lunes, 25 de octubre de 2010

Ruta senderista de las Juderías. Cabezuela del Valle – Gargantilla - Hervás

Participantes:
Pablo Carrascosa Sánchez
Juan Luís Capilla Camacho
Nico Herrera
Juan Carlos Muñoz Tapia

Este fin de semana comenzaré el relato de esta crónica, senderista, saliéndose un poco de la habitual crónica ciclo-turista de los domingos, el viernes, ¿porqué este día? Pues porque asistí a la presentación por parte de ADEVAG (Asociación para el Desarrollo de las Vegas Altas del Guadiana) del Camino Mozárabe a Santiago de Compostela y las rutas Guadalupenses. A la presentación acudieron varios grupos que, unos a pié, otros en bicicleta, otros a caballo durante del mes de Octubre habían realizado alguna ruta hasta Guadalupe. El premio era de 150,00 € que nuestro grupo también tiene en la hucha. Pero de los miembros de la peña sólo estuvimos Domingo Pablos, yo y Juan Luis Capilla que hacía las veces de anfitrión, al ser gerente de ADEVAG.

De camino a casa me encontré con Lalo, que iba con el brazo en cabestrillo, pero con muy recuperado de las heridas sufridas en el rostro. Me alegré muchísimo de verlo y poder comprobar su positiva evolución. Me comentó que se había quedado con las ganas de poder venir a esta ruta senderista, al igual que otros miembros del grupo que por diversos motivos se han quedado con muchas, muchas ganas. Pero seguro que para el año 2.011 volvemos a repetir esta misma ruta o alguna parecida.

Para esta ruta salimos el sábado por la tarde, el recorrido desde Santa Amalia hasta el punto de salida, Cabezuela del Valle, se realizó en automóvil, haciendo una pequeña parada en Plasencia donde las féminas pudieron visitar las tiendas de la capital del Jerte. Una vez llegados a Cabezuela del Valle nos dirigimos al Hostal donde teníamos la dormida, en la cervecería de enfrente pudimos cenar y tempranito para la cama que al día siguiente había que madrugar. Nos extrañó bastante tras preguntar dónde podíamos desayunar al levantarnos a las 7 de la mañana, que no hubiera ningún establecimiento abierto hasta las 9 y media de la mañana. Sólo al parecer y no era seguro, había un lugar a unos 6 kilómetros, pero nos pareció demasiado alejado para arriesgarnos a hacer el viaje en balde.

A las 8 de la mañana puntualmente, todos estábamos preparados para la ruta, un café rápido en el mismo Hostal nos dio fuerzas para comenzar el día. Con bastante oscuridad comenzamos, con las farolas del alumbrado público aún encendidas, hasta el cambio de hora, a las 8 de la mañana se ve bastante poco. Al llegar a puente sobre el río Jerte se veía un poco más. La primera rampa se nos hizo la más dura, siempre ocurre lo mismo, nuestros motores deben ser diesel, les cuesta arrancar y romper a sudar. Atravesamos una zona de cultivo en bancales, donde a lo largo de los siglos los pobladores de la zona han ido haciendo terrazas en las faldas de la ladera del monte donde han sembrado los tan conocidos cerezos del Jerte, árboles cuyo fruto es la picota. El propio dueño del hostal nos comentaba que tras servirnos el café, se marchaba a podar sus cerezos. Normalmente las actividades turísticas y hosteleras son un complemento de la actividad agraria. Nos dijo que el precio de las picotas este año no ha sido muy bueno y que la rentabilidad del cultivo se ha resentido, hay mucha competencia. Nos contó que en una de las parcelas que atravesaríamos habían estado recogiendo picotas desde el mes de abril hasta hace pocos días, algo completamente atípico y que supone un record de productividad.

Tras la primera ascensión vimos el valle que dejábamos a nuestra espalda, el pueblo de Cabezuela, las montañas al fondo salteadas de fogatas humeantes donde los podadores queman las ramas que cortan de los cerezos. En algún rincón del camino pudimos ver incluso las brasas humeantes de un fuego que no se había apagado del todo.

Una vez pasada la zona de cultivo de cerezos, comenzábamos a adentrarnos en un bosque de robles, alejándonos cada vez más de la civilización y del impacto de la mano del hombre sobre la naturaleza, ahora el bosque cada vez se hacía más espeso, los caminos se estrechaban, las señales aunque bien colocadas, costaba localizarlas entre la maleza formada de helechos verdes por la humedad de la umbría de la gran montaña que teníamos enfrente. Por una vereda estrecha llegamos hasta un pequeño puente propio de la época en que Hispania estaba poblado por los Celtíberos, pueblos Celtas de Hispania, al igual que los Galos, a la derecha del puente una cascada de aguas frías y cristalinas, con un rumor que junto con la luz solar que se colaba a través de las copas de los arboles en forma de haces de luz le daban al lugar un aspecto casi mágico, parecía que habíamos retrocedido en el tiempo. De lo más espeso del bosque tras los haces de luz solar emergieron dos extraños personajes, uno bajito con bigotes y el otro grueso y pelirrojo que traía un jabalí bajo cada brazo. Al encontrarse delante de nosotros dijo el más grande, “mira que romanos tan raros, déjame que les atice”, “No, Obelix, que llegamos tarde, no te entretengas”, “están locos estos romanos, como se atreven a adentrarse en nuestro bosque, con lo que les atizamos” y tal y como aparecieron desaparecieron tras la espesura y la luz del bosque. En este puente paramos para tomar un primer bocado, beber agua del propio arroyo y atarnos bien las botas, que a partir de ahí comenzaba lo más duro de la ascensión al puerto de Honduras.

Por un camino serpenteante que a través de muchas pasadas se ha ido conformando en una especie de escalones naturales, subimos al mismo tiempo que la vegetación y el bosque de robles y castaños desaparecía a nuestro alrededor, a pesar de que lucía un sol espléndido, éste no calentaba lo suficiente como para desprenderse de la segunda capa de ropa que llevábamos y de vez en cuando un aire bastante fresquito nos hacía subir las cremalleras.

A medio camino de la cima, una caída espectacular de agua hizo nuestras delicias, la habíamos visto al salir del robledal. No sin asumir cierto riesgo nos acercamos todo lo posible pero por prudencia nos hicimos un par de fotos rápidas y volvimos al sedero oficial, ya que esta cascada se aleja unos metros del camino.

De esta forma, entre parada y parada para llenar el calderín de aire, y el estómago con algo de comer y beber, fuimos llegando a la cima de puerto de Honduras, donde nos encontramos con un grupo de cazadores que se quejaban de cómo les había ido la mañana, aunque nosotros escuchamos algún que otro disparo.

Una vez que llegamos al refugio que corona la cima y después de hacernos un par de fotos comenzamos la bajada, ahora estábamos en el valle del Ambroz al otro lado de la cresta de la montaña. El camino era estrecho y pedregoso, bastante incómodo para las articulaciones al tener que esquivar la numerosas piedras, y materia orgánica (vamos caca de vaca) de las vacas que andaban pastando por estas laderas, bueno más que vacas parecen cabras, pastando en laderas con bastante desnivel, seguro que se suben al camión que las transporta sin necesidad de rampa ni muelle de carga.

Tras reponer fuerzas en uno de los recodos del camino, dando buena cuenta de nuestros bocadillos y del vino de pitarra que nos había traído Pablo Carrascosa, continuamos la bajada que a mí personalmente se me hizo dura para los pies poco acostumbrados a este tipo de terreno.

Entramos en Gargantilla, donde acaba oficialmente la ruta de las juderías, pero como somos más “machotes” que nadie, teníamos previsto seguir hasta la localidad de Hervás. Tras preguntar, al haber perdido la señalización del sendero, seguimos por una carretera asfaltada, rodeada de un bosque de castaños, en la que se alternaban las subidas y bajadas. Con la fatiga llamando a nuestra puerta que nos provocaba algún que otro tropezón y caída de bastón, lamentando alguno de nosotros el alargamiento de la ruta, llegamos a nuestro destino. Un pueblo que se ve moderno y dinámico. Tras encontrarnos con el resto del grupo que no había realizado el recorrido, comimos, bebimos, tomamos café que nos vino de muerte. Y emprendimos el camino de regreso hasta Santa Amalia.

Un abrazo muy grande para todos. Especialmente para los lesionados.

Juan Carlos Muñoz Tapia.

1 comentario:

  1. Me quedé con muchas ganas de ir a la ruta pero leyendo este pedazo de comentario ya me hago a la idea y seguro que la próxima vez no me lo pierdo. Buen comentario,sí señor.
    P.D: Emiliano el tuyo tampoco está nada mal no te me pongas celosillo...

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