lunes, 29 de junio de 2009

La Cuesta de Pedro Cuesta
( domingo, 28 de junio de 2009 )

Asistentes a la ruta:
José María Almaraz Luna
Juan Manuel Barroso Morcillo
Florencio Benítez-Cano
Juan Luis Capilla Camacho
Pablo Carrascosa Sánchez
Pedro Cuesta Flores
José Carlos Escobar
José Joaquín Gallego
Moisés López Calle
Andrés Nieto Cortés
Domingo Pablos Bautista
Diego Parejo Jiménez

Tiempo empleado: 2 h. 20 m. 28 sg.
Velocidad Máxima: 40,5 Km/h.
Velocidad Media: 18,2 Km/h.
Parciales:42,540 Kms
Odómetro: 51.336 Kms.
Totales: 107.915 Kms.

Recorrido: Plaza de España,…Carretera de Cáceres, Sajonia, Canal de Orellana, Cuadradillo, El Entalle, Castillejos, Cuesta tremenda, Pared de piedra, Camino de los Castillejos Reunidos, El Entalle, Cuadradillo, Canal del Orellana, Sajonia, Carretera de Cáceres, Plaza de España.
Comentario
El grupo ha estado un poco mermado respecto de los recorridos que venimos realizando últimamente. Cuando nos juntamos en la Plaza hacía una temperatura muy agradable aunque el sol picaba un poquito, luego durante el recorrido fueron apareciendo algunas nubes y llegó a nublarse totalmente manteniéndose así hasta el final con una temperatura bastante buena y con una brisa muy agradecida.
Sin embargo el recorrido de hoy ha estado marcado por una serie de desaciertos que al final se han quedado en simples anécdotas para ser contadas al resto de los componentes del equipo que hoy no han estado presente.
José Joaquín se quedó atrás en la Cuesta del Cuadradillo y nadie sabía si se había quedado rezagado o si por el contrario se había vuelto para atrás, como alguien apuntó que había manifestado, no sabemos si en serio o en broma, así que le estuvimos esperando mientras su cuñado Andrés volvió atrás para ver que pasaba y apareció con él un poco después. Seguimos la marcha con la duda aún en el aire de no saber adónde ir ya que Pedro Cuesta quería subir por la Cuesta de la Novia, bajar por el Borril de nuevo al Canal y luego coger la nacional antigua y la vía de servicio para llegar hasta San Pedro, recorrido que parecía un poco largo, por lo que pasamos de largo la Cuesta la Novia y nos fuimos hasta El Entalle. Tomamos por allí hasta los Castillejos, y al llegar a la altura de la casa, en lugar de seguir hacia delante, torcimos a la derecha. Yo creía que ese camino era sólo de entrada a la casa, pero pronto me daría cuenta que siguiendo más a la derecha aún, se dejaba la casa a un lado y el camino continuaba por una improvisada pendiente parecida a los cortafuegos tan repentinos por los que hemos pasado en anteriores recorridos. Tal es así que nada más comenzar la cuesta, algunos se tuvieron que bajar de la bicicleta, porque les cogió de imprevisto y no pudieron poner el desarrollo adecuado. Los que tuvimos más suerte de meter enseguida la reductora aguantamos algo más, pero como íbamos tan despacio y tan juntitos, en cuanto se caía uno, debido a la cantidad de piedras sueltas que cogían las ruedas, los demás íbamos detrás. Sólo de esta guisa consiguió subir Andrés, que se cubrió de gloria en esta ocasión, aunque no le duraría mucho dicha euforia.
Yo no conocía ese camino, pero en cuanto me situé un poco y vi la plantación de alcornoques que había, enseguida deduje por dirección que llevábamos que iríamos a parar al camino que hemos llevado siempre de los Castillejos Reunidos, aunque algunos, los más, no se situaban bien, y estaban totalmente desorientados. Al llegar al final de todas las pendientes y coronar en un altozano a modo de pequeña meseta, enseguida me percaté de la situación y fuimos de esta guisa a parar al camino antes indicado, exactamente por la pared de piedras que en otras ocasiones hemos cruzado por la portada canadiense.
Allí mismo paramos a reponer energías y allí mismo aprovechamos para hacernos la foto de rigor, que en esta ocasión correspondía hacerla a Pedro Cuesta porque llevaba el traje del Spiuk de Extremadura en lugar de llevar el de la Peña.
Yo pensé que ya todo el mundo estaba situado y orientado perfectamente, mas no fue así. Comenzaban ahora las pendientes pronunciadas que en otros momentos, la mayor de las veces, hemos subido en otros recorridos, pero que en esta ocasión se bajaban por lo que el grupo se desmembranó enseguida porque unos bajaban como fieras salvajes, otros como personas normales y otros con más miedo que vergüenza, que el miedo guarda la viña.
Así y todo me entalló una rama de zarza de las que crecen más de la cuenta e invaden el camino y me dio en el brazo, produciéndome sendos arañazos con la correspondiente afluencia de sangre, pero era más lo llamativo que el daño real que me produjo.
Así pues, cuando llegamos al cruce del Entalle todos íbamos dispersos y ya camino del Cuadradillo conseguimos reagruparnos. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que uno de los mejores, uno de los veteranos empedernidos, faltaba a la cita de aquel reagrupamiento. Era Andrés que nadie sabía nada de él. Bueno una cosa sí se sabía que no iba delante, así pues era lógico que se hubiera quedado atrás en aquella carrera infernal, no por falta de recursos, sino por algún pinchazo o alguna caída.
Todos estábamos indecisos sin saber que hacer, llamamos al móvil más no había cobertura por estos montes, como casi siempre pasa, y ante la indecisión de qué hacer, di una voz y dije que iba a buscarle. Siguieron detrás de mí algunos más, y pedaleamos siguiendo los pasos que habíamos andado anteriormente. Cada vez nos parecía más raro que no apareciera, y por fin llegamos hasta el mismo lugar donde habíamos parado a comer.
Ya sí que no había vuelta de hojas, aquello parecía cosa de brujería, pues no había en este intervalo ningún camino por el que se pudiera haber desviado.
Regresamos José Carlos y yo, hasta el Entalle, donde esperaba el resto del grupo, y por fin nos enteramos que su cuñado había conseguido hablar con él, que le había dicho que se había extraviado y que estaba en un lugar donde había ruedas de los coches colgadas de los árboles, pero que se había cortado y ya no pudo saber nada más.
Pedro Cuesta que se imaginaba el lugar que indicó de las ruedas, se fue en su busca, acompañado de Capilla y de Pablo Carrascosa. Los demás esperamos impacientes allí porque tardaban, haciendo todo tipo de comentarios.
Yo no pude aguatar más y de nuevo salía su encuentro, con la buena suerte de que pasado el cauce empedrado del Entalle me le encontré con cara de espanto y más nervioso que una pavesa. Se puso contentísimo al verme, pero no sabía nada de los otros tres que le habían ido a buscar.
¿Me pregunto por dónde se habría metido para que no se hubiese cruzado con los otros tres?
Aún no sabía dónde se encontraba, y no quería que le dejara solo, pero le expliqué que estaba en un lugar superconocido, que en cuanto pasara el arroyo torciera a la derecha y se encontraría con el resto del grupo. Luego me crucé con un coche y le paré de manera imperativa, preguntando al señor conductor, si había visto a tres ciclistas vestidos como yo, y como me contestó afirmativamente ya me quedé más tranquilo y seguí a su encuentro, hasta que nos juntamos y pedaleamos juntos en busca del grupo.
Ya todo parecía que se había terminado por esta jornada, pero poco después ocurriría otro percance con el que nos dimos un buen susto. Ya en la pista de la acequia que se separa del Canal de Orellana camino de la autovía y del Sajonia, Juan Luis Capilla sufrió una caída, la típica caída “del afilador” y nos dio un buen susto, porque se hizo bastantes heridas, y la sangre como sabemos es muy escandalosa. Pero todo se quedó en el susto, y pudo continuar el camino de regreso.
Esperemos que en estos momentos se encuentre perfectamente bien.
Hay que decir que un señor de los guardacanales paró para socorrernos, pero como no hizo falta, el señor siguió su camino, llevándose nuestro agradecimiento. Aconsejamos a Capilla que fuera al médico para que le viera esas heridas y a Andrés que fuera al sicólogo para que se aplacara un poco del nerviosismo sufrido en esta jornada.
Una vez más hay que instar a todos a que llevemos el máximo cuidado, que aunque lo hagamos, no es malo recordarlo.
El resto del camino lo hicimos muy bien, pedaleando con alegría y subiendo la media un puntito que venía tirada por los suelos con tantas paradas y vicisitudes ocurridas en esta jornada.

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