la impresión que me dio a mí, aunque las subidas son algunas durísimas.



Entrando en Melide nos encontramos de nuevo con César y Belén que aquel día partían de allí. Estuvimos hablando con ellos un buen rato y nos dirigimos hacia la iglesia que hay al lado del Concello, que en esta ocasión si estaba abierta, pero no pudimos sellar puesto que no había nadie, con lo que nos dirigimos al ayuntamiento que estaba justo al lado. Mientras Jose Mari, Belén y yo subimos a que nos sellaran, mi hermano y César esperaban abajo junto a las monturas de acero. César le contó a mi hermano que Belén no iba a hacer el Camino pero el compañero que le quería acompañar no pudo ir y Belén se apuntó para que no fuera solo. Después nos despedimos de ellos y seguimos a nuestro ritmo, seguimos disfrutando del camino que era precioso con fuentes naturales en mitad de las subidas, la arboleda que envolvía el camino, los peregrinos y ese saludo tan repetido: "Buen Camino" y los gallegos, que la mayoría son súper atentos y simpáticos, cuando pasamos por un lavadero de los muchos que hay en el camino y se encontraban tres personas lavando las mantas y las sabanas en él, me paraba y les preguntaba que si no les importaba que les hiciera una foto, a lo que me respondieron que sin problemas, que si quería que me la hacían ellos también. Les dije que era el primer lavadero que veía y que lo estaban utilizando, a lo que me respondió que lo utilizaban para la ropa que no le entraba en la lavadora. Proseguimos y los postes kilométricos cada vez eran más frecuentes debido a la cercanía de Santiago y de momento estábamos en Arzúa. Entrando en dicho pueblo nos encontramos con los ciclistas de Gijón a los que saludamos pero no paramos, sellamos en el ayuntamiento de Arzúa, gracias a las indicaciones de un abuelete. Pedaleando de nuevo nos pusimos de momento a unos diez kilómetros de Santiago, cuando en una rampa, que era bastante larga y dura, adelantamos a una niña de unos doce años dando pedales como una campeona a la que grité: "¡Olé el arte, campeón!", por lo que un hombre que estaba allí con su burra de cabestro me dijo que era una niña, a lo que rectifique: "¡Olé el arte, campeona!" Me puse a su altura y estuvimos hablando. Mientras subíamos me comentaba que si eso era el monte do Gozo, a lo que yo la contesté que creía que sí. Al poco rato la niña dijo que ya no podía más, que se bajaba de la bicicleta, por lo que proseguí mi marcha. Hay que decir que la cuesta tendría unos dos kilómetros aproximadamente. Una vez superado aquel repecho, nos dimos cuenta de que aquello no era el Monte do Gozo. Tras una larga bajada y una nueva subida entramos en Labacolla, donde paramos en una fuente a reponer agua para lo que quedaba. Estaban allí dos madrileños que nos dijeron que todavía teníamos que sudar para llegar a Santiago, con lo que proseguimos a ver que nos encontrábamos y en efecto eran rampas duras pero alquitranadas hasta el Monte do Gozo, donde paramos a fotografiarnos delante del gran monumento que allí te espera. A continuación de nuevo una gran bajada y ya estábamos en Santiago. Seguimos las flechas, que por cierto dentro de Santiago están peor indicadas que en todo el Camino, y llegamos a la Plaza do Obradoiro, donde nos esperaban nuestros reporteros gráficos con cámaras de fotos y cámaras de video. Al entrar en la plaza sientes una gran satisfacción de haber realizado el Camino de Santiago.
Una vez allí nos hicimos las fotos y fuimos con nuestras credenciales a que nos dieran la Compostela, que por suerte había poca gente en la cola. Yo entré el primero, seguido de Jose Mari y a continuación mi hermano. Allí hay un gran mostrador donde están varias personas dando la Compostela. Yo estaba en el centro, Jose Mari estaba al final del mostrador a la izquierda, y Diego estaba al final a la derecha. Una vez entregada las credenciales y después de varias preguntas me dieron un papel que tuve que rellenar, pero cuando ya me estaba rellenando la Compostela, una voz que salía de mi derecha, le dijo a la chica que no me la diera porque no tenía crédito.
La muchacha me dijo que teníamos que haber salido desde Ponferrada, pero yo la dije que al menos me pusiera el sello para confirmar que había llegado a Santaigo, porque para mí, sí que había hecho el Camino, por lo menos el que nos propusimos realizar. Lo curioso del caso es que a mi primo Jose Mari sí que se la dieron. Esto quedará como una anécdota más.
Después nos fuimos al hostal a ducharnos y comer. La siestecilla de rigor y por la tarde nos fuimos a ver Santiago, paseando por las calles, nos encontramos primero con los de Gijón, y después con César y Belén y nos estuvimos despidiendo de ellos.
Y así se acaba nuestra andadura por las tierras gallegas.





ETAPAS DEL CAMINO

Tiempo Total Empleado: 13:59:05
Kilómetros Totales: 203,04
Velocidad Media Total: 15,20



1ª ETAPA: VILLAFRANCA DEL BIERZO - SAMOS

Tiempo empleado: 4: 17: 25
Kilómetros: 68,52
Velocidad Media: 16,20
Velocidad Máxima: 64,86



2ª ETAPA: SAMOS – PALAS DEL REI


Tiempo empleado: 4:36:08
Kilómetros: 66,24
Velocidad Media: 14,39
Velocidad Máxima: 66,82




3ª ETAPA: PALAS DE REI – SANTIAGO DE COMPOSTELA


Tiempo empleado: 4:45:32
Kilómetros: 71,94
Velocidad Media: 15,02
Velocidad Máxima: 60,14

1 comentario:

  1. Ánimo a esta peña cicloturista.Espero que hayais disfrutado en el camino de Santiago.Las fotos, muy bonitas.Saludos desde Las Hurdes.

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