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Relive:
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Fotos:
ASISTENTES
Tomás
David Casado
Javi
Camacho
José
Antonio Puerto “Noca”
Jorge
Flrores
Pablo
Carrascosa
Juan
Luis Capilla
Javi
Parejo
Alfonso
Merino
Diego
Nieto
Toni
Nieto
Javi Foz
Paco
Cidoncha
Francisco
Velarde “Pancho”
Teodoro
Martínez “Tite”
Juanma
García
David
Fuentes
Km: 53
Domingo,
12 de noviembre de 2017
Última especial del año y no
por ello menos esperada que habiendo quedado al albur el itinerario en el
momento de su fijación, finalmente Javi, hace una semanas, nos propuso realizar
un recorrido circular con inicio y llegada en Navalvillar de Ibor y subida al
risco Carbonero, estando todos de acuerdo en su ejecución.
Sinceramente, tenia
especiales ganas de realizar este recorrido por una zona de la Comarca de los
Villuercas, Ibores, Jara, que personalmente desconocía (Los Ibores). Como el
trayecto al punto de partida es de unos 115 km., la salida queda fijada a las 7
a.m.,(lo viene siendo horario de matanza) o lo que es lo mismo, madrugón al
canto y a levantarse cuando los gallos aún están de siete sueños. En el Paseo
nos vamos congregando para montar bicicletas y aperos necesarios, cuando en
estas se presenta Juanma con una bici de esas con batería que provoca que nos
arremolinemos para contemplar el invento. La verdad es que no podía haber
elegido mejor ruta para probarla. Nos juntamos finalmente dieciséis Perrigalgos,
aunque alguno más hubiera venido, de no ser por el otro evento que también
tenía lugar el domingo y que merecía representación Perrigalguera: La Quedada
Coffee Bike de Valdehornillos. Todo ya dispuesto, el convoy inicia la salida
con destino a los Ibores. Hasta Guadalupe el recorrido es conocido, pero a
partir de ahí entramos en territorio ignoto para mí. Me quedo asombrado contemplando
desde el coche los paisajes por los que vamos transitando y le comento a Pablo
que la ruta promete ser de las buenas.
Justo cuando escribía estas
líneas, he vuelto a mirar la foto de los calambres que han enviado por “wasa” y
a pesar de que la he visto infinidad de veces, he tenido que parar por el
desconjone.
Continúo: Llegamos a
Navalvillar de Ibor pasadas las ocho y media. Esta pequeña localidad que no
llega a los 500 habitantes, perteneciente a la Comarca de las Villuercas, Ibores,
Jara, se encuentra enclava en el anticlinal de Ibores-Guadalupe, dentro de la
formación geológica que integra el Geoparque del mismo nombre que la comarca y
por el que transcurre el río Ibor. La mañana amanece con temperatura muy baja,
aunque las previsiones meteorológicas pronostican subida importante de las
mismas, así como con cielo completamente despejado, condiciones propicias para
disfrutar plenamente del recorrido.
Son las nueve menos diez
cuando iniciamos la ruta. Bordeamos la localidad por la carretera. Tras
recorrer sobre un kilómetro, Javi se percata de que vamos mal. Orejas tiesas
del personal, porque sin entrar en faena ya empezamos así…¡Y sin agüelete que
nos ampare!. No problem. Todo está controlado. Volvemos sobre nuestros pasos y
nos desviamos por una pista en cuesta abajo que provoca que nos caguemos de
frío. Pero será un instante, pues enseguida comenzamos a “cuestear” y con ello
a subir la temperatura.
La ruta va bordeando la parte norte del risco del
Camorro de Navalvillar, en cuya falda se ubica el pueblo, predominando en esta
parte del recorrido la encina y el alcornoque. La constante subida, no muy
exigente, provoca que tengamos que detenernos a desprendernos de ropaje (Diegui
se siguirá aferrando a la manta ruana) y a hacernos las primeras fotos.
Continuamos,
girando hacia el sur, para adentramos en el trecho de la ruta, a mi parecer, de
mayor belleza. Siguiendo el Camino de los Jerónimos, cruzamos por un valle
encajonado entra la ladera este del Camorro de Navalvillar y la Sierra del
Rullo, conocida como Garganta del Hospital, en el que las encinas y alcornoques
dan paso a un extenso robledal con manto de helechos que apenas deja pasar la
luz del sol y en cuyo fondo transcurre lo que debiera ser un arroyo. Los colores
verdes, tornándose en amarillentos, característicos en esta estación otoñal,
provocan que sea aún más impactante el espectáculo visual. Lástima que no haya
llovido lo que debiera.
Tras una dura subida, iniciamos un descenso que nos
conducirá al Hospital del Obispo. Interesante construcción, por su larga
historia, aunque se encuentre parcialmente derruida, y que ha servido a
diversos fines. Inicialmente edificada para ser lugar de descanso del rey
Alfonso Onceno y su hijo Pedro que venían a estos lares a la caza de osos, con
el tiempo pasó a ser hospital o sitio de asistencia a peregrinos y en época más
recientes destinado a cuartel de la Guardia Civil.
A pocos metros accedemos a la
carretera de Navatrasierra, que coincide con el Camino Real de Guadalupe.
Iniciamos una subida ligera de unos dos kilómetros, para apartarnos a la
izquierda, en la entrada, flanqueada por frondosos castaños, del camino cuya larga, eterna, dura, durísima ascensión tendremos
que sufrir hasta coronar el Risco Carbonero. Ninguno nos imaginábamos lo que
nos esperaba.
Prolongadas rectas de pista de tierra, con pendientes casi
imposibles, salpicada en las curvas por tramos de hormigón, con lo que ello
conlleva (incremento de porcentaje). Cada pedaleo se acompasa con chepazo y
golpe de riñón. En estas, se escucha el peculiar sonido de la bicicleta
semiautomática de Juanma que te sobrepasa sin esfuerzo aparente, instante en el
que piensas para los adentros: Esa me la pido para los Reyes.
Por fin puesto el
pie en la cima, la fatiga extrema se va desvaneciendo por el inigualable
espectáculo que se puede contemplar en un giro de 360º: Al oeste, la Sierra de
Viejas, vislumbrándose más al sur el Pico Villuercas; al norte, el Camorro, la
Sierra del Rullo y en la leganía la Sierra de Gredos; al sur, el inicio del
antclinal de Ibor-Guadalupe; hacia el este, Navatrasierra y en esa dirección,
en la mismo cima del risco, nos encontramos con la silueta de, sí, una cabrita
¿cojaaaar? (va por Chiquito). Tras departir sobre la dureza de la subida, que
creo poder equiparar a la del Pico Villuercas, o la belleza de la panorámica,
comemos y nos hacemos fotos varias.
Recuperados ligeramente del
esfuerzo, iniciamos la bajada, con mayor o menor prudencia, no sin algún
sobresalto, como el protagonizado por David, que como quien va a coger
espárragos, se planta tan tranquilo en medio del camino a recuperar un bote de
agua. En escaso espacio de tiempo llegamos a la carretera que abandonamos, para
continuar por la misma y dejarla por el llamado Camino de Alías, que sale a la
izquierda.
A los que nos gusta la suerte del descenso, incluso para los que no,
va a resultar una experiencia inigualable transitar a gran velocidad por unas
pistas de tierra en formidable estado, entre la inmensidad de un frondoso
pinar. Había que haber estado aquí para disfrutarlo.
Finalmente llegamos a la
carretera de Guadalupe, que cogemos dirección Navalvillar de Ibor durante un
corto trecho, dejándola por un camino que sale a la izquierda y que cruza lo
que debiera ser el río Ibor, porque el pobrecito está más seco que el ojo de la
Inés.
En esta margen del río Ibor,
nos encontramos con un inmenso castañar en la ladera de la Sierra de Viejas, por
el que transitaremos siempre en ascenso, por caminos más irregulares y sucios
de ramas y troncos, lo que incrementa la dificultad y acrecienta el cansancio
ya acumulado de la anterior subida al risco. El objetivo es visitar una ermita
que, digo yo, el que vaya lo hará más bien por penitencia.
Llegados a un punto de parada, se comienza
escuchar un run run de desaprobación que recuerda a la situación ya vivida
durante las primeras rampas de la ruta de este año en el Jerte. Ante este nuevo
conato de amotinamiento, con buen criterio, Javi recalcula el itinerario con el
fin de reducir la dificultad del recorrido. Aplacada la tripulación, iniciamos
una larga bajada, en cuyo trayecto se producirá el susto del día. Y es que en
pleno descenso, dos majestuosos ciervos cruzan el camino de un salto a escasos
metros de Javi Parejo, provocando el
sobresalto del mismo y de los que veníamos detrás. A fecha de hoy creo que el
susodicho todavía percibe el olor a venado.
Finalmente, el camino nos
conduce nuevamente a la carretera de Guadalupe que seguiremos durante varios
kilómetros hasta llegar a Navalvillar de Ibor. Recogemos artilugios y quedamos
en el Peregil donde, entre cervezas y aperitivos, comentaremos sobre lo
acontecido en esta preciosa ruta. Comida, pijama de Antonio Ernesto y sofá (o
incluso colchón).
Debo dar mi más sincera
enhorabuena a Javi por la ruta que se ha marcado, que a pesar de la dureza me
ha parecido espectacular, así como a todos los que hemos tenido el privilegio
de realizarla. Desde que te iniciaste con la tecnología en el trazado de rutas,
con aquella de Miravete hasta ésta, nos has permitido disfrutar de parajes que
si no hubieran sido por la bicicleta y esta Peña, a buen seguro no los hubiéramos
conocido.
Sin más tela que cortar,
hasta la próxima.
Crónica Juan Luis Capilla |
Espectacular cronica, increible y inolvidables vistas y durisima ruta, felicitar a javier por esta ruta y a juanlu por la cronica.
ResponderEliminarEstupendisima cronica Juan Luis, no se podía haber narrado de mejor forma la brillantez de la ruta, a la que creo que lo unico que le ha hecho falta es un poco mas de agua, es decir, si la ruta es bonita en otoño, en primavera debe ser una pasada.
ResponderEliminarUn diez a Javi por haberse sacado esta ruta del bolsillo. Y como dices no ha habido mejor dia para probar la bici electrica y sacarla nunca mejor dicho "a pasear".
Post-data, sois unos exagerados, os quejais de cualquier cosa, yo no note que fuera para tanto. JUANMA
Espectaculares imagenes, espectaculares palabras, que sana envidia, felicitar a Javier por que se marca unas rutas alucinantes, al Capi que es crack narrando
ResponderEliminarJuan Luís eres un fenómeno, detallada y documentada la crónica, la verdad que se merecía alguien así para contarnos esta ruta por estos parajes de los Ibores, que al igual que tú estaba deseando conocer. Yo no me merezco tantos alagos, todo se lo debo a mi maestro Don Pedro, que me metió el gusanillo en esto de explorar, nada más que soy mal estudiante y llevo apuntes, la próxima vez el maestro para adelante, por lo menos vio ganar al Santa Amalia que gran falta hacia
ResponderEliminarEnvidia sana me ha producido leer la crónica (Juanlu, yo cuando sea mayor quiero escribir así )de una ruta que me hubiera encantado hacer.
ResponderEliminarYa le había hablado yo a Javielillo sobre esa zona de Traslasierra y ha indagado para marcarse una ruta de esas buenas.
Juanlu, conque descojonandote viéndome jondeao con los calambres,no. A ver si te pilló, pajarete.
A propósito, a cómo andan esas burras que andan solas???
No he estado en la ruta pero leyendo la crónica me he transpotado hacia la zona de los ibores,que envidia, espero no faltar a la próxima especial.
ResponderEliminarLa crónica buenísima, como nos tienes acostumbrados, eres un artista.