martes, 14 de abril de 2015

I RUTA DE LA MOCHILA: LAS TRES ENCINAS



              
    
 

primer video: 
http://youtu.be/voJ4EADoEsc 
segundo video: 
http://youtu.be/854ybaGaiTI 
tercer video: 
http://youtu.be/yOB0v4cVRaE 
cuarto video:
http://youtu.be/c-OQjWpLA54 

quinto video: 
http://youtu.be/smjmThiVIfU    

Fotos:                      
https://drive.google.com/folderview?id=0B5MDsZxcuoPifmtEUHRaRElvSy15c1NmMHVtTklKWXJhQ2JUcS1KRWY4T24yZi10TWw4ams&usp=sharing

 Cronica de Pedro Carrasco Cuesta a 12 de Abril de 2015
 Fue hace unos meses cuando Santi el Yanqui propuso hacer una etapa especial donde saliésemos sin prisas y provistos de viandas en la mochila. Todos dimos el visto bueno y se comenzó a planificar tanto la fecha como el camino a seguir. Fue ahí donde, en mi calidad de sherpa y explorador de la peña, se necesitaba de mi concurso para organizar la ruta. Tras barajar distintas opciones se me ocurrió proponer una etapa que hicimos en su día Domingo Pablos y yo, donde visitamos tres encinas (La Terrona, La Solana y La Nieta) declaradas como “árboles ejemplares de Extremadura”.
Acaso movidos por lo novedoso del evento, hasta veintidós Perrigalgos nos dimos cita en el Paseo a las ocho de la mañana; había que adelantar una hora el horario ordinario porque eran ciento veinte kilómetros, y no teníamos claro el devenir de una jornada tan intensa. Saludos, foto de rigor y presentación en sociedad de la nueva adquisición de Toni: una Lapierre de doble suspensión que pasa a engrosar una larga lista de “burras” de última generación.

Con el ritmo cadencioso propio de los primeros kilómetros, pasamos por Marmedra camino de la pista que lleva hasta Almoharín, pasando por la ermita de Sopetrán. Vamos tan abstraídos del pedaleo como imbuidos en la charla, y hasta en tres ocasiones equivocamos un itinerario que conocemos al dedillo.

 Cruzamos las calles desiertas de la “capital de higo”, y pronto nos adentramos por un camino ascendente entre higueras y olivos centenarios que nos conduce a una rampa hormigonada de unos trescientos metros con la friolera de un 20% de desnivel. Camisetas térmicas y manguitos a tomar por saco, en una mañana que arrancó más bien fresca pero cuya temperatura va “in crescenso”, máxime tras la ascensión, en la modalidad denominada “molinillo”, del rampón de marras.





Dejamos el pueblo de Valdemorales a la izquierda y la majestuosa sierra de San Cristobal y el pico de Cancho Blanco a la derecha con la denominada Bola en su cúspide, mientras continuamos ascendiendo por senderos de ensueño jalonados por seculares paredes de piedra. La vereda se vuelve angosta por momentos y la mayoría hemos de echar pie a tierra para salvar un tramo con escalones de piedra solo apto para las cabras, o para equilibristas de la talla de Pablo y compañía.



Poco antes de ganar la pista asfaltada que conduce a la Bola, se produce el primer incidente de la jornada. Ha sido Tite el que ha pinchado su rueda trasera. Algún cachondo bromea con la posibilidad de que el interfecto la haya desinflado, simulando un pinchazo, para descansar unos minutos.
En el ínterin pasa un vejete cabalgando un flamante quad y Pancho comenta: “¡Cojones, cómo cambian los tiempos! ¡Hasta hace cuatro días este “aguelete” iba con su burrita, y mira ahora…!

Tras varios giros a izquierda y derecha por un vericueto de senderos ora intrincados ora pedregosos, pero siempre espectaculares para la práctica de nuestro deporte, vamos a dar a la presa de Navarredonda, sita en las estribaciones de la sierra donde nace el río Tamuja. 



El pequeño pantano es un coto delimitado con una alambrada donde se pesca uno de los peces de río más valorados por los aficionados a este deporte (¿…?): la exquisita tenca. Lo bordeamos por una vereda que lo circunda y cogemos un camino descendente que nos lleva en un santiamén a la población de Zarza de Montánchez.






 Cruzamos el pueblo saludando a los lugareños y enfilamos por el camino que lleva a la primera encina: La Terrona. Se trata de un mayestático árbol cuya edad se estima en ochocientos años, y que está considerado como el más grande de Europa en su especie. Los pontones que sujetan sus enormes ramas hacen que este magnífico ejemplar siga en pie, y cada día son más los que se acercan a admirar este milagro de la naturaleza.  



Después de un receso donde tomamos las imprescindibles instantáneas y reponemos fuerzas, nos enveredamos  por un sendero de los denominados técnicos. Tan técnico es que quien escribe se pega un revolcón (comúnmente llamado “petetazo”) en un tramo en descenso con piedras traicioneras.

La contemplación de la dehesa y los olores de la flora en todo su esplendor embriaga nuestros sentidos cuando, tras superar un alto, desembocamos en la localidad de Salvatierra de Santiago. Nos detenemos en un monumento con tres cruces al lado de la capilla-panteón de Santa Catalina, y emprendemos la marcha con más de media hora de retraso sobre el horario previsto, una bagatela carente de importancia para una etapa como la que nos ocupa.


Volvemos a cruzar el río Tamuja y giramos a la derecha, adentrándonos en una dehesa de terreno ondulante con un espectacular encinar. Paco el Demontre se encarga de protagonizar el segundo incidente de la jornada. Su rueda trasera emite un silbido tan fatal como característico que tenemos que solventar entre todos, ante la total anuencia del “doliente” que, al ser recriminado por inhibirse de un asunto de su incumbencia y para más inri, acierta a decir, enfatizando las palabras y parafraseando a José Mota: “No digo que me lo superes, no. Simplemente, iguálamelo”.



Para entonces el “gran showman” Tite, prosigue con su jocunda perorata y se arranca con marcada desafinación con una copla, que también podía ser fandanguillo, o incluso jota. “No me vuelvo yo a apuntar a una ruta de paseo; no me vuelvo yo a apuntar, porque me cago y me meo. Lo que quiero yo es llegar sano y salvo a nuestro pueblo”.
Ganamos una carretera tercermundista llena de baches que nos lleva al pueblo de  Benquerencia, donde nos detenemos unos momentos junto a la iglesia. El paisanaje sale a la puerta a ver pasar a unos locos vocingleros que parecen pasárselo como los indios. Una mujer madura, al saber nuestra procedencia, nos dice que a nuestro pueblo ha venido muchas veces “a comprar melones”.

 Bajando por un camino nos cruzamos con un rebaño cuyo pastor desgreñado necesita un pelao más que el comer. Al arrancar se lo hago saber, tal vez cruzando las lindes del descaro y la desfachatez.
Llegamos  a la presa de Valdealcornoque sobre el arroyo del mismo nombre y, tras bordearlo en parte, giramos a la derecha para llegar a la carretera de Cáceres. Quinientos metros escasos por el asfalto y torcemos a la izquierda, donde vemos un grupo de gente pasando el día de Cuasimodo al lado del río Salor. 


Tras recorrer apenas tres kilómetros llegamos al segundo objetivo: la encina La Solana o de Sebastián, que se aparece con una rama desgajada del tronco. Se trata de un ejemplar con un magnífico porte y una edad estimada en setecientos años. Dicen los lugareños, no sé con qué grado de exageración, que su producción ha rondado algunos años los mil kilos de bellotas.


Camino de la población de Valdefuentes, ya con la proa en dirección a casa, Juanlu sufre el primero de sus pinchazos; el segundo fue en el pueblo mientras nos tomábamos un refresco en la terraza del bar Petunia.


 Los intentos por mercar el pan y las bebidas para la merienda en el pueblo resultan infructuosos y, tras llenar los bidones en una fuente, nos aprestamos en llegar antes de que sean las dos a la población de Torre de Santa María, en prevención de que encontremos cerrado el ultramarinos. Tenemos suerte (la Lali también, que así se llama el comercio y quien lo regenta) y hacemos acopio de pan, refrescos y cerveza fria… y algún que otro dulce para que los lampuzos se endulcen el jocico.


Pronto llegamos a nuestro tercer punto de referencia: La Nieta, una encina de quinientos años con un porte un tanto desgarbado, aunque igualmente imponente, que debe su nombre a otra ya desaparecida que había en este paraje, llamada La Abuela.
Sin solución de continuidad, y sin apenas hacerle caso a la encina, el personal se “jondea” en el césped dispuesto a dar buena y merecida cuenta de la gran variedad de viandas que portan. Eran las dos y media, llevábamos recorridos setenta y tres kilómetros y nos entregamos con deleite a los placeres de la manduca. En la hora y media aproximada que estuvimos allí comimos bien, bebimos mejor y reímos como nunca. Chistes, chascarrillos, comentarios hilarantes (algunos cuescos) se desgranaban con profusión mientras que alguno intentaba descabezar en vano un rato de siesta entre risotadas y conversaciones altisonantes.






 Pero el punto álgido y auténtico colofón al “carrusel de risas” fue a la hora de arrancar. Sucedió que Javielillo estaba intentando colocar la cámara para la foto entre la hierba, cuando aparece un hombre canoso de edad provecta y le solicitamos que nos tire la foto con el móvil. El buen hombre parecía no haberla visto más gorda en toda su vida y necesitó de hasta cinco intentos (y nosotros posando) para activar el dispositivo del móvil. Fue en ésas cuando Tite tiene uno de sus arranques de ocurrencia y exclama: “Este buen hombre  no es ni pariente lejano siquiera de Tomasín”. El “golpe” fue de los que hacen afición y las risas fueron generalizadas.

Ya en marcha deshacemos el camino de vuelta otra vez a Torre de Santa María y nos adentramos por un laberinto de callejuelas, buscando el camino que conduce a la pista asfaltada que baja de Montánchez y que denominamos en el mundillo cicloturista como “la de los mesones”. Giramos a la izquierda y descendemos a toda mecha. En éstas nos cruzamos con dos mujeres en bici que resultan ser Mario, la mujer de José Miguel y una amiga, que han salido desde Almoharín y van a subir a Montánchez.
Pronto dejamos el asfalto y torcemos por un camino a la derecha que, tras un repechón de trescientos metros, se descuelga en bajada hasta la carretera que llamamos la de  La Quebrada, pasando por las fincas del Hinojal y La Quejumbrosa.
Nuevo pinchazo del Demontre que, esta vez sí, ayuda a arreglar.  Llegamos a la carretera que une Almoharín con Arroyomolinos y giramos por el cordel que lleva a la Dehesa Vera, pasando por la finca La Pizarra. Un nuevo giro a la izquierda nos lleva hasta la sierra del Saltillo y el cortijo del Toconal.


 Desde ahí enfilamos hacia el Canal de Orellana, que dejamos para dirigirnos al poblado de Conquista del Guadiana. Nos quedan unos diez kilómetros que desgranamos a un ritmo tranquilo, ya saboreando la sensación placentera de haber logrado un objetivo exigente que pone el listón un poco más alto en los anales de la peña.
Ya en el pueblo nos dirigimos al Petunia para tomarnos algo y relamernos de la fenomenal experiencia que ha sido la ruta y el rotundo éxito de la misma. Han sido ciento veinte kilómetros que nos han dejado extenuados, pero nos quedamos con el éxito sin parangón de la jornada y me atrevo a vaticinar que esta ha sido la primera de una larga lista, que vendrá, de LA RUTA DE LA MOCHILA.
Sí, yo también los he visto y creo que están locos. REMATADA Y MARAVILLOSAMENTE LOCOS.    

Crónica Pedro Carrasco
Hasta la próxima “correliebres”

7 comentarios:

  1. Magnifica, extraordinaria, expectacular, increible........ y se acaban las palabras para describir la jornada del domingo, para mi a sido una de las mejores que ha completado la peña, el ambiente inmejorable creo que esto de La Mochila tiene tintes de convertirse en una Clásica. Muy bien narrada como nos tienes acostumbrado Don Pedro y como te dije mi puntación es de un 15 sobre 10. Gracias por enseñarnos otro cachito de nuestra Extremadura.

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  2. La verdad sea dicha y es que no creo que haya en el diccionario tantos adjetivos para calificar tanto la ruta como a la persona que la dirigió. impresionante dia de ruta,de convivencia,de buen rollo ,de paisajes excepcionales,de risas y carcajadas.una "terapia" de grupo acojonanter.bueno....ya paro,que me vengo arriba. muchas gracias D. PEDRO por hacernos disfrutar de los maravillosos paisajes de la nuestra EXTREMADURA y gracias a todos los compañeros de viaje, da gusto pedalear con tan buena gente. hasta la proxima.

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  3. SOBERBIO, INCONMENSURABLE, ENORME, Don Pedro y no sé cuántos adjetivos más dedicarte para calificar tu capacidad para sorprendernos que, definitivamente, no tiene límites. La ruta de la mochila, toda una grata experiencia, destacando el tramo del recorrido del tres encinas. ¡Qué parajes, qué belleza!. Pero sobre todo, qué talento para guiarnos para poder contemplar lugares que de no haber sido gracias a ti, difícilmente los hubiéramos conocido. A la espera de la próxima sorpresa, una vez más, ENHORABUENA.

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  4. Como calificar la crónica del amigo Pedro!, simplemente enhorabuena y tambien felicito a todos los que participasteis y disfrutasteis de esos bellos parajes y árboles centenarios.

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  5. La ruta fue espectacular y la cronica a la altura de la ruta como nos tiene acostumbrado don pedro
    Ivamos con respeto por los klmts pero eso fue lo de menos , las vistas increibles hay momentos k no tienen precio como la foto de riigor
    Deseando de repetir otra ruta seguro k igual o mejor
    Enorabuena pedro y gracias por enseñarnos algo k tenemos aqui al lado

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  6. Sublime la crónica, sublime la ruta y sublime el que ha hecho posible uno de los dias mas espectaculares que se recuerdan en la peña, enhorabuena Pedro, todavía estoy flipando...
    Para el año que viene no se que haremos, has puesto el listón muy alto, me imagino que ya estarás maquinando algo porque desde luego la experiencia ha sido fantástica y la peña ha quedado encantada de la vida, a si que ya sabes, al lío, porque solo tú eres capaz de hacernos disfrutar así de la bici....MAQUINA!!!

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  7. Bueno, bueno, ya está bien de halagos, a ver si me lo voy a creer y va ser peor.
    Nada , Perrigalguetes, que os agradezco que me tengáis en tan alta estima. Soy yo quien más disfruta de las rutas , y si de paso disfrutáis también vosotros, miel sobre hojuelas.
    Un abrazo a todos y nos vemos en los caminos.

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