jueves, 20 de diciembre de 2012

EN FILA INDIA, COMO LAS HORMIGAS, REMONTAMOS EL ORTIGAS



 
Crónica de Pedro Carrasco
Desde la etapa que fuimos a Cáceres hacía que no me dirigía por escrito a mis compañeros Perrigalgos (con tanto cronista advenedizo suelto… ja ja, como diría Lalo), pero hoy Javi no tenía ningún “escribidor” a mano y me ha sacado de la reserva, poniéndome deberes, y heme aquí desempolvando de nuevo mi modesta pluma.
Cuando me dirijo al lugar de salida, veo al Triki en la churrería de la María y le conmino a que se dé prisa. Me dice que no sale con el grupo; que se va con su amigo Mario a dar una vuelta. Pero antes piensan “jincarse” unos churros con un cafelito calentito, los perigallos. Pienso personalmente que ése es un primer síntoma de que va a jugar la prórroga de descenso y que está a un tris de bajar a la segunda división, la que capitanea el compañero Emiliano.
En estas fechas las distintas celebraciones hacen estragos en el grupo. Hoy faltan desde todos los jóvenes (Miguelito, Isaac, Runi, Dominguito…), pasando por el presi (que nos tiene abandonados), Andrés, Tite, Diego, Lalo… Aun así, nos juntamos dieciséis animosos Perrigalgos, dispuestos a dar pedales y embarrarnos lo que haga falta.
Nos demoramos un cuarto de hora en la salida comentando el problema que ha surgido con el fondo, un “affaire” que hemos de solucionar de la mejor manera posible.
 Como suele ocurrir, alguien plantea la sempiterna pregunta: “¿A dónde vamos?” Es Pancho el que sugiere una ruta que hicimos este verano, conocida como “la de las garrapatas”, y que quedamos pendiente de volver a hacer en invierno, cuando el río Ortigas llevase agua y sus márgenes rebosen de exuberante verdor.
Salimos del pueblo por las charcas del Voluntario y saludamos a una ringlera de pescadores practicando su sedentario y apacible deporte ¿…? , que está en las antípodas del nuestro y que no dudo que pueda tener su encanto, pero al que yo no me cambiaría por nada del mundo. ¡Dónde va a parar!


La mañana está nublada y la temperatura es idónea mientras pedaleamos por la vía pecuaria, camino de Medellín y Mengabríl. En éste último pueblo Diegui se vuelve para casa, aduciendo tener no sé qué entre manos. Pienso que para ese viaje no se precisan alforjas pero, al parecer, hay una sana rivalidad para copar el ranquin  de salidas y ya se ha superado el mínimo de kilómetros exigidos para que la ruta le compute.


Camino de Las Cruces acrecentamos el ritmo, enfrascados en una charla tan amena que el grupo cabecero se equivoca de camino y hay que reconducirlos a voces.
Pronto llegamos a la carretera del Valle de la Serena. La cruzamos y ganamos la finca de la Serrezuela y el albergue juvenil del mismo nombre. Cuando llegamos al Ortigas vemos que lleva mucha agua y nos planteamos la disyuntiva de vadearlo o no. Algunos se niegan en redondo a mojarse los pinreles, y resolvemos volver unos metros para atrás y remontar el río por la trialera de la margen derecha. Pero antes José Luis se erige en protagonista de excepción y quiere darnos una demostración  de cómo se cruza un río. Lo hace con éxito (y con dos cojones) por dos sitios distintos (poniéndose pingandito, claro), jaleado por la mirada morbosa del resto y con Javi con la cámara en ristre, por si las moscas.
Al poco de adentrarnos por la vereda que discurre pegada al río, José Luis vuelve a ser protagonista, pero en esta ocasión en su versión más negativa: se pega un buen costalazo al intentar bajar por una peña. Afortunadamente, el percance se quedó en el susto. Las grandes piedras de granito están mojadas y resbaladizas, por lo que algunos más besamos el suelo, Pablo y yo entre ellos.

En una represa donde se desborda el agua en una bonita catarata, Javi se detiene a tomar unas fotos y seguimos río arriba hasta el puente llamado La Pared. Nos encontramos con varios ciclistas y cruzamos unos comentarios mientras esperamos para reagruparnos. Pedro Antonio pregunta quién tiene una bolsa. Siempre previsor, le doy una que llevo debajo del sillín, mientras nos pica la curiosidad sobre para qué la querrá. Pronto se desvela el interrogante cuando le vemos coger un galápago, introducirlo en la bolsa y acondicionarlo en el portabidón de la bici.


 
Nuestra pretensión es seguir río arriba otros cuatro kilómetros, inéditos para el grupo, hasta el puente y la ermita de La Antigua, donde van de jira el Lunes de Pascua los javeños. El sendero es estrecho y sinuoso y discurre embarrado pegado al río, que baja con buen caudal entre peñascos redondeados. Pablo se desvía de vez en cuando de la vereda; está en su hábitat preferido y se nota que va disfrutando como un enano.  

 Nos cruzamos con otros ciclistas con quienes conversamos unos minutos. Al saber nuestra procedencia, nos preguntan por Flore. Es el Demontre quien les informa sin más circunloquios: “Anda con la próstata”.
Cuando llegamos al puente vemos un numeroso grupo de senderistas y unos ciclistas de la peña Los Perdios. Uno de ellos es nuestro conocido Javi “Avería”, pariente del Yanqui.

Llevamos treinta y cinco kilómetros y nos comemos el tentempié antes de retratarnos y seguir camino, ya de vuelta para el pueblo. Lo hacemos por la finca El Montecillo, acompañados por Avería y otro compañero. Al pasar por un cortijo vemos un poni que se aparece con una “salud” envidiable; el caballo enano parece un prodigio de la naturaleza con sus cinco patas. Cuando Javi “desenfunda” su cámara para captar la instantánea, el poni “enfunda” su desmedida tranca, tal vez por temor o precaución (¿o pudor?), mientras cruzamos comentarios de asombro entre risas.

En La Haba el grupo de cabeza tira por un camino de toboganes, en vez de hacerlo por el más corto que va paralelo a la carretera, y el resto les seguimos. Para entonces Antonio India, también conocido por el sobrenombre de Hayquesperarle, da muestras de flaqueza y asume su rol de “cabra coja”. El ritmo se ralentiza, máxime con el viento que nos azota en la cara.
Antes de llegar a Don Benito, y para más inri, pincha Hayquesperarle; y encima la cámara que ponemos también está pinchada, lo que demora más si cabe el arreglo de la avería. En Don Benito nos despedimos de los Perdios y rodamos en pelotón, marcando un ritmo no muy exigente pero sostenido y constante.
Cuando llegamos al pueblo es la una y media y en la rotonda de Antonio López, sin mediar palabra siquiera, se produce la desbandada (es fruto del síndrome que se ha dado en llamar “pollo con jocico”) y somos apenas ocho unidades las que llegamos a la sede.
Antes de llegar suenan unos pitidos característicos en la radio y oigo decir: “Gol en Mavalmoral de la Mata”. David y yo contenemos la respiración unos segundos que se hacen eternos, mientras el locutor se recrea cantando el gol. Finalmente exclamamos al unísono un eufórico ¡TOMA!, cuando anuncia el segundo tanto de nuestro Santa Amalia ante el Moralo, que le dio a la postre tres valiosos puntos.
Ya en la sede, caigo en la cuenta que he logrado un record. ¡Llevo dos etapas seguidas sin pinchar! O tal vez, como dice Pedro Antonio, como me siento ganador del dudoso premio “avería”, ya no me obligo siquiera.
Refresco o birra a escote en una sede atestada de parroquianos y ¡hala!, zumbando pa casita con sesenta y cinco kilómetros pal cuerpo.   
Hasta la próxima “correliebres”.    

2 comentarios:

  1. Buena crónica Pedro, como corresponde al maestro, por eso Javi tenía que tirar más de ti, da gusto leerlas. !! FELICES FIESTAS Y BUEN 2013!! A todos los perrigalgos y familias. LALO.

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  2. Tienes mucha razón Lalo, el maestro en la reserva....es mucho maestro. Por cierto me quedo con las ganas de ver al poni de 5 patas...jaja. Felices Fiestas compañeros!

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