miércoles, 28 de octubre de 2009

Las Cruces


( domingo, 25 de Octubre de 2009 )

Asistentes a la ruta:

Juan Manuel Barroso Morcillo
Jesús Beltrán Simón
Florencio Benítez-Cano
Juan Luis Capilla Camacho
Pablo Carrascosa Sánchez
Paco Cidoncha Carrascosa
José Carlos Escobar
Antonio Indias Fernández
Alberto López Fuentes
Moisés López Calle
Gerardo Muñoz Lozano
Marcos Nieto Dorado
Domingo Pablos Bautista
Javi Parejo Jiménez
Diego Parejo Jiménez
Santiago Sánchez Díaz
Francisco Velarde Dorado



Santiago Sánchez Díaz y Francisco Velarde Dorado vienen por primera vez a una ruta.
¿Seguirán o se aburrirán?


Domingo, 25 de octubre de 2009

Tiempo empleado: 2 h.42 m. 48 sg.
Velocidad Máxima: 51,2 Km/h.
Velocidad Media: 21,4 Km/h.
Parciales: 58,26 Kms
Odómetro: 7.773,9 Kms.
Totales: 7.773,9 Kms.

Recorrido: Plaza de España, Calle San Juan, Laguna de los Hornos, pistas deiversas, Cordel de Medellín, Carretera d Yelbes, Medellín, Carretera de Mengabril, Caminos diversos, Cordel, Las Cruces, Carretera de Don Benito, Recorrido urbano por las calles de Don Benito, Calle de la Estación, Carreteras de Circunvalación, Camino de San Isidro, Medellín, Carretera de Cáceres, Santa Amalia, Plaza de España.

Comentario

Después de algún tiempo sin salir, un par de domingos, debido a la boda de Joaquín, el hijo de Justi, el albañil, y debido al peregrinaje a Guadalupe, de nuevo me encuentro con mis queridos perrigalgos, para deliberar a dónde ir en esta nueva jornada del domingo.
Por fin decidimos que a las Cruces, donde me parece que ya se ha ido otra vez, pero yo no estaba ese día.
Y en vista de que ya no acudía nadie más decidimos partir por la calle San Juan abajo para cruzar la carretera nacional por el puente peatonal. Ya en las primeras matas, en uno de los odiosos pasos sobreelevados que van para la Laguna de los Hornos, me dio tal salto la bicicleta, que saltaron las cosas de la caja por los aires y se me cayeron varias cosas de la misma. Jesús Belrán que lo vio, me avisó y me esperó a que lo recogiéramos, intentando luego alcanzar al grupo que se había distanciado de una manera considerable, pues últimamente parecen flechas. Aflojaron un poco la marcha cuando se dieron cuenta y por fin pudimos reagruparnos para pedalear por las pistas que nos conducen hasta el Cordel de Medellín. Parece que se tranquilizó un poco la cosa y el grupo pedaleaba de manera uniforme y acompasada. El camino que está antes de legar al puente de Medellín tenía algunos buenos charcos de agua y en una de ellos el pequeño Moi cogió carrendilla y se tiró por el mismo medio ante el asombro de todo el grupo que aplaudió tal valentía, y hubo un momento en que casi no se le veía al chaval de la cantidad de agua que expulsaba a su alrededor. Cruzamos Medellín y fuimos un tramo por la carretera de Guareña, hasta eu cogimos una pista que nos llevaría hasta Mengabril. Poco después de cruzar esta localidad adelantamos al grupo de andarines que iban a también a las Cruces, formado por las hermanas Jiménez, la mama y la tita de los carpinteros, la Josefina, la de la Fonda, la Gloria, la de Domingo y Antoñito, el del bar Sol, como siempre le hemos llamado. Al llegar al Canal del Zújar nos dimos cuenta al cabo de un buen rato de las voces que nos estaba dando Antonio Indias, hasta que por fin paramos y nos enteramos que faltaban dos unidades en el grupo, eran José Carlos que había pinchado y otro que se había quedado con él. Por fin reanudamos la marcha luego de la concentración y adelantamos de nuevo a los andarines que había parado a comer y nos ofrecían sus delicias. Cuando llegamos a la ermita de las Cruces, paramos un momento a reponer energías y para hacernos la foto de rigor, así como la foto de los dos nuevos acompañantes que hemos llevado en el día de hoy. Aprovecho la ocasión para decir que son dos elementos de lujo, pues han tirado de manera maravillosa, esperemos que sigan así. Nosotros les damos desde estas páginas nuestra más sincera bienvenida.

El regreso fue por la carretera y por el camino que va paralelo a la carretera, luego cruzamos Don Benito, pasando sus calles como verdaderas centellas, tal es así que a la salida, por la carretera de circunvalación de nuevo nos percatamos que faltaban un par de compañeros, José Carlos y Jesús Beltrán. Consiguieron constatar con ellos por el móvil y se había quedado atrás, mejor dicho, les habíamos abandonado a su suerte, así que se habían ido por la carretera de Medellín. Nosotros nos fuimos por el Camino de San Isidro, hasta llegar a Medellín y luego por la carretera, aunque algunos andaban con la idea de subir al Castillo, propuesta que no proliferó, y continuamos la marcha hasta Santa Amalia.
Cuando llegamos a la sede ya se habían marchado el par de pollos y los demás estuvimos dilucidando los próximos recorridos.

viernes, 23 de octubre de 2009

DESDE CAÑAMERO A GUADALUPE, VENGO POR TODA LA SIERRA.


Domingo, 18 de Octubre de 2009
ASISTENTES A LA RUTA:

Vanesa Aparicio
Juan Luis Capilla Camacho
Pedro Carrasco Cuesta
Pablo Carrascosa Sánchez
Miguel Angel Casado
Paco Cidoncha Carrascosa
Vanesa Dorado
Gloria Martín Muñoz
Juan Carlos Muñoz Tapia
Domingo Pablos Bautista
Diego Parejo Jiménez
Javi Parejo Jiménez
Amparo Sosa
Esther (Mujer de Diego)

Comentario:
Como no solo de pedalear vive el hombre, un grupo de Perrigalgos se disgregaron este domingo de la actividad habitual, y optaron por algo tan ancestral y primario como imitar a Kun-Fu, o sea, ir un rato a pie y otro caminando.
A tenor de lo que disfrutó la gente, me atrevo a pronosticar que actividades como esta volverán a repetirse, aunque solo sea de forma esporádica; y quién sabe si esta peña, que nació con la exclusividad de la bici como herramienta de motricidad, no pueda derivar, andando el tiempo, en un híbrido de senderismo y cicloturismo.
Salimos de la plaza en varios coches un grupo formado por 9 hombres y 5 mujeres. Cuando llegamos a Cañamero e iniciamos la marcha eran las 9, hora en que casualmente en sincronía, aunque solo fuera por coincidencia o por simpatía patológica (quién sabe), arrancaban también desde el paseo un grupo de 8 Perrigalgos con las bicicletas, como nos informó Andrés por el móvil.
Partimos pertrechados con cañas, palos improvisados, bastones o varas de las que usan los peregrinos como adminículo, y lo primero que hacemos es equivocarnos de camino, lo que nos obliga a volver sobre nuestros pasos y perder media hora preciosa.
Nos entretenemos unos momentos en una cueva denominada La Chiquita. Algunos le encontraron similitudes con nuestra cueva de Periquito. Enseguida Paco nos apremia con su sempiterno y certero aserto: “Vamos andando, que la cabra coja no quiere siesta”.
Buscando la ruta correcta, Domingo se arranca con un par de chistes que pueden ser, sin pecar de exagerado, coetáneos de Matusalén. Primero nos cuenta el del búho y remata la faena con el de las patatas; aquél paisano que fue a comprar patatas y creyó que le habían engañado en el peso, y que, tras llevar el saco al hombro un buen rato, mudó de parecer y pensó que realmente el dependiente le había echado patatas de más.
Por fin encontramos el sendero, tras cruzar una piscina natural en el río Ruecas, y a partir de ahí solo tenemos que guiarnos por los colores rojo y blanco pintados a trecho en piedras, árboles y maderas.

Subimos en fila india por una vereda empinada y pedregosa, buscando la presa llamada Cancho del Fresno. Después de bordear el pantano por una pista de tierra, comienzan de verdad las “hostilidades” (léase dificultades), cuando dejamos el camino y cogemos una vereda donde hay una inscripción que dice: “Ruta de Isabel la Católica”.
El día es soleado y el personal se aligera de ropa. Yo maldigo el no haber echado un pantalón corto, y tengo que conformarme con remangarme hasta las rodillas el chándal.
Llegamos a la llamada Cruz de Andrada, donde cuenta la historia que unos salteadores de caminos, allá por el año 1844, atracaron a un recaudador de impuestos llamado Sebastián Andrada y le quitaron no solo la bolsa, sino la vida también.

Siguiendo la ruta, el sendero se vuelve por momentos más duro y empinado. Se me ocurre que no sé cuánto tendrá de cierto (o de leyenda) el que Isabel la Católica pasara por aquí subida en unas parihuelas, pero yo, escéptico por naturaleza que soy, pienso que es una puta mentira. Pero lo que sí es del todo cierto, es que lo que dicen que hizo la reina encaramada en unas angarillas, lo hemos hecho nosotros andandito, con dos cojones (bueno, las mujeres con un par de ovarios bien puestos).
Pablo, que ha hecho antes este camino, hace de vez en cuando de cicerone poniendo en antecedentes al grupo.
Pronto llegamos a otro punto señalado del recorrido, el llamado eufemísticamente “Melonar de los Frailes”. Es un barranco en el que, de forma inopinada, hay un montón de peñascos sueltos que no acierto a saber cómo han llegado hasta aquí. Tan solo se me ocurre que pueda tratarse de los restos de un glaciar, y que estas piedras sean la morrena que ha arrastrado a lo largo de milenios desde el pico llamado del Águila. Alguien dice, con sorna, que justo aquí fue donde se mataron dos frailes a pellizcos.
Seguimos avanzando por la ladera de un frondoso barranco jalonado de madroños, robles, castaños y cerezos, con un silencio roto solamente por las esquilas de un rebaño de cabras que pastan a lo lejos.

Inmersos en un mar de helechos de un metro de altura, se comenta sobre lo que parece a todas luces una incongruencia: que la patrona de Extremadura tenga que pertenecer nada menos que a la diócesis de Toledo. Eso puede ser, ya metido en temas teológicos, como los designios del Señor, que son inescrutables.
Llegamos a una alambrada donde se encuentra otro lugar emblemático de la ruta: el castaño El Abuelo, un ejemplar milenario con un tronco gigantesco, hueco en una de sus partes. Como a medida que voy cumpliendo años me estoy volviendo más sensible (que no sensiblero) y fetichista, cojo una castaña del árbol y me la guardo como recuerdo.

Según dice una señal llevamos recorridos 9 kilómetros (los más duros) y nos restan 6 (los más fáciles), así que decidimos hacer la preceptiva parada para descansar y comernos un, hoy más que nunca, merecido bocadillo. Diego se come dos y, haciendo un símil con los coches de Fórmula 1 cuando paran a repostar en las carreras, comenta: “Es que yo voy a una sola parada”.
Todavía sentados departiendo de manera distendida, empiezan a desfilar delante nuestra una heterogénea retahíla de peregrinos que venían siguiéndonos los talones. Domingo le hace notar a uno de ellos que lleva dos varas, una en cada mano. Y el hombre cincuentón, pingandito de sudor y con voz entrecortada, suelta la ocurrencia del día: “¡Anda cojones! ¡Y porque no soy un pulpo, que si no llevaría ocho!”.

Paco vuelve sobre las malas migas que hacen las cabras con la siesta, y el grupo se pone en pie. Antes de iniciar la bajada, hecho una última ojeada a las vistas de ensueño que se ven desde aquí de la agreste comarca de Las Villuercas.
Se alternan ratos de charla con momentos de silencio, donde cada cual se empapa del paisaje y de una intangible paz interior, antídoto perfecto contra el estrés y bálsamo para excesos de alcoholes y toxinas.
Bajando por un camino ancho se forman tres grupos. Javi le pregunta a Juan Carlos que qué se le da mejor, la bici o andar. El interfecto responde que andar y apostilla: “Vamos, cada vez va uno más para atrás. Lo próximo es la petanca”
.
A Miguel Ángel Casado hace tiempo que se le han despegado las suelas de los botos. Viendo las suelas separarse del tacón a cada paso, alguien comenta con jocundidad: “A quién se le ocurre venirse en chanclas”. Y otro, abundando en la chanza, remacha: “Cuando te vean en Guadalupe dirá la gente: ya vendrá de lejos ese peregrino, que mira cómo trae los botos”.
Al pasar por la ermita de Santa Catalina, ya con la puebla a tiro de piedra, el grupo camina con nuevos bríos. Entramos en la villa por callejas estrechas y empinadas; le dan a las rúas una raigambre de añejo encanto los vetustos balcones de madera, ornados con tiestos de geranios y hortensias. Callan las bocas (acaso por la emoción) y solo hablan los báculos, golpeando el empedrado de forma acompasada.

La presencia de la plaza, presidida por lo imponente del real monasterio, nos reconforta. Cuando entramos en la iglesia abarrotada, el oficiante lee la carta de San Pablo a los corintios (¿o eran los efesios?). Al salir, minutos después, esta diciendo: “Señor, que dijiste a los apóstoles...”.
Nos fotografiamos en la escalinata y vemos a varios paisanos, de los que han venido andando desde el pueblo. Uno de ellos es Flore (al que no vemos), un egregio Perrigalgo, ferviente todoterreno, curtido en éstas lides, y con más tiros pegados que la ventana de un sheriff.
Felizmente cansados y con las cinco Perrigalgas que han superada la prueba con nota, nos disponemos a tomarnos unas cervezas. Y es que pocas cosas hay en el mundo tan placenteras como el primer trago de una cerveza bien fría en un día caluroso; yo solo concibo tres cosas que puedan superarlo. A saber: comer, cagar y follar.

Como corolario, decir que no es un panegírico gratuito si digo que he disfrutado en esta ruta como un enano, y que me lo he pasado de puta madre.

PEDRO CARRASCO CUESTA.

lunes, 19 de octubre de 2009

CALZADOS CON HISTORIA


Domingo, 19 de Octubre de 2009

Asistentes a la ruta:
Emiliano Andrade
Juanma Barroso
Jesús Beltrán
José Carlos Escobar
José Mari Garrido
Antonio Indias
Moisés López
Lalo Muñoz
Andrés Nieto

Hora de salida: 9:00 h.
Hora de llegada: 12:35 h.
Tiempo empleado: 3 h y 5 min
Velocidad Máxima: 61,50 Km/h.
Velocidad Media: 20,80 Km/h.
Distancia recorrida: 62,700 Kms.

Recorrido: Plaza de España, Ctra Ex-206, camino del Búrdalo, Finca las Monjas, Mina La Parrilla, Ctra de Arroyomolinos, Arroyomolinos de Montánchez, Almoharín, Pistas hasta la ermita de Sopetrán, Pista de Servicio de la Autovía, Conquista del Guadiana, Pista de los viveros (Malmedra), camino del Río Búrdalo , Ctra Ex 206, Plaza de España.

Comentario:
Mañana de Domingo fría, que va anunciando los rigores propios de la estación Otoñal.

Realizada mi habitual salida de casa, con la hora pegada al culo, en la puerta me encuentro con Moi que va raudo y veloz hacia nuestro punto de encuentro en la plaza.

Mientras nos vamos acercando a la plaza, voy comentando con Moi lo fresco de la mañana, y ante la poca equipación contra el frío que llevo, decido dar media vuelta para calzarme al menos los manguitos de la peña, que por cierto estaban sin estrenar aún en su bolsa original, que en algo aminoran los efectos del frío otoñal reinante.

Reunidos en nuestra Plaza, una representación menor de lo habitual del grupo de bicicleteros. se comenta que las ausencias son debidas sobre todo, a la marcha andando, que bastantes componentes habituales, realizaban a Guadalupe siguiendo el antiguo camino de Isabel la Católica.

Una vez analizada la situación de la jornada y del grupo, Jesús Beltrán propone realizar la ruta hasta Arroyomolinos de Montánchez por la Mina de la Parrilla y volver por Almoharín y la Ermita de Sopetrán. Nadie del grupo puso ningún “pero” a la opción propuesta y con esa firme proposición partimos los nueve componentes reunidos en esta fresca mañana.

El grupo rueda compacto por la carretera y despues en pararalelo al cauce del Búrdalo aguas arriba hasta llegar al Cruce del “Huerto Juárez”, virando después en dirección a la Finca “Las Monjas”, para a continuación cruzar la autovía y tomar el camino de la Mina de la Parrilla, para no abandonarlo hasta llegar a Arroyomolinos de Montánchez.

Al llegar al cortijo de Valdecabreros, próximo a la Mina de la Parrilla, Antonio comenta que tiene que darse la vuelta y José Carlos que no quería llegar tarde a casa, se une a Antonio y ambos deciden volver de recogida al pueblo con prontitud.

El mermado grupo se reagrupa en la puerta de acceso a la finca “Los Castillejos” antes de enfrentarse al último repecho de la “Cuesta del Quinto Pino”.

A toda velocidad el pequeño grupo desciende, y debido a esta alta velocidad (61,5 km/h) se produce el estiramiento del grupo, que se reagruparía al llegar al cruce de Arroyomolinos.
En un principio se plantea la posibilidad de no entrar en el pueblo, pero Juanma comenta que él no conocía la población y le gustaría visitarlo, por lo que emprendimos marcha hasta la “Iglesia de la Consolación” de Arroyomolinos haciendo una pequeña ruta alrededor de la misma, así como la foto de rigor.


Alguien se percató, sobre lo curioso de unos zapatos colgados de un cable y que según parece era debido a una tradición de los “Quintos” del pueblo. Curiosa y bonita tradición, extinguida de nuestros pueblos al desparecer la tan querida, como denostada y contada “mili”, y por tanto el "tallaje" que se realizaba a los mozos que se incorporaban a filas.

A titulo de anécdota referir el porque del nombre de “Quintos”, término que proviene de la obligación del cumplimiento del servicio militar de uno de cada cinco varones en el S. XIII.

La jornada bicicletera, parecía querer girar en torno al calzado, pues Andrés que estrenaba zapatillas, no parecía muy conforme con la numeración que había adquirido y me hizo probármelas para comprobar que está, fuera correcta, al coincidir ambos en el número de calzado que usamos, de ahí, que en la foto yo saliera de esa guisa, con los pies descalzos o mejor decir en calcetines.

Una vez probada las zapatillas, no me quedo más remedio que sacarle de su duda y comentarle que más que zapatillas, había comprado unas albarcas debido a lo grande que “le” y “me” quedaban.

Una vez el grupo decide reemprender la marcha, Lalo que desde que llegamos a Arroyomolinos, parecía empeñado en caerse. Al salir de la plazoleta de la Iglesia, traba la rueda con la rueda de Juanma que estaba parado, pegándose un buen castañazo y haciéndose una buena herida en la espinilla, ¡Con lo que duele¡ . Juanma, también se hizo alguna pequeña contusión pero de menor importancia.

Una vez repuesto Lalo, y antes de que se enfriara del golpe, partimos en dirección a Almoharín, que debido a la carretera de buen asfalto y fácil rodar nos pusimos rápidamente en el pueblo, el cual bordeamos y de ahí a Sopetrán por caminos.

Conforme la mañana avanzaba comenzaban a sobrar todos los zarrios que llevábamos para salvaguardarnos del matinal frío, que había ido desapareciendo conforme avanzó el día.

El grupo rueda compacto, quedándose algún componente un poco descolgado, pero reagrupándonos de forma regular cada cierto tiempo.

Durante el trayecto, Andrés que no había dejado el tema del problema de numeración de sus recién adquiridas zapatillas, trata de buscarle una solución y nos plantea la solución de hacer una exhaustiva limpieza de las mismas e intentar un cambio de numeración en la tienda.

Al grupo no nos parece mala idea, y entre todos cual “marujas” en conversación profesional, comenzamos a darle consejos y trucos de limpieza de lo más variopinto. Esperemos que estas recomendaciones “marujiles” le hayan servido para resolver el dilema de la numeración de las zapatillas.

Continuamos el trayecto por las cercanías de Conquista y despues por la pista alquitranada que discurre por la finca de Malmedra próximo al río Búrdalo.
Llegados al puente y una vez cerca de Santa Amalia, nos reagrupamos, para hacer entrada en nuestro pueblo, aunque algunos atrocharon por la calle del Salón Moderno y la mayoría por la Calle José Gutiérrez como es habitual.

Y después de refresco y bocadillos “cada mochuelo a su olivo.”

Nota: Escribo bocadillos en plural, porque debido a la poca concurrencia de participantes en esta salida y ante la falta de información que manejaba Alejandro, resulta que MariCarmen había preparado la ración habitual de bocadillitos, por lo que escapamos de p.m.

Por Emiliano Andrade.

miércoles, 14 de octubre de 2009

De Doce me llevo uno


Domingo 11 de Octubre de 2009
Asistentes a la ruta:

Emiliano Andrade Rodríguez
Jesús Beltrán Simón
Pedro Carrasco Cuesta
Pablo Gallego Casillas
José Joaquín Gallego García
José Maria Garrido Parejo
Moisés López Calle
Domingo Pablos Bautista
Jesús Palomo (de Badajoz capital)
Diego Parejo Jiménez
Javi Parejo Jiménez
Y el primo de Pedro López, de Valencia. (abandono)

Tiempo empleado: 3 horas y 3 minutos.
Velocidad Máxima: 39,8 km/h
Velocidad Media: 21 km/h
Distancia recorrida: 49,300 km

Comentario:
En el mismo sitio y a la misma hora (como reza un cantar) se dan cita los Perrigalgos para hacer la acostumbrada ruta dominical. Las dos bodas del sábado, algún cazador que desempolva la escopeta y alguna otra celebración que se me escapa, han diezmado el pelotón y cuando se da el banderazo de salida tan solo nos hemos juntado una docena; y eso que había un par que no eran Perrigalgos propiamente dichos, sino “arrimados” venidos de fuera que tuvieron a bien acompañarnos.
Se comenta la aventura del domingo pasado a Guadalupe, culminada con éxito.
A la hora de marcar la ruta del día, Moisés se apresta a decir: “Vamos a hacer la del Quinto pino”, y todo el mundo dice amén.

Al momento de ponernos en marcha, apenas pasada la “Cruz de los caídos”, un silbido premonitorio sale de la rueda trasera de Moisés. No hay lugar a dudas: se trata de un pinchazo en toda regla, que queda registrado en los anales de la peña como el más precoz de su corta pero intensa historia. Es una especie de alambre retorcida la que se ha clavado en la rueda de manera inverosímil, y alguien incluso se encarga de inmortalizar el momento con una foto. “La rueda registraba un orificio de entrada y salida”, como diría un hipotético parte médico.



Subsanado el tempranero altercado, ponemos rumbo hacia El Sajonia y el Canal de Orellana.

Enseguida giramos a la derecha para atacar la cuesta del Cuadradillo, un repecho largo y tendido que hace sudar tinta hasta al más avezado “bicicletero”.

Cuando llegamos arriba, los más “poderosos” esperan a los menos “pudientes”. Allí nos enteramos de que hemos perdido un número. Ha sido uno de los Perrigalgos “postizos”, que no había calibrado bien la dificultad de la empresa en la que se había embarcado, y ha preferido tomar las de Villadiego. Dice el Tato con su peculiar dicción: “A mí no me dio buena espina cuando me preguntó hace un rato que qué piñón tenía que poner cuando empezaran las cuestas”.

La verdad es que si el muchacho no sabía ni tan siquiera la primera lección de la primera cartilla (mi mamá me mima, mi mamá me ama), tampoco podía llegar muy lejos.
De nuevo en ruta, los once Perrigalgos supervivientes pedalean a buen ritmo por un monte que se nota que agradece las últimas lluvias caídas. Unas pequeñas florecillas violetas (me parece que son lirios) han brotado, como un sarpullido de color, y jalonan los márgenes del camino.

En un momento dado alguien comenta que “El quinto pino” queda pared por medio con “El quinto coño”, y plantea una ruta alternativa que recorte y/o suavice en parte el recorrido. Emiliano es el primero que se apunta a la idea y otros le secundan. En un momento se da luz verde al nuevo e improvisado recorrido, que discurre por La Reyerta, la finca El Mentidero, Los lomos de un tal Guillén y no sé cuántos sitios más.



Domingo, ante mi recurrente despiste, me pone en situación de dónde nos encontramos y dice, señalando con el brazo: “Allí de frente, Trujillanos; un poco más a la izquierda, la presa de Cornalvo, y a este lado, San Pedro”.
Paramos para el refrigerio (y el retrato) en una hondonada pedregosa, por donde discurre el cauce seco de un arroyo que alimenta el embalse de Cornalvo.

Se comenta la última “parida” del presidente del Barcelona, un cerdo separatista y sectario que ha llamado por su mismo nombre (el muy imbécil), a nuestro presidente de la Junta.

Se desprende de la botella de Acuarius de la que bebo la pegatina y se cae al suelo. Enseguida me reconviene Domingo, con buenos modos y mejor criterio, para que la recoja y me la guarde. Y es que los Perrigalgos, además de llevar a gala el lema de “sí al compañerismo y no a la competitividad”, hemos de demostrar un acendrado celo por la limpieza de la naturaleza.
A punto de arrancar de nuevo, el Tato comenta con sorna: “Chacho, tener cuidao que vamos a pasar por una finca de caballos, donde hay un burro entero que gasta un zupo negro más grande que la manga de una pelliza llena de membrillos”.
Pasamos bajo una línea de alta tensión que mancilla un paraje idílico (que diría un pamplinoso repipi) y que le sienta como a un santo dos pistolas, mientras devoramos kilómetros por caminos serpenteantes con tendencia al descenso.

Abrimos portones, pasamos debajo de cadenas y hasta, como si fuéramos improvisados almonteños en madrugada rociera, “saltamos la verja”. Es un portalón de hierro, cerrado con un candado, que nos obliga a saltarlo. Es Javi el que, subido a horcajadas encima de la verja, pasa una a una las bicis por arriba. Se especula sobre lo público o particular del camino, pero nadie acierta a saberlo a ciencia cierta; aunque yo deduzco que cuando hay una verja con un candado...

El grupo ha vuelto a disgregarse y nos reagrupamos cuando llegamos al Canal de Orellana, apenas a un kilómetro de donde finaliza, tras 112 kilómetros de recorrido desde que sale del pantano de Orellana. Jesús, que es de los rezagados, comenta acezando entre jadeos y en un tono con trasfondo de broma: “Esto, más que compañerismo, a mí me parece que es una jerarquía”. Quería decir anarquía pero... Y el Tato, siempre ocurrente, remata: “Ya os tengo yo dicho que esto, más que un grupo, es una piara”. No necesitó matizar de qué, porque las piaras casi siempre son de guarros.

Ya cerca del pueblo, Diego comenta al grupo: “Aflojad, que falta el Triqui”. Al principio no me percato de lo que quiere decir, pero esbozo una sonrisa cuando caigo. Como se apellida Beltrán, le llaman cariñosamente con el apelativo del que fuera un gran ciclista, el Triqui Beltrán.
Mientras Moniato nos da de beber (y de comer), se comenta sobre lo que se tiene pensado hacer el próximo domingo y los que se van a apuntar. Se piensa ir en coche hasta Cañamero, y hacer a pie los quince o veinte kilómetros que restan hasta Guadalupe; es por cambiar de actividad o, si se quiere, no caer en la monotonía. Pues me parece muy bien.

PEDRO CARRASCO CUESTA

lunes, 5 de octubre de 2009

Ruta a Guadalupe


Asistentes a la ruta:

Emiliano Andrade Rodríguez
Florencio Benítez-Cano
Juan Luis Capilla Camacho
Pablo Carrascosa Sánchez
Paco Cidoncha Carrascosa
Pedro Cuesta Flores
José Carlos Escobar Dorado
José María Garrido Parejo
Pablo Gallego Casillas
Antonio Indias Fernández
Alberto López Fuentes
Moisés López Calle
Gerardo Muñoz Lozano
Juan Carlos Muñoz Tapia
Andrés Nieto Cortés
Domingo Pablos Bautista
Javi Parejo Jiménez
Diego Parejo Jiménez

Invitado de honor:
Antoñito Nieto Herrera

Coche de apoyo:
Pedro López Fuentes
Y su primo, el de Valencia.



Faltan a esta ruta:
José María Almaraz Luna
Juan Manuel Barroso Morcillo
Jesús Beltrán Simón
Pedro Carrasco Cuesta
Pedro Dorado Mera
José Luis Jiménez Dorado
José Joaquín Gallego García
Mario Muñoz Tapia
Marcos Nieto Dorado

Transporte:
Camioncillo Almacenes Carrascosa
Domingo, 4 de octubre de 2009

Tiempo empleado: 5 h. 01 m.40 s.
Velocidad Máxima: 63 Km/h.
Velocidad Media: 22,5 Km/h.
Parciales: 105 Kms.

Recorrido: Plaza de España, Calle José Gutiérrez, Carretera de Cáceres, Nacional Cuatrocientos Treinta, Hernán Cortés, Ruecas, Valdivia, Gargáligas, Acedera, Obando, Guadalupe.
Comentario:
Una jornada estupenda de pedaleo y de cicloturismo, con el aliciente inesperado de recibir de Fray Guillermo Cerrato Chamizo, Rector del Santuario de Santa María de Guadalupe, la CREDENCIAL GUADALUPENSE, por haber peregrinado a Guadalupe en este Año Jubilar Guadalupense, a pesar de que como bien diría Andrés pocos méritos hemos hecho para recibirla, ya que ni siquiera escuchamos misa, salvando el esfuerzo del pedaleo, que para unos ha sido un simple paseo y para otros, en cambio, ha sido un poco más penoso.
La mañana amaneció estupenda, con un poco de fresco, para que algunos Perrigalgos nos pusiéramos una doble prenda o los manguitos para no pasar frío a primera hora, y a medida que subía el sol y calentaba algo más cada cual se iba despojando de dichos complementos.

Dieciocho Perrigalgos salimos de la Plaza, una vez que José Mari nos hiciera la foto de salida con la perrita incluida, a pesar de que han salido un poco oscuras pues aún no había amanecido del todo. Por cierto que a la perrita le han salido los ojillos brillantes como si de dos luciérnagas se tratara.

Diecinueve Perrigalgos llegamos a Guadalupe, luego de que un Perrigalguillo se incorporara al grupo en el último tramo, a partir del puerto y que nos llevara a “carajo sacao” con una bicicletilla tan pequeña.


El grupo pedaleó con una homogeneidad placentera durante los primeros kilómetros y a un ritmo nada despreciable que marcaban los jefes de fila, en este caso Domingo y Flore, hasta que ocurrió el primer percance que a pesar de todo no hubo que lamentar, pues todo se quedó en el susto. Por el repecho que hay antes de llegar a la Encomienda, pasado el cruce de Rena, Antonio Indias se nos cayó de la bicicleta por mirar para atrás, haciendo el “afilador”, y se dio un buen costalazo, que como digo fue más el ruido que las nueces, afortunadamente.

De nuevo tiramos muy bien hasta la primera parada que hicimos para el avituallamiento, que fue en el cruce de Obando, donde nos comimos casi todos los plátanos de Canarias y barritas energéticas y donde bebimos Acuario sin miedo y rellenamos las bombonas de agua.

Con las energías recobradas, seguimos pedaleando de manera uniforme hasta el kilómetro quince aproximadamente, donde el desnivel se hace un poquito más pronunciado, y el grupo se fue estirando poco a poco. Por fin, dos kilómetros después, en el cruce de Logrosán, comienza lo verdaderamente empinado del recorrido, tres o cuatro kilómetros más o menos, donde cada cual subió a su ritmo.

Algunos compañeros volvieron para atrás para ayudar y animar a los que venían algo más retrasados. Cuando conseguimos reagruparnos de nuevo, volvimos a pedalear más o menos al mismo ritmo para salvar la recta “pestosa” que tan poco le gusta a nuestro compañero Domingo, pero que en este caso, se hace mucho más llevadera porque casi no se percata uno de ella con la charla y la compañía.

Yo me había adelantado porque tenía ganas de pedalear, con el fin de volver de nuevo con el grupo, pero me encontré un grupo de jinetes con sus respectivos caballos y unas buenas “jacas” que venían de Navalvillar del Pela, y habían parado a tomar un pequeño refrigerio.

Por entonces andábamos ya por los setenta kilómetros más o menos y algunos compañeros se les iba haciendo algo más pesada aquella marcha. Unos se defendieron bien con los ánimos y ayuda de otros. A Juan Carlos hubo que prestarle alguna ayuda facultativa pues se le sobrecargó ligeramente el cuadricep y casi no podía dar pedales.
Por fin los expertos en masajes consiguieron que pudiera reanudar el pedaleo, hasta llegar al Puerto, porque a partir de allí la cosa fue mucho más llevadera, con una bajada formidable y un tramo de Vía del Tren, hasta llegar a Guadalupe. Nos reagrupamos de nuevo en la calle, para llegar todos juntos a la Plaza de Santa María de Guadalupe, en medio de una ovación de aplausos de las familias qua allí nos esperaban.



Besos, abrazos, saludos y fotos, muchas fotos hasta que conseguimos colocarnos para la foto del grupo en las escalinatas del Monasterio.


Luego nos fuimos a las duchas para el aseo personal, y una vez que terminamos comenzamos a desfilar camino de la Piscina Siloé, donde habíamos de merendar. Pensaban echar las bicicletas en el camioncillo en la explanada donde paran los autobuses, pero yo me dejé de caer y me fui con la bicicleta hasta el restaurante, y poco después todos los demás siguieron mis pasos apareciendo por allí en bicicleta, pues se percataron que no había que dar pedales.



Nos tomamos unas cervecitas en la barra, y seguidamente pasamos al comedor, que es el mismo bar, con unas separaciones prefabricadas con sencillez y buen gusto a base de unos lienzos de colores colocados sobre unos marcos de madera que hacen de biombos.


El menú no estuvo nada mal, una paella muy rica, para mi gusto a pesar de no ser yo paellero, y una carne en salsa o caldereta que estaba buena, pero posiblemente pecara algo en los guisos un tanto fuertes.

También el comedor hicimos bastantes fotos y repartimos las Credenciales que todo el mundo agradeció tanto, pero especialmente Diego y Javi, que por fin se sacaron en parte la espina de no haber recibido la Compostela en su Primer Camino de Santiago.


Acto seguido regresamos a casa cada cual por libre, quedando en reunirnos de nuevo en la parada del autobús para bajar las bicicletas.
Se habló de parar o no parar por el camino, y al final se decidió que no se paraba y que íbamos directos a la parada antes dicha.
Alberto, Moisés, Lalo y yo llegamos los primeros y estuvimos esperando un rato prudencial, hasta que alguien nos dijo que había adelantado al camioncillo por el cruce de la Encomienda, así
que ya no tardaría mucho.


Pero nos equivocamos de lleno, porque tardaron de lo lindo, pues al parecer habían parado en algún lugar y nos tuvieron esperando una hora larga.
Esperemos que un hecho de estas características no se vuelva a repetir, pues bien es sabido de todos, que este grupo cicloturista se caracteriza precisamente por el compañerismo y el respeto a todos sus componentes.
En esta ocasión nos encontramos seis matrículas ante el asombro de aquellos que les cuesta trabajo creer que puedan perderse tantas matrículas de los coches.
Matrículas: E 4711 FZW, E M 7801 ON,
E 8212 DZY, BA 4019 AB, otra incompleta:
E 3795 y una de moto con el piloto rojo incluido: E 8747 FSV.

Flore