miércoles, 24 de septiembre de 2014

NO HAY PARTIDO DEL MADRID SIN GOLAZOS, NI RUTA DE LOS PERRIGALGOS SIN PORRAZOS





Componentes del grupo: Antonio Indias. Santi, Manuel del Río, el Chino, Juanma, Manolito, José Luis, José Mari y Pedro Carrasco.
Como el sábado me di una buena “jupa” de cien kilómetros, hoy domingo me decido acompañar a los Perrigalgos, aunque ya sabéis que, ahora en verano, tengo un pelín de fobia a salir tan tarde.
Sonando las campanadas de las nueve en el reloj de la villa, llego al Paseo y tan solo me encuentro con la mísera cantidad de “ocho Perrigalguitos, ocho”, como rezaría un cartel taurino. Enseguida caigo en la cuenta de que hoy es la ruta de Medellín, a la que se han apuntado varios compañeros. Entre los metelinenses (ocho o diez, creo), los que están en la UCI (caso del Triki, que estuvo ayer de boda), los de la fábrica de tomates (Tomás David y Liviano), los ociosos que están de fin de semana en no sé qué casa de campo en Orellana (Diego, Alfonso, Julio, Pedro Colore, Javielillo) y los de la enfermería (el Presi y el Demontre), el caso es que hoy no llegamos ni a la decena. Vamos a tener que acuñar una nueva acepción de aquel viejo y manido aserto y sentenciar en adelante: “DIVIDE Y… PERDERAS”.
Tras los saludos de rigor enseguida me proponen que elija una ruta. Y yo, bien mandado que soy, me hago caso. Iluso de mí, que en ese momento no caí en la cuenta que, con esa decisión, estaba adquiriendo muchas papeletas para hacer la crónica. Echando un vistazo, calibro las capacidades del grupo y convengo: “Un solo comedor de brevas (el Chino) y ocho cabras cojas (eso sí, mientras unas solo renquean, otras están cojas de cojones de dos extremidades, por lo menos)”. Se me viene a las mientes una ruta híbrida entre camino y asfalto, que no es muy dura y que ronda los 55 kilómetros, y me digo: “Eureka, vamos a Los Canchales”. Y dicho y hecho.
Bajamos por la calle de los Muertos y enseguida el primer despiste: los de cabeza, en vez de cruzar la carretera y seguir de frente por el camino, tiran por la carretera, lo que nos obliga a continuar hasta llegar al canal para girar a la derecha hacia Plaza de Armas.
La temperatura es ideal, la conversación amena y distendida, la compañía no tiene precio, el campo huele de otra manera con las aguas caídas… ¿qué más se puede pedir para pasar una buena mañana de ciclismo?
En un momento dado José Luis suplanta las atribuciones de Javielillo y pronuncia la frase fatídica: “Necesito un cronista”. Como movidos por un resorte, ocho brazos se levantan al unísono. Sí, ya sé que no he logrado engañar a nadie. Lo realmente cierto es que las gargantas enmudecen, y soy yo el que, prudente, rompe el silencio para decir que si al final no sale ningún voluntario, yo me encargaría. Para entonces ya sabía que había mercado el resto de papeletas para cronista. Bueno, qué se le va hacer. Todo sea por la causa. Aunque tampoco conviene apretar mucho el limón porque se corre el riesgo cierto de que, además del zumo, salgan también los pipos.
 A la altura de Valdehornillo giramos a la izquierda y pronto estamos en Alonso de Ojeda, pueblo de Antonio Indias, que hoy se incorpora de nuevo a la familia Perrigalguera. Ya en Miajadas, en la rotonda frente al restaurante Triana, giramos a la izquierda. Algunos se sorprenden pensando que iríamos hasta la cuesta La Degollá y cogeríamos por la carretera de Robledillo. Tan solo Juanma y el Chino conocen la ruta que seguimos. Pasamos por debajo de la autovía y pronto atacamos una subida que nos adentra en Los Canchales. El camino se vuelve cada vez más angosto, hasta convertirse en un sendero flanqueado por sendas paredes de piedra. 


Llegamos a un camino trasversal y torcemos a la izquierda (en la otra ocasión que vinimos por aquí lo hicimos hacia la derecha), adentrándonos en un tramo de 4-5 kilómetros de camino y vereda inédito para los Perrigalgos; también un grupo compuesto en su mayoría por ciclistas de la “liga adelante” merecen descubrir terrenos ignotos, jamás hollados por las burras perrigalgueras.


 El Chino, siempre temerario, cruza el primero un charco por el medio y se queda clavado en mitad de él, metiendo el pie en el agua, ante la hilaridad del resto. Un poco después José Luis y Santi rozan el costalazo. El último pudo tener consecuencias también para Antonio Indias, que iba un metro escaso detrás. Y es que una ley no escrita reza que a un ciclista siempre hay que dejarle un espacio, como mínimo, donde pueda caerse.

Desembocamos en otro camino y nos detenemos para reagruparnos. Todos juntos de nuevo lo cogemos hacia la derecha para, tras un descenso donde hay que tirar de técnica…y prudencia, toparnos con el río Búrdalo y el conocido molino de Telesforo. Teníamos la intención de llegarnos a la presa del Búrdalo, pero una valla  en la recién asfaltada pista nos lo impide. Así que decidimos meternos entre pecho y espalda el tentempié, retratarnos y volver grupas a nuestras monturas para casa.   
  
De nuevo en marcha acondicionamos la velocidad de crucero a lo que puede dar de sí Antonio Indias, que anda buscando la forma perdida. Y, transitando por el Canal de Orellana, ocurre el percance al que hace referencia el título de esta crónica: el porrazo de Juanma. Os cuento. En un momento dado, le suena el móvil y se echa la mano derecha atrás para cogerlo. De forma inopinada, frena con la otra mano bruscamente la rueda delantera y sale de cabeza por las orejas de su burra, cayendo sobre el asfalto como un fardo. Preocupación inicial en el grupo por lo aparatoso de la caída y alivio…y hasta bromas después, tras comprobar que estaba ileso y que todo había quedado felizmente en el susto.
Volvemos por la pista asfaltada del Palomar y el restaurante 301, para continuar por el camino que cruza el arroyo Hornillo y sale de nuevo cerca  de Valdehornillo. En un santiamén llegamos al pueblo con 56 kilómetros en las piernas que nos han producido un hambre canina, y que saciamos en parte con las patatas fritas con carne con que nos obsequia en esta ocasión nuestra madrina, que es casi como una madre.
Hasta la próxima, “correliebres”.
Crónica de Pedro Carrasco Cuesta

jueves, 18 de septiembre de 2014

EL VALLE ENCANTADO, CORNALVO Y SIERRA BERMEJA




Quedada a las 9 de la mañana como viene siendo habitual en los perrigalgos, saludo a mis amigos Julio, Javier y mi compadre Diego y el resto de compañeros que se han dado cita para la ruta.
Antes de la salida nos honra con su presencia el actual Campeón de Extremadura, Antonio hijo de Andrés con el que nos hacemos una foto, mientras tanto Javi y Pedro planean la ruta hacia Cornalvo, más concretamente la Sierra Bermeja y un lugar que lo denominan Valle Encantado.

La salida la hacemos sobre las 9 cogiendo el camino la Bomba para enlazar con la N-430 hasta llegar a Torresfresneda, el ritmo es muy tranquilo con charlas distendidas, el grupo a partir de hay empieza a desperezarse con el pequeño rompe piernas que produce la vía de servicio hasta que llegamos a la puerta de la Finca El Calaverón. Es allí donde me adjudican dicha crónica, más concretamente Juan Luis.

Tras pasar por el Cortijo Campohumanes, me dijeron que había dos cuestas tremendas pero yo creía que eran estas y resulta que están aún por venir. Continuamos con las cuestas que no faltan en la Bermeja para llegar al Valle Encantado en el cual espero ver Ninfas y Hadas o eso vamos hablando Juanma y yo, pero lo único que me encuentro son cuestas y más cuestas hasta que a la altura de una de las puertas Manolo da con los tocinos en el suelo, aún no le ha cogido el tranquillo a los pedales. 


Continuamos y damos con el Valle, es una finca privada y hay que ir en silencio, empieza con dos grandes cuestas, las veo desde arriba,  bajada y conforme llegas abajo para arriba otra vez, plato chico y palante .



El firme hace que ponga el pie a tierra, me encabezono y intento reanudar la marcha con la ayuda de Domingo y Manolo pero no hay forma a empujar la burra con la gran mayoría. Seguimos por la ladera de la sierra y curva a izquierdas y de nuevo para arriba, me es imposible subirla también vuelvo a abdicar con mi amigo Julio delante y varios compañeros detrás todos a remolcar la burra, hay varios que han sido capaz de subir las dos vaya maquinas.



Una vez arriba merecido descanso acompañado de barritas, plátanos, gel droga, etc. Comenzamos el descenso en el cual hay que tener cuidado ya que hay una cadena puesta en medio del camino, por ello bajamos con cautela. No se como salimos a la Finca El Mentidero.
A la entrada en la pista asfaltada Javi cae por culpa del sillín se le ha vuelto a partir el tornillo, menos mal que lleva de repuesto y la caída nada, por lo que continuamos camino de las Mezquitas.


Unas fotitos y para adelante, hacia el entalle una vez pasado en el sube y baja del cuadradillo la gente empieza a zumbar y a mi compadre se le queda pegada una pegatina de orbea en la última subida, era de Santi que al llegar arriba se la reclamo.
Llegando al canal mientras nos reagrupamos llego Domingo que dice haberse caído, todos las caídas las ha visto Toni, que cenizo, cualquiera se pone delante.

 Al llegar al canal Domingo se limpia un poco las heridas y se tranquiliza un poco, después despacito para el pueblo donde en la sede nos espera la madrina con las cervecitas que es lo que recupera.
Ha sido un placer y una grata experiencia esperando volver a repetirlas con tan buena gente.
Sin otro particular un saludo.
Crónica Alfonso Merino

miércoles, 10 de septiembre de 2014

DE LO PROPUESTO A LO HECHO HAY UN LAAARGO TRECHO





Participantes:

Domingo Pablos
Juan Luis Capilla
Diego Nieto
Pedro Cuesta
Pablo Carrascosa
Manuel Ángel Del Río
Diego Parejo
Juanma Barroso
José Antonio Nieto
Jorge Flores

KM.- 63

Domingo, 7 de septiembre de 2014

Suena el despertador y tras un rato de remoloneo por fin decido levantarme para proceder al ritual propio antes de cada ruta dominguera. Tras haber desayunado y comenzado a vestirme, una tromba de agua comienza a caer. Un aluvión de whatsapps resuenan en el móvil e intuyo cuál es el contenido: “Y ahora qué hacemos”. “Pues ya que estamos vestidos”... Sólo Diego Parejo muestra su negativa a salir con estas inclemencias. Espero hasta que amaina y ni corto ni perezoso para la plaza que voy. No dejan de ser tormentas veraniegas que tras soltar la carga tienden a disiparse o eso es lo que espero. Cuando llego, sólo los cuñados, Jorge y Jose, y Diegui se encuentran allí. Parece que hoy la troupe va a ser cortilla. Entre veraneantes, lesionados, Extremoduros, fiestas de Don Benito, lobos solitarios, tormentas y qué se yo que otras circunstancias, finalmente sólo nos congregamos diez perrigalgos. “Pocos pelos pero bien peinaos” (Pedro, te tomo prestada esta recurrente y graciosa frase) y entre ellos, Diego, que “donde dije digo, digo Diego”.
Tras hacer algo de tiempo para comprobar que la tormenta y el riesgo de lluvia han pasado, se decide iniciar la marcha. Previamente, el hoy cronista propone ruta. A pesar de mi predilección por el monte, me arranco con un itinerario de carretera que transcurre por algunos de los pueblos más antiguos de nuestra Comarca y que previamente había preparado (mal preparado como luego se verá): San Pedro de Mérida, Valverde de Mérida, los inéditos Don Álvaro y Villagonzalo, para volver por Valdetorres. El ofrecimiento es bien acogido y a pistear se ha dicho.

Bajamos por la calle La Reina, para tomar el Camino de la Bomba y continuar por el camino del río hasta la N-430. En este tránsito, Domingo me plantea que para ir de Don Álvaro a Villagonzalo debemos volver sobre nuestros pasos hasta Valverde de Mérida. Muy ufano yo, respondo que como había comprobado en el Google Earth hay una carretera que va de Don Álvaro a Villagonzalo y  Valdetorres. – De eso nada – responde Pedro, - No hay carretera -, circunstancia que confirma Domingo. Ante tal contundencia repliego velas y decidimos borrar de un plumazo a Don Álvaro del itinerario, mientras mi cabeza sigue dando vueltas a lo comprobado en el dichoso programita.
Con buen ritmo cruzamos Torrefresneda, y transitamos hasta San Pedro por el itinerario de la Ruta Mozárabe. El cielo se va despejando y el sol se muestra, lo que unido a la humedad existente, provoca una fuerte sensación de bochorno. En menos de una hora nos colocamos en San Pedro de Mérida. Cruzamos la autovía dirección a Valverde de Mérida y en ese instante Jorge expone la posibilidad de tomar un camino que sale a la izquierda de la carretera, siguiendo un itinerario realizado en una ruta cicloturista en la que participó. Como la cabra y el perrigalgo tiran al monte, por el camino nos adentramos y es ahora Valverde de Mérida la población que se cae de la ruta, haciéndose añicos la propuesta inicialmente prevista.  Esto es una auténtica “jerarquía”, término que, alejado de su originario significado, tengo que explicar al amigo Del Río,  proveniente del singular vocabularios del nuestro Triki y del que hace uso la peña cuando la cosa de desmadra. El trazado es un constante sube y baja. En uno de estos altos, giro mi cabeza a la izquierda y contemplo el verdor de un arrozal situado en la ribera del Guadiana que contrata los tonos ocres y parduscos que presenta la dehesa en esta época del año. El camino, entallado en algunos tramos entre zarzales y paredes de piedra que custodian olivares, nos conduce al puente que cruza el río Guadiana, encontrándose más allá un badén que parece derruido en su parte central. Como la curiosidad del perrigalgo no tiene parangón, allá que nos dirigimos para comprobar que se trata de un efecto óptico, y el firme sólo está hundido en torno a medio metro. Tras hacernos unas fotos y cruzar el badén, abandonamos el camino para continuar por una carretera que, tras unos cuatro kilómetros nos conducirá, esta vez sí, a Villagonzalo, localidad inédita para esta peña. Durante el pedalear, ha salido a colación el tema la famosa foto que tanto revuelo causó, en la que aparecemos Pablo y yo dando unos masajes a un acalambrado Pedro. Y es que para una vez que sufre este contratiempo nuestro querido Pedro, esta imagen sirve para ilustrar el artículo sobre calambres musculares de una revista de ciclismo. Pero como él me comentó, peor hubiera sido que la imagen escogida  fuera aquella en la que aparecen Paco y él ataviados al más puro estilo mondonguero (Carniceros y Matachines.com: “Como descuartizar un puerco a golpe de pedal”). Para cerrar este tema, lo cierto es que le hubiera costado poco el autor de esta artículo haber pedido permiso para utilizar esta imagen, pues resulta lastimoso  que una revista de prestigio utilice indebidamente fotos ajenas para ilustrar sus reportajes. Dicho está.
En Villagonzalo se decide parar para recuperar en el centro de la población, junto a la iglesia. Mientras en la misma los feligreses entonan cánticos litúrgicos, en la plaza unos obreros se afanan en montar una carpa que intuimos servirá para los actos conmemorativos del Día de Extremadura. 




Toca decidir si para dirigirnos a Valdetorres lo haremos por carretera o por una colada que justo antes de entrar en localidad hemos divisado. Finalmente esta será la opción aceptada. Se trata de una pista de tierra en muy buen estado totalmente recta, que según me comenta Jorge, transita por una zona de reciente concentración parcelaria y que, a su vez, es cruzada transversalmente por sucesivos caminos asfaltados. A gran velocidad llegamos a la carretera de Valverde de Mérida a Guareña y es en este punto donde descubro mi error. La carretera que supuse haber visto en el Google Earth y que unía Don Álvaro con Valdetorres, no es sino la línea de ferrocarril que viene de Mérida. ¡Vaya tela!. Tras unos metros, la abandonamos para tirar por otra que sale a la izquierda. Con alegre pedalear llegamos a Valdetorres para continuar hacia Yelbes. Digo Nieto ha venido proponiendo que nos dirijamos hasta Medellín. El susodicho no va perdido, pues parece ser se está celebrando un más que “interesante”  torneo de voley playa “femenino” en dicha localidad. La velocidad crece por momentos lo que provoca que el Presi se ponga serio y amenace con dimitir de su cargo si no se atiende a su petición de bajar el ritmo. Cuando llegamos a Yelbes, la propuesta de Diego queda en agua de borrajas ante la oscuridad que barrunta agua. Caen las primeras gotas y esa será la escusa para, por enésima vez, acelerar de manera ostensible el ritmo. Arrecia la lluvia y nos detenemos en el Caribe, también para esperar a algunos rezagados que tardan más de la cuenta, consecuencia del pinchazo que ha sufrido Diego Parejo. 

Parece que amaina y decidimos que es el mejor momento para poder llegar a la plaza. Craso error. Nada más salir el diluvio universal cae sobre nosotros. Pero, a veces, cuando las cosas van mal, pueden ir aún peor. Al girar para tomar la calle José Gutiérrez, tomo la curva muy cerrada, lo que unido a la abundancia de agua, provocan que derrape la rueda trasera de la bici, dando con mi rodilla izquierda en el asfalto, sin más consecuencias que una leve erosión en la pierna. Menos mal que en el periodo estival Diego hace dejadez de funciones, sino hubiéramos contado con otro video memorable. Por fin llegamos a la sede como una auténtica sopa, siendo centro de atención de los parroquianos por el estado en el que llegamos.
Jornada completa, con todos los ingredientes de una ruta cicloturista en estado puro y que unas gotas estuvieron a punto de arruinar.
Sin más tela que cortar, hasta la próxima
Crónica Juan Luis Capilla