lunes, 22 de junio de 2009

"Viaje del Solsticio de Verano"
a Guadalupe "casi na".













Asistentes a la ruta:
José María Almaraz Luna
Juan Manuel Barroso Morcillo
Juan Luis Capilla Camacho
Pedro Carrasco Cuesta
Pedro Cuesta Flores
Pablo José Gallego Casillas
Alberto López Fuentes
Moisés López Calle
Gerardo Muñoz Lozano
Juan Carlos Muñoz Tapia
Domingo Pablos Bautista
Alejandro Parejo Jiménez
Diego Parejo Jiménez
Javier Parejo Jiménez

21 DE JUNIO DE 2009

ETAPA SANTA AMALIA-GUADALUPE

Como el cronista de cámara de esta peña (el maestro Flores) se encontraba ausente, me he tomado la licencia de hacer una glosa de las vicisitudes y/o vivencias de esta etapa.
Amanece en el pueblo y, como por arte de encantamiento, empiezan a converger en la plaza por todas las esquinas ciclistas ataviados de verde. Se cruzan saludos y bromas en un ambiente distendido. La mañana es luminosa y el hombre del tiempo pronostica para hoy que no habrá que tirar de pelliza, precisamente.
Inicialmente se pensó coger la “ruta verde” que discurre por lo que fuera antaño la vía férrea que pretendía unir Villanueva con Madrid, pasando por Guadalupe, y que finalmente quedó inconclusa. Pero al final, tras las reticencias de algunos que argumentaban que podría hacerse muy duro, aparte de que el monte no presenta ahora su mejor cara, se decidió que fuéramos por carretera.
Tenemos previsto hacer los aproximadamente cien kilómetros de ida, para volver en coche. La intendencia corre a cargo de la furgoneta El Molino, que hace las veces de portadora de vituallas, “coche escoba” y medio de transporte para las bicicletas a la vuelta.
Son las siete y media cuando un grupo formado por catorce Perrigalgos ponemos rumbo a la monástica villa de Santa María de Guadalupe.
Transitando por la carretera N-430, vamos desgranando kilómetros con un pedaleo ágil y una ligera brisa, que se agradece, dándonos en la cara.
No son todavía las diez cuando hacemos la primera parada en el poblado de Obando para reponer fuerzas. Tenemos la mitad de la etapa recorrida (50 kilómetros) y el agua que queda en los bidones y en las mochilas es más apropiada para afeitarse que para ingerirla.
Al lado de un hotel, a la sombra de unos árboles, nos espera la furgoneta. Comemos algo, bebemos, repostamos los bidones y bromeamos. Se comenta el dolor que lleva Ale en el culo (es novel en esto del ciclismo y no aguanta el sillín). Viendo un coche aparcado luciendo, a modo de ornato, cintas blancas en las manillas de las puertas y en la punta de la antena, Pedrito Cuesta comenta con marcado retintín: “A alguna le han caído los Reyes esta noche”. Otro, más prosaico y con idéntico sarcasmo, apostilla con otro símil: “Seguro que la han mudao las mojoneras”.
De nuevo en la ruta por un terreno liviano, se pedalea en grupo con un viento que ahora sopla de costado.
Más adelante, justo cuando una señal indica que entramos en tierras maruchinas, empiezan los primeros repechos. Enseguida se “rompen las hostilidades”, cunde la anarquía y un reguero de Perrigalgos se disgregan en una desigual retahíla por la comarca de Los Ibores, famosa por sus quesos de cabra.
La subida de cinco o seis kilómetros se hace dura. Cuando nos reagrupamos arriba, Juan Carlos comenta con sorna, acezando todavía: “¡Cojones, y eso que se decía que en esta peña debía primar el compañerismo en detrimento de la competitividad...”
Hacemos inventario de los damnificados. Ale ya lleva el culo como un bebedero de patos. Juanma llega visiblemente “perjudicado”. Y Lalo, con la misma cara de un desenterrado, comenta entre jadeos que, tras unas premonitorias arcadas, ha gomitao en la cuneta los albarillos que se ha comido.
Así y todo, en el grupo se instala la euforia con el convencimiento de que lo peor ha pasado y, con renovadas energías, reiniciamos la marcha por una recta más larga que un día sin pan.
El grupo vuelve a romperse y nos juntamos de nuevo al final de la interminable recta de diez kilómetros, justo en el cruce de Castilblanco y Valdecaballeros.
Yo he llegado en un primer grupo formado por Moisés (el benjamín de la trouppe), José Mari, Pedro y Javi y, de repente, siento un retortijón en el vientre. Nadie lleva ni un miserable pañuelo y, como el apretón viene con urgencia, tengo que cagar detrás de unos árboles y “apañarme” con unos yerbajos que arranco a toda prisa.
Hecho de nuevo el recuento de la gente y ya recuperado el resuello, Lalo da muestras de rendirse con un malestar general y calambres en las piernas. Pedrito hace las veces de masajista y le suelta los músculos tumbado en la furgoneta, que también sirve de improvisada UCI móvil. Entre todos se le infunde ánimos con la sugestión de que los kilómetros que restan son casi todos de descenso, y todo el grupo le arropa cuando nos volvemos a poner en marcha.
Para entonces la “caravana de mujeres” nos ha adelantado y nos esperan más adelante.
A unos cuatro kilómetros de la meta nos apartamos por una pista de tierra, cruzando por un paraje frondoso de hondos barrancos poblados de madroños y castaños. Cruzamos por un alto acueducto y enseguida vemos la puebla de Guadalupe con su monasterio mariano enclavado, majestuoso, en el centro de la villa.
Una empinada rampa, que cada uno salva como puede, es el último escollo antes de que cada cual de rienda suelta a una euforia desmedida por haber superado el reto de una etapa exigente y desconocida para algunos.
La etapa ha sido superada con éxito con los catorce Perrigalgos sanos y salvos, (¿...?) callejeando en dirección a la plaza.
Nos refrescamos en la fuente, donde por unos momentos acaparamos la atención de la gente que abarrota la plaza. Las mujeres y los niños nos vitorean y nos retratan en la escalinata del pórtico del monasterio. Cargamos las bicis en la furgoneta y, tras una reparadora ducha en unas dependencias del monasterio que nos costó un güevo encontrar, pusimos rumbo a Cañamero, donde teníamos reserva para comer.
Felizmente cansados, bebimos y comimos en compañía de nuestras mujeres en un ambiente distendido y gratificante. El servicio era manifiestamente mejorable, pero allí estaba Tato para echar una mano, dando muestras de su talante extrovertido y de que de igual manera podía haber sido cocinero o fraile.
Al final pude comprobar, con una mezcla de alivio y complacencia, que el futuro de esta peña está más que asegurado. Por allí retozaban, juguetones, un nutrido número de perrigalguillos que a buen seguro tomaran el testigo de este grupo de aficionados al ciclismo tan heterogéneo como bien avenido.

PEDRO CARRASCO CUESTA

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22 de Junio de 2009

Se llevo a cabo finalmente el viaje a Guadalupe. Yo no he podido asistir por motivos laborales. aunque creo que sin esos motivos no se si me habría atrevido. Para cuando pasen las calores estivales y si consigo ponerme un poquito a tono lo mismo este otoño me atrevo.

Ante la falta de noticias extensas, ninguna crónica y con tan solo la información de algunos comentarios de los participantes, es díficil hacer una narración de la jornada.

Contar, que la participacion fue más que aceptable, con un grupo con 13+1 participantes.

Todos llegaron a destino, unos en mejores condiciones que otros.

La climatología no acompaño, con unas temperaturas muy altas, aunque normales para la época que estamos del año (los días más largos y las noches más cortas)

Al finalizar el recorrido comida de los partipantes y sus familias y acompañantes, y feliz viaje de vuelta a casa, pero ya en coche,

y los caballos de hierro en el camión.


Un saludo
Emiliano Andrade

Nota: sigue faltando material para ir ampliando la cronica de la jornada (comentarios, anécdotas, fotos,etc)

2 comentarios:

  1. enhorabuena a todos!!!!!ojalá todo el mundo hiciese las cosas con la ilusión que lo hacéis vosotros, espero ver muchos más recorridos...
    Ana Parejo

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  2. Bueno Domingo, lo prometido es deuda, aqui está el ROMANO. Por lo que veo os pegais unos buenos tutes de ciclo, ten cuidado con las "pájaras".Por cierto, por la foto intuyo que a Guadalupe llegaste jodido, en la foto no se te ve ni la cara. Bueno animo, fuerza y pedal. Un abrazo

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