lunes, 10 de enero de 2011

ASALTAMOS LA SIERRA “EL SALTILLO”



Participantes:

Juan Luis Capilla
José Luis Jiménez
Pablo Carrascosa
Javi Parejo
Andrés Nieto
Paco Cidoncha
Pedro Carrasco
Manuel Barroso
Moisés López
Tomás David Casado
Agustín Sosa
Ángel Tomás Tena
Carlos Mateos (Barquilla)
Samuel García
Manuel Jesús García
Santiago Sánchez
Diego Parejo
David Barroso
José Antonio García (Rubio)
Domingo Pablos
Samuel Cidoncha
Manuel Ramírez (Misi)


Recorrido; Plaza de España, Carretera de Cáceres, Huerto Juárez, Las Monjas, La Parrilla, camino sin determinar, Sierra el Saltillo, Carretera del canal de Orellana, Las Monjas, Huerto Juárez, Carretera de Cáceres, Plaza de España.


Tiempo empleado 2: 50: 25 de pedaleo
Vel. Media: 15.9
Vel. Max: 45.21


Nota llegamos a las 13:35


Video:
http://www.youtube.com/watch?v=IekR-sgLgtY


Como nuestro cronista oficial y patriarca, Flore, nos tiene medio dejados de la mano de Dios, heme aquí de nuevo para relatar la historia de una etapa, no por accidentada menos placentera. Y es que ayer el “parte de guerra” fue tan extenso que sufrimos hasta cuatro bajas; me refiero a que salimos 21 corredores y volvimos en bici solo 17.

Pero vallamos por partes. Aunque hacía apenas media hora que había dejado de llover, hasta 21 Perrigalgos nos congregamos a las nueve en el paseo. Domingo y Andrés acuden con ropa de calle; y es que el sábado salieron a pedalear con la bici de carrera y pillaron una “calaúra” de miedo; así que, al igual que los gatos escaldados, ellos también huyen del agua caliente. Pero al final, animados por los compañeros, fueron a enfundarse sus trajes y coger sus bicicletas, y se arrancaron con el grupo.



Diego y Javi tienen ganas de “marcha” y proponen una etapa inédita: copar la cima de la sierra del Saltillo por la vertiente norte, que nos pareció en otra ocasión más asequible que la cuesta de la cara sur, bautizada en su día, y con razón, como “la cuesta imposible”.
Como en la anterior etapa
, siguen sumándose a la peña muchachos jóvenes; en esta ocasión nos acompañan siete u ocho, y creo que se “engancharán” porque han disfrutado como enanos (ahora que lo pienso, ¿cómo disfrutan los enanos?)

Salimos por Marmedra y Las Monjas para ganar lo antes posible el monte. A la altura de La Parrilla dejamos el asfalto y giramos a la derecha. A partir de ahí comienzan las “hostilidades”, con un camino embarrado cruzado por arroyos que bajan llenos de agua. Enseguida se produce la primera “baja”. Fue el hijo de Maricarmen, nuestra madrina, el que sufre una avería en su bici que los mecánicos pronostican como “sin arreglo”, y tienen que llamar para que vengan a recogerle.



Como aperitivo a lo que nos esperaba, atacamos un duro repechón que tampoco conocía el grupo. Poco después se produce la segunda avería, que se cobra dos bajas: una el muchacho que rompió la bici, y dos, Domingo, que se ofrece amablemente para acompañarle de vuelta a casa. Es curioso que es la segunda vez que vamos a esta sierra y Domingo no concluye la etapa; no quiero pensar que sea canguelo (es una broma).



Mientras se subsana la avería para que por lo menos pudieran volver, la gente charla en grupos. Paco se “jarrea” un cuesco que arranca la risa general. En el ínterin, acaso por simpatía, siento un ruido premonitorio en el bajo vientre seguido de un retortijón, y tengo que salir pitando a Chi-cago. Creo tener dicho lo placentero que es cagar en el campo y siento en mis carnes esa sensación. Llueve copiosamente y el monte redobla su encanto, cobrando un olor y color especiales.



De nuevo en marcha por un intrincado sendero, ganamos el camino que nos conduce a la sierra del Saltillo. Son dos kilómetros de extrema dureza que cada uno sube como puede. Solo cuatro Perrigalgos hacemos cumbre sin echar pie a tierra en ningún tramo. A saber: Juan Luis, Javi, Pablo y un servidor. Pienso que se trata de la “madre de todas las cuestas” conocidas por la peña, así que en nombre de todos los Perrigalgos me tomo la licencia de bautizarla, “per saecula saeculorum”, como LA CUESTA MADRE. Javi hace un pareado a cuenta de la pendiente y dice con jocundidad: “Para subir la cuesta de la sierra el Saltillo, hay que echarle dos cojoncillos”.

Tras tirarnos la foto y comernos el tentempié, seguimos adelante por un cortafuego que discurre por la cima de la sierra con una vegetación exuberante, hasta que torcemos a la derecha para iniciar el descenso. Si la subida ha sido la más dura de las conocidas, creo que la bajada tampoco tiene parangón.

Llegamos al punto donde iniciamos el ascenso, saltamos una valla, cruzamos un arroyo que baja aventado…Los jóvenes se muestran exultantes y dan rienda suelta a su excitación.



Ya de vuelta se produce otro incidente: el sobrino de Manuel Jesús, da muestras de agotamiento y sus piernas dicen “hasta aquí hemos llegado”. Llamamos a su padre para que venga a por él. Más percances: A Javi se le rompe la cadena y Paco pincha (bueno, él no, su bici).



Finalmente llegamos a la sede alrededor de la una y media. Venimos embarrados y pingando, pero con la satisfacción pintada en la cara.

A esta hora el bar está lleno de parroquianos que nos miran. Escruto sus miradas y percibo que la mayoría son de admiración. Otras son de un cierto estupor, mezclado con incomprensión. Y hay alguna despectiva en la que casi puede leerse: “Mira cómo vienen este atajo de jilipollas”. Y digo yo: “Allá ellos con sus prejuicios. ¿No os parece, compañeros?”

PEDRO CARRASCO CUESTA

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