martes, 27 de marzo de 2012

LOS PERRIGALGOS Y SU TROUPE, SE FUERON A GUADALUPE


RUTA DEL 25-03-2012


OTROS DATOS DE LA RUTA SON:
http://www.endomondo.com/workouts/44195955
KM TORTUGA, EL 105 con 6 min. Y 42 seg.
KM LIEBRE, EL 98 con 1 min. Y 17 seg.


25-mar-2012 8:10
Distancia 105.96 km
Duración 5h:11m:52s
Velocidad Prom 20.4 km/h
Velocidad Máx 61.9 km/h
Calorías 5166 kcal
Altitud 304 m / 759 m
Elevación 1017 m ↑ / 639 m ↓






Crónica de Pedro Carrasco
Llegaba el día de nuestra etapa especial por antonomasia: la ruta anual a Guadalupe. La hora fijada para la salida era las ocho, pero con el cambio de hora había cierto temor de que se produjera algún malentendido o despiste. Finalmente, aunque no faltó el camastrón que llegara un poco tarde, veintiséis Perrigalgos se dieron cita en el Paseo, que presentaba para la ocasión un aspecto que quería imitar, sin conseguirlo, la época del medievo, con numerosos puestos de un pretendido mercado medieval. Algún vendedor acostado en su furgoneta debió ver interrumpido su sueño, y se preguntaría qué algarabía era esa que se barruntaba a esa hora tan temprana de la mañana.
Faltaban a la cita algunos nombres ilustres como Diego, Emiliano, Pancho, el Gran Julius, el Chino o el presidente, aquejado de un mal denominado “avejentamiento prematuro multiorgánico” (ánimo, Domingo, no seas cabezón y trátate ese “romaízo” que tienes agarrado al pecho).
Entre los integrantes del grupo hay algunos noveles de esta etapa como Dominguito, Isaac, Luis, Blanco, Pedro Collado o Miguel Andrade, que se presenta de manera inopinada ataviado con un collar de hawaiano. Nos acompañan, ex profeso, José Miguel y Evaristo, que sin ser componentes de la peña propiamente dicho, han querido sumarse a la etapa. Acuden también media docena de Perrigalgos que no harán la ruta hasta Guadalupe por distintos quehaceres, pero que nos acompañan a hacer media etapa.
Los comentarios versan sobre algunos amantes del esnobismo (“noveleros”, los llamo yo). Han puesto a dieta a sus burras, que se presentan como sílfides, con unas ruedas lisas y estrechas que parecen ridiculizar sus monturas.

Hoy me erijo en protagonista de excepción de la ruta. Y es que me toca hacer de “sherpa”, de cicerone y de cronista: tres cometidos por el precio de uno. Cuando arrancamos entre dos luces, notamos que un ligero vientecillo nos da en la cara. Sin apenas dar tiempo a calentar las piernas el grupo se aplica al pedaleo, y pronto vamos dejando atrás distintos pueblos de colonización (Valdehornillos, Vivares, Casar de Miajadas, Puebla de Alcollarín, Palazuelo y Felipe V), que parecen clonados unos de otros.

De vez en cuando Andrés hace sonar el silbato en un intento frustrado de pastorear al grupo, insistiendo en que se ciñan a la derecha. Debido al fuerte ritmo se alzan voces sarcásticas sobre la posibilidad de encontrarnos a los monjes jerónimos del monasterio todavía acostados, de seguir a ese paso.
Cuando llegamos al embalse de Sierra Brava tenemos casi cincuenta kilómetros en las piernas. Hacemos la primera parada para comisquear un poco y hacernos la primera foto; y es que era el momento de que Javi (con pena de su corazón), Pedrito Colore, Juanma y compañía vuelvan grupas a sus monturas y regresen para casa.
Por el Canal de las Dehesas seguimos camino, buscando la presa de Ruecas. El viento arrecia y comienza a hacer mella en algunos, mientras cruzamos por un paraje adehesado con un terreno de constantes subidas y bajadas. Al poco de pasar por el embalse arribamos a Logrosán, donde nos reagrupamos de nuevo. La bici de Pablo presenta algún problemilla de rozamiento y él la secunda, tal vez por simpatía o por una cuestión que se me escapa; es algo que llaman eufemísticamente “malas sensaciones”. No falta el cachondo que propone que si ve que la bici va frenada, que se la cambie al Triqui.
Mientras reponemos fuerzas de nuevo a la vera de una ermita donde se venera a Santa Cecilia, Patrona de Logrosán, se baraja la disyuntiva de seguir hasta Cañamero por camino o por carretera. Enseguida los “noveleros” de las ruedas estrechas alzan la voz y se llevan el gato al agua, ante la claudicación (que no condescendencia) del Capi, que tiene desde siempre una acendrada fobia al asfalto.
He dicho “en denantes” que hoy soy el protagonista, y acaso es por eso que quería hacerlo a lo grande: para lo bueno y para lo malo; así que también me agencio el dudoso honor de copar el capítulo de incidentes y pincho; pero no una vez sino dos, al tiempo que juro en arameo y me cago en todos los santos que almuerzan, que son todos.
Mientras se arreglan “mis” pinchazos, algunas cabras que empiezan a cojear de manera más que ostensible se adelantan al grupo, con buen criterio. Llegamos a Cañamero con el grupo disperso, tras subir una cuesta cojonuda de un par de kilómetros. Cogemos agua en una fuente y reponemos fuerzas con una bolsa de roscas riquísimas que ha comprado Evaristo, y que reparte a discreción. En este punto inician su particular etapa tres Perrigalguillos de nueve años (los hijos de Paco, Pablo y Andrés) que se defienden como jabatos subiendo hasta el puerto de Puertollano.

Algunos dan muestras de flaqueza. Miguel, el Hawaiano, está casi exhausto y rompe en cagalera, que tiene que aliviar en un bar de Cañamero; el Triqui tiene calambres, pero aguanta a su ritmo con su pedaleo “sui géneris”; Blanco acusa las rampas de forma notoria (creo modestamente que no ha estado muy acertado a la hora de elegir deporte. Donde habría un magnífico jóquey con sus cuarenta kilos de peso, hemos dado en un ciclista de medio pelo, pero, eso sí, jovial y voluntarioso como él solo); Antonio ha dicho “basta” y se sube con su montura al camioncillo, para evitar las tendidas pero largas rampas de la subida a Puertollano.
Nuevo reagrupamiento y posterior bajada a tumba abierta, hasta el camino de la vía que cogemos a la izquierda, sobre el acueducto, unos kilómetros más adelante. Ahora el Capi puede quitarse el “mono” con un poco de camino y no solo parece recuperar fuerzas, sino que hasta de cambia “la color” de la cara.



Recorremos los últimos kilómetros, superamos con suerte dispar el repechón final, y ya estamos en la Puebla de Guadalupe, patrona de Extremadura y de todas las Españas. Hacemos la entrada triunfal en la plaza, recibidos por vítores y una salva de aplausos que nos dispensan nuestras mujeres, sentada en la escalinata del monasterio.

Saludos, parabienes, caras de satisfacción, preceptivo bautizo con la concha del peregrino de los noveles en el pilón, foto de rigor con el monasterio de fondo, ciento diez kilómetros en el cuerpo, y misión cumplida de la III RUTA A GUADALUPE.







Nos damos una ducha reparadora en Cañamero y no “jincamos” unas cervezas reconfortantes antes de comer. Preside la mesa el Triqui (padre) Beltrán, que bendice entre risas las viandas que vamos a tomar: un exquisito arroz “cardoso” (así se llama también un futbolista de la selección chilena) de primero y carne en caldereta de segundo.
Finalmente agradecerle a Andrés las molestias que se ha tomado y el acierto en la elección del restaurante, donde nos atendieron de manera exquisita, donde nos trataron a cuerpo de rey, donde nos pusimos de comer como el tío Quico, y donde, seguramente, tenemos muchas papeletas para volver.
Hasta la próxima, “correliebres”.

2 comentarios:

  1. Joder con el maestro!!que cronicas se marca... Indicar que la "cagada" en Cañamero y las rosquillas de Evaristo fueron fundamentales para acometer sin sobresaltos los kilometros finales de la ruta. Enhorabuena a todos los que han dedicado su tiempo para que todo saliera "al pelo".

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  2. una ruta ejemlar del peregrinaje a guadalupe.enhorabuena por llegar a la meta ,todo un gran premio despues de tan grandioso esfuerzo.¿cual sera el proximo reto..?

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