miércoles, 29 de abril de 2009

¡¡ Por fin, tenemos aquí las equipaciones ¡¡


Desde el Dpto de Diseño, Logística y Aprovisionamiento de la Peña Cicloturista Amaliense, esperamos, que la equipación resultante, sea la esperada por todos.

Convocatoria:
Para poder hacer una fotografía, de todo el grupo de componentes cicloturistas que han adquirido la equipación, en primera y única convocatoria, nos vamos a juntar en la Ermita de San Isidro, el día 1 de Mayo a las 12:30 h. despues de la ruta que hagamos el Viernes (salida de la plaza a las 9:30 h.) , con la finalidad de hacer la fotografia oficial con la equipación, a ser posible con los 42 maillots y 42 coulottes del pedido.

Un saludo y a disfrutar de esta nuestra nueva equipación.
Recordad:
San Isidro, 1 de Mayo de 2009 a las 12:30 h.
(por supuesto con la equipación enfundada)

Se había previsto hacer la fotografia el dia 2 de mayo a las 19:30 h. pero para no hundir los indices de audiencia del Barça-Madrid, hemos decidio adelantar la fecha y hora al Viernes 1 de mayo de 2009 a las 12:30 h.

Nota: Se ruega, eviten hacer comentarios sobre el "modelo" que luce la equipación.
Una vez recibida la crónica de la ruta del Domingo, pasamos a incorporarla al blog.
También, según me ha indicado Javi, informar que aún estamos a la espera de recibir las equipaciones.
Cañada Real Leonesa II
( domingo, 26 de abril de 2009 )

Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano.
Asistentes a la ruta:
Domingo Pablos
Antonio Indias
Mario Muñoz Tapia
Juan Carlos Muñoz Tapia
José María Almaraz Luna
Moisés López
Alberto López
Jesús Beltrán
Pedro Cuesta
Pablo Gallego
Marcos Nieto
Juan Manuel Barroso
Florencio Benítez-Cano


Domingo, 26 de abril de 2009
Tiempo empleado: 2 h. 54 m.23 s.
Velocidad Máxima: 37,400 Km/h.
Velocidad Media: 20,200 Km/h.
Parciales: 58,850 Kms.
Odómetro: 1.300,400 Kms.
Acumulados: 1.300,8500 Km.

Recorrido: Plaza de España, Rotonda de Antonio López, Avenida de Ordizia, Cañada Real Leonesa (Pista de Cagánchez, Lomo la Liebre, Cruce de la Atovía), Canal Principal de Orellana, Canal Secundario nº 4, Pista de la acequia A-XXIV-24, Plaza de Armas, Plaza de España.

©Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano
Santa Amalia (Badajoz)
Abril de 2009
Comentario:
Es la segunda vez que hacemos este recorrido, y los demás, de igual modo, se irán repitiendo de manera gradual cada cierto tiempo.
En esta ocasión dicha ruta ha sido propuesta por Moi, que en la ocasión anterior se le rompió el pedal.
Dicho recorrido ha sido también algo más largo que el anterior, pues en aquella ocasión, llegamos a la carretera de Don Benito a Miajadas, y desde allí regresamos, pues ese día había algunas personas que tenían prisa. Hoy, como ya conocíamos el recorrido, lo hemos hecho un poco más rápido, y así nos decidimos a llegar hasta el Canal de Orellana, a la altura de la Casilla 49, por tanto dicho recorrido ha sido algo más largo los que venimos haciendo habitualmente, casi los sesenta kilómetros, pero por terreno llano, aunque con bastantes baches, quejándose de esta guisa, algunas personas que alegaban que les dolía un poquito el culete.
Paramos en la caseta del guardacanal antes aludida y allí estuvimos reponiendo energías y haciendo la foto de rigor.
El regreso lo hemos hecho muy bien, por la pista asfaltada del Canal Principal de Orellana, a la altura del punto kilométrico cincuenta y cuatro, hasta el Canal Secundario Número Cuatro, que pasa por Santa Amalia, y llega hasta algo más allá de Yelbes.
A la altura de la casa de Juan Sánchez, que en paz descanse, tomamos la Acequia A-XXIV-24 y regresamos al pueblo.
Pensaba poner a este recorrido el título de “Matrícula”, pero me parecía poco original, así que decidí ponerle su nombre propio como en la vez anterior, con los dos palotes, que indica que es el segundo recorrido, y al mismo tiempo, aunque no quede muy bonito, siempre se puede cambiar, he colocado en la portada la foto de la matrícula[1] del tractor que me encontré alrededor de la Finca de Plaza de Armas.
[1] Me he encontrado una matrícula roja de los tractores:
E 9519 BDM.


lunes, 27 de abril de 2009

Ante la falta de noticias y desconociendo el recorrido semanal realizado por el grupo, he decidido editar la ruta de Cornalvo de fechas pasadas.
La Ruta de Cornalvo
( domingo, 15 de febrero de 2009 )



Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano.
Asistentes a la ruta:
Javi Parejo

Domingo Pablos
José Joaquín Gallego
Alberto López
Juan Carlos Muñoz
José Carlos Escobar
Pablo Gallego
Florencio Benítez-Cano
Andrés Nieto
José Mari Garrido
Juan Manuel Barroso
Diego Parejo
Emiliano Andrade
Moisés López
Pedro Cuesta
Marcos Nieto Dorado
Antonio Indias
Juan Luis Capilla
Peligro
Los invitados:
Juanjo Rodríguez
Yiyo (de Isidro Monleón)
Manolo Porro
Juan Sauceda Quintana
Pedro de Jorge
Ignacio.
©Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano
Santa Amalia (Badajoz)
Febrero de 2009
Domingo, 15 de febrero de 2009
Tiempo empleado: 3 h. 27 m. 34 sg.
Velocidad Máxima: 50,50 Km/h.
Velocidad Media: 19,800 Km/h.
Parciales: 68,500 Kms[1].
Odómetro: 50.497 Kms.

Recorrido: Plaza de España[2], Trujillanos, Carretera de Cornalvo, Camino que rodea el Embalse, Carretera del Embalse del Muelas, Camino del Cortijo del Huevo, Camino de Mirandilla, Ermita de San Isidro, Mirandilla, Camino de Mérida, Vía de Servicio de la Autovía, Trujillanos, Plaza de España.
Comentario
Tenía que haber avisado a Domingo para que nos fuéramos los dos juntos hasta el lugar de encuentro, el Centro de Interpretación de Cornalvo, pero hasta que no me levanté por la mañana del domingo en cuestión no tomé la decisión de irme en la bicicleta.
Salí a las ocho de la mañana y poco después hice las primeras fotos de la salda del sol un poco antes de llegar a Torrefresneda. La mañana estaba muy buena, un poco fresca, pero no hacía tanto frío como debía suponerse por la pelona tan exagerada que había caído, posiblemente porque la tarde anterior estuvo demasiado calurosa para esta época y el terreno se calentó algo más de lo habitual. Lo cierto es que el termómetro no bajó de los dos, coma siete grados, y a medida que se levantaba el sol, comenzó a subir de forma paulatina, aunque lentamente.
Por la hora que era, cuando comencé a pedalear por las primeras rampas de la subida a San Pedro de Mérida, me imaginé que ya estarían llegando las primeras personas, rabiosas de deseo de hacer por fin este recorrido de Cornalvo, en un día que se aventuraba plácido y sereno, según el parte meteorológico de Sotogerén, y con un número algo más henchido de participantes que en ocasiones anteriores. Por eso me imaginaba como los primeros en llegar harían comentarios oportunos cada vez que llegaba uno más: “hombre, hoy viene también Peligro…; sí pero Javi, el Chino, no puede venir hoy; ya está bien de que Pedro Cuesta regrese al grupo, con esa puta caza…; falta Capilla, ese siempre se retrasa un poco, pero dijo que sí vendría; vaya, mira quien está aquí, tenemos uno nuevo, Marco el de la Casa de la Cultura, bienvenido al grupo; y Flore, parece que se retrasa, a ese no hay que tenerlo en cuenta, si no llega a tiempo es que no viene, o se ha ido sólo desde su casa; bueno, ¿estamos todos?, pues vamos machacando”.
Llegué al lugar indicado antes de lo que había calculado, pues no tuve en cuenta la trocha que hice, tirando por la pista del Canal, así que cuando llegué allí, con el fin de no enfriarme, me fui a coger unos esparraguitos, bueno sólo lo pensé ero en realidad lo que hice fue regresar algunos kilómetros por la vía de servicio de la autovía hasta que me pareció oportuno y regresé de nuevo. Poco después me adelantó uno de los coches y me dio un pitido de reconocimiento y poco a poco fueron pasando todos los demás, incluido el camioncillo del Molino.
Bajadas de las bicicletas de los vehículos, saludos y primeras fotos del grupo, se sucedieron durante unos minutos hasta que decidimos por fin partir por la estrecha carretera que va para el Embalase de Cornalvo. No tardó en escucharse un grito: ¡¡¡¡COOOOCHEEEEE!!!!!, pero el grupo era demasiado, numeroso para poder ponerse en fila india, que por cierto se nos habían unido varios ciclistas más de Trujillanos, pero por fin pudo adelantarnos, aunque lo hizo a duras penas, incluyendo una caída si consecuencia de uno de los componentes del grupo que se despistó un poco mirando hacia atrás.
Poco después se nos cruzó un todoterreno de frente y ese si que le tuvimos que sortear con algo más de diligencia, pues no tenía intenciones de pararse el cabrón.
Al llegar a la desviación de la carretera que va para el Embalse del Muelas, los organizadores del recorrido iban atrás, así que se escucharon unas voces que se repetían como los eslabones de una cadena: a la derecha, a la derecha, a la derecha, a la derecha, …..
Hubo también unos momentos de desconcierto cuando llegamos a la presa, hasta que cogimos la dirección indicada.
Pero al final de la presa, había que pasar por un sendero sumamente angosto, peñascoso y escarpado, donde se tuvo que bajar casi todo el mundo de las bicicletas para salvarlo a pie, estirándose de este modo el grupo hasta que se formó una hilera interminable. Durante varios hectómetros de recorrido, hubimos de ir en fila india por un sendero metido entre maleza pero con un buen firme que permitía pedalear con cierta fluidez, pero con el riesgo de darse con alguna rama de jara en los morros. Momentos de cierta intensidad porque hay que ir muy atentos y sólo se ve al compañero que pedalea delante de ti. Cuando terminó aquel sendero, salimos a un anchuroso camino que discurría por la orilla de la cola del pantano y enseguida hicimos un alto para reagrupar a todos los componentes, a los de Santa Amalia, Villanueva, Don Benito y los de Trujillanos, que seguían con nosotros, o nosotros con ellos. Aproveché para hacer una foto a unos patitos que nadaban plácidamente sobre las aguas del embalse.
A partir de aquí, el camino discurre por una zona baja del terreno y algo húmeda, por lo que los charcos se sucedían a menudo, alternándose con las zonas arenosas y algunos tramos de hierbecilla mojada por el rocío nocturno y resbaladiza al mismo tiempo, por lo que había que ir con cuidado, sobretodo yo, que llevaba las ruedas lisas.
Tuvimos que pasar un arroyuelo que llevaba bastante agua por lo que hubo un alto, hasta que comenzaron a pasar los más osados, y los demás vimos que se podía pasar sin problemas, pero sí con cuidado.
Poco después salimos a una carretera asfaltada y deduje que era la carretera que va al Embalse del Muelas, como así fue en definitiva. Yo no había ido ninguna vez por el sitio concreto que fuimos en esta ocasión, pero en cambio había pasado multitud de veces por aquella carretera y fue entonces cuando recordé que siempre veía la indicación de un camino que iba a una finca, cuyo nombre ahora no recuerdo, peri sí que está puesto sobre una herradura gigante.
Por fin llegamos al lugar conocido como el Rugidero, si no me equivoco, donde sale un camino a la derecha, indicado por sendas flechas que ponen:
Las Mezquitas y VALDELAYEGUA
De frente, por la misma carretera asfaltada, una flecha indica: EL GAMO. Supuestamente la indicación de la flecha debería marcar hacia la izquierda, pero sin embargo está indicando abajo, hacia el suelo, o bien se ha caído con el tiempo o algún desaprensivo la ha cambiado de dirección, que para todo hay.
En este sitio y lugar hubimos de parar durante un buen rato, porque en ese mismo instante, llegaban al lugar decenas de ciclistas que venían em sentido contrario al nuestro y, guiados por un coche todoterreno que abría la marcha, giraron hacia la indicación de Las Mezquitas, no sin una cierta dosis de peligro, porque iban muchos, muy deprisa y muy apelotonados, como si fueran en competición, con su número correspondiente cada uno, que se puede apreciar en algunas de las fotos que hicimos. En la curva anterior sí que se cayeron un par de ellos, con el peligro que entrañaba para los otros que venían lanzados desde atrás por una buena pendiente.
Cuando terminaron de pasar los CIENTO UN COMPONENTES de aquella marcha o carrera, salimos nosotros en dirección al GAMO, pero a partir de ahora se despidieron los de Trujillanos y nos quedamos los veinticinco de nuestro grupo, diecinueve de Santa Amalia, y el resto de los invitados, aunque a decir verdad no sé si los invitados eran ellos o nosotros, lo digo en el sentido de que tengo entendido que les invitamos a la ruta del Borril, y ellos nos invitaron a ésta que la tenían puesta en su calendario.
En las primeras rampas de un anchuroso cordel, el grupo de extendía de nuevo, pero nunca se perdían de vista los componentes del mismo. Al paso nos salieron un nutrido grupo de caballos sueltos, preciosos, majestuosos y elegantes, como son estos animales, que se cruzaban sin pudor por el camino, teniendo que frenar a veces un poco o sortearlos, pero sin ningún tipo de peligro, pues no son como las vacas, que nunca sabes lo que vana hacer, lo mismo están mirando para un sitio y de pronto se dan la vuelta y salen a correr para el lugar opuesto.
En los últimos pasos hasta el Puerto, el pelotón se estiró algo más de la cuenta, pero arriba todo el mundo paró para el avituallamiento, aprovechando la ocasión de que había colocada una pancarta de META, que era para los ciclista que habíamos visto antes, y allí les esperaban la guardia municipal de Mirandilla y los chavales de Protección Civil, con una ambulancia del 112, casi nada, con los que nos hicimos sendas fotos, una vez que llegaron todos los componentes del grupo. Sin embargo, en esta ocasión, con tantas emociones y acaso con las prisas no nos hicimos ninguna con nuestro grupo al completo y bien colocados como hacemos siempre. Lo tendremos en cuenta para próximas ocasiones.
Aún no había terminado de comerme mi media cuarta de salchichón que llevaba, cuando vi que salían echando leche, como almas que lleva el diablo, con el fin de aprovechar la bondadosa bajada de la anchurosa y bermeja pista de tierra que nos guiaba hacia Mirandilla, a pesar de las recomendaciones de la Policía Municipal de que tuviéramos cuidado, ya que era peligrosa, pues se llega a adquirir una buena velocidad y hay tierrecilla suelta.
Salí detrás de ellos, en solitario, cuando pude malcolocar los apaños en la caja que llevo en el portabultos, tal es así que a la altura de la Ermita de San Isidro de Mirandilla, sentí como la rueda me frenaba en seco, quedándome prácticamente parado, con una pequeña ayuda de los frenos. Fue entonces cuando pude comprobar que se había caído el chaleco fosforito y se había enganchado de manera tremenda entre los piñones, tal es así que tuve que desmontar la rueda y hacer verdaderas virguerías, hasta con los dientes, pues no llevaba navaja, hasta que pude enderezar aquel entuerto, llenándome de grasa de la cabeza a los pies. Cuando pude comenzar de nuevo mi pedaleo, sin ninguna otra traba, ya no podía ver a los componentes del grupo, pues había perdido mucho tiempo y ya habrían llegado a Mirandilla. No sabía si entrarían en el pueblo, o tomarían algún camino de los que salen antes de llegar al pueblo, por lo que iba mirando para ver si veía a los pedaleadores por el entorno, y como no fue así tuve que llegar al pueblo para preguntar varias veces si habían visto pasar por allí a un nutrido grupo de ciclistas, y como en todos los casos la repuesta fue afirmativa, mi ánimo se sublimó con la esperanza de poder unirme a ellos en algún momento. Por fin pude ver que Juan Luis Capilla y Alberto López que me estaban esperando, pero con el riesgo para ellos también de que el grupo les había abandonado a su suerte, pero de cualquier manera ya éramos tres. Lo cierto es que yo no tenía problemas para regresar por cualquier lugar al punto de encuentro, pero mi temor estaba más bien en los demás, que me echaran en falta en un momento determinado, y se pusieran nerviosos sin saber qué hacer. Juan Luis consiguió contactar por el móvil con Domingo y éste le informó que iban camino de una zona de recreo o algo parecido que no recuerdo aún como la llamaban, y preguntando de nuevo conseguimos encarrilarnos hacia el lugar indicado, alegrándonos de nuevo cuando por fin vimos que Domingo y otros cuantos venían en nuestra búsqueda.
Al reincorporarnos al grupo, todos hubieron de entonar el “meaculpa” por la falta de delicadeza de olvidar al “abuelete” de la marcha.
Pedaleando ahora por una pista larga y recta como un día sin pan y de un color rojizo, se me ocurrió peguntar a Juanjo que adónde íbamos y como me contestara que hacia Trujillanos, le dije que aquella pista no iba a Trujillanos, sino a Mérida, pues nunca había pasado por aquel lugar pero sí que tenía controlado el sentido de la orientación en aquella circunstancia. En efecto, al poco tiempo vimos a lo lejos el trazado de la autovía y una panorámica de la capital autonómica. Nos reagrupamos de nuevo, vimos que se habían querido perder los de Don Benito, y tomamos la decisión de llegar hasta la vía de servicio de la autovía y desde allí hasta Trujillanos, sin hacer caso al benjamín del grupo, a Moi, que nos dijo que atrocháramos por el olivar.
Los kilómetros de recorrido por la vía de servicio fueron algo más duros, pues ya se notaba el cansancio en el cuerpo, el firme algo más pedregoso e irregular y el airecillo que soplaba solano con una cierta intensidad.
En ni caso particular se agravaba la situación, pues por una parte me había venido desde Santa Amalia en bicicleta y por otra parte me encontraba un poco cansado del intenso fin de semana tan ajetreado.
El viernes, a las doce de la mañana, me comí un bocadillo de chorizo que no se lo saltaba un galgo de tres trancos, con una cocacola y dos naranjas de postre. Esa sería mi merienda del día, pues en cuanto salí del Instituto, me cambié de ropa y me fui a por un carrillo de leña. Tuve que pelear mucho porque estaba muy difícil de conseguir y me esforcé al máximo.
Por la noche estuvimos en el Bar de Charli, en la cena de los “Enamorados”, que celebramos todos los años, pero me dio un ataque de alergia de los más fuertes que he tenido, por lo que me tuve que ir a casa, y esa noche descansé muy poco. El sábado, alrededor de las diez de la mañana, como me sentía algo mejor, me fui con la bici e hice un recorrido de ciento veinte kilómetros, echándome una siesta en el camino porque ya no podía con mi cuerpo. Por la noche, de nuevo nos fuimos a rematar las sobras del día de los enamorados, menos mal que nos recogimos un poco más temprano que la noche anterior y con mejores sensaciones.
Pero hasta que no me levanté por la mañana y vi que me encontraba bien, no tomé la decisión de irme pedaleando hasta Trujillanos, por lo que no pude avisar a Domingo para que nos fuéramos los dos juntos, como indico al inicio de este relato.
Por fin llegamos al Centro de Interpretación y decidí regresar en coche, ya que había quedado con los amigos para comernos unas migas el campo de Pacosánchez, así que luego de recoger todas las bicicletas, y de las despedidas correspondientes, me monté en el camioncillo de Javi, con Pedro Cuesta y nos vinimos para casa.
[1] El recorrido real es de unos cuarenta kilómetros aproximadamente, ya que yo me fui en bicicleta hasta Trujillanos.
[2] El recorrido desde Santa Amalia hasta Trujillanos y regreso se hizo en coche.

lunes, 20 de abril de 2009

Ruta Cicloturista
Castillo de Medellín
( domingo, 19 de abril de 2009 )


Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano.

Asistentes a la ruta:
Domingo Pablos
Moisés López
Alberto López
Jesús Beltrán
Pedro Cuesta
Diego Parejo
Javier Parejo
Emiliano Andrade
Juan Luis Capilla
Pablo Gallego
Gerardo Muñoz
Marcos Nieto
Juan Manuel Barroso
Pablo Carrascosa
Florencio Benítez

Domingo, 19 de abril de 2009

Tiempo empleado: 2 h. 19 m.25 s.
Velocidad Máxima: 50,800 Km/h.[1]
Velocidad Media: 19,00 Km/h.
Parciales: 44,150 Kms.
Odómetro: 1.188,110 Kms.
Acumulados: 1.188,110 Km.

Recorrido: Plaza de España, Pista de la Acequia XXIV-24, Cerro Mono, Carretera de Valdetorres, Camino de las Tiritañas, Estación de Ferrocarril de Medellín, Carretera de la Estación, Medellín, Subida al Castillo, Subida al Quinto Cecilio, Cañada Real Leonesa, Plaza de España.
©Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano
Santa Amalia (Badajoz)
Marzo de 2009

Comentario:
Escuchando los comentarios del personal, bien podría haberse llamado este recorrido “La Rhjuta del Barrhjo”, pues mucho de este rojizo, resbaladizo y pegajoso elemento hubimos de quitar, con una manguera a presión, en la Cooperativa del padre del Tato, a punto de finalizar la ruta.
Pero por aquello de que nos gustan más los nombres propios, creo que en esta ocasión merece la pena que la pongamos la ruta del Castillo de Medellín.
Una ruta bonita y fácil, a no ser por el barro aludido anteriormente, y que posiblemente traiga cola, ya que mi señora se enfadó tanto al verme de esa guisa, que me echó una buena reprimenda, aludiendo que ahora tendría que lavar toda la ropa, y que a ver porqué no salgo yo solo, como hecho siempre y venía limpito a casa, como la patena. En fin, queridos compañeros perrigalgos, tendré que dejar de salir con vosotros, porque la familia está antes que todo, y los disgustos que parecen de poca monta llegan a convertirse en verdaderos problemas. Me duele mucho tener que tomar esta determinación, toda vez que estamos tan ilusionados con el nuevo traje de nuestro equipo, pero la vida es así, y así tenemos que aceptarla[2].
Dicho recorrido tuvo, al mismo tiempo, una parte más positiva, con un cierto desafío por las dos subidas de cierta consideración a dicho Castillo y al Quinto Cecilio, esta última más fácil, ya que el asfalto es más benévolo para el pedaleo regular de la bicicleta que la subida por los rollos a la atalaya metellinense. Y ojo con la cadenita que hay a la mitad del camino. Cuando se va subiendo, se ve bien, pero es difícil de rodear, y cuando se baja, hay que tener mucho cuidado porque si no te das cuenta y no la ves, te puedes pegar un castañazo morrocotudo. Ya me ha pasado a mí una vez, en la acera de Valdehornillos, la que va al cementerio, pues era muy temprano y no se veía bien y me di un buen castañazo.
Cuando pasamos el Cerro Mono, comenzaron los tirones desmedidos, y a la altura de la finca de la Isla de María Luisa, ya se veían bien lejos los primeros elementos del equipo, y los demás tirando detrás a un buen ritmo de casi treinta kilómetros por hora.
En esta ocasión, de no haber sido por el barro pegajoso que redujo la media de velocidad, ésta hubiera sido bien alta.
Lo del barro fue como una batalla campal. Al principio, teníamos algunas personas, un cierto temor a los salpicones, pero luego de que ves que ya tienes barro hasta en los ojos pues te pones a pedalear con un poco de más de entusiasmo y con un poco de menos temor.
¡MADRE MÍA, CÓMO SALTABAN LOS PIÑONES CON EL BARRO!
Paramos un momento en la Estación de Medellín, pero continuamos enseguida, aún ante el requerimiento de algunos golosos que ya estaban deseando de meter mano a las chocolatinas, pues se impuso de manera enérgica la potente voz de Javi Parejo que dijo sin vacilar: “La comida en el Castillo de Medelín”.
La bajada del Quinto Cecilio fue un poquito anárquica, ya que no todos sabíamos el recorrido previsto, ni la pista que rodea al Quinto Cecilio. Por otra parte se había hablado de regresar por la Sierra de Batanejo o por la Cañada Real Leonesa. Y por otra parte, Emiliano se había quedado abajo, cuando subimos al Quinto Cecilio, así que unos cuantos nos despistamos, y Emiliano, desesperado dando voces al pie de la carretera. Por fin, a duras penas, conseguimos reagruparnos de nuevo, al lado del reloj de sol, al final del Puente del Siglo XVII, y desde allí emprendimos el regreso por el Cordel, con algo más de organización.
Como indico anteriormente, estuvimos quitando el barro en el local del padre de Tato, con una buena manguera a presión, aunque yo decidí hacerlo luego, porque al final no se queda bien y hay que limpiarla de nuevo.

¡HASTA LA PRÓXIMA SALIDA!
[1] Al parecer, Javi Parejo había cogido la velocidad máxima de 60 Km/h. en al bajada del Quinto Cecilio.
[2] Espero que leáis las aclaraciones de “nota al pie”, para ver que todo ha sido una broma de la mente del escritor cuando su imaginación se desborda en aras de producir una sana intriga al querido lector de estas crónicas domingueras de los recorridos cicloturistas. Perdón.

jueves, 16 de abril de 2009



Ya estamos a la espera de recibir las equipaciones en esta semana.
La demora ha sido debida al tema de los manguitos.

Diseño definitivo de la equipación.
-Esperemos que el resultado sea el deseado-

domingo, 5 de abril de 2009

La Cuesta del Borril
( domingo, 5 de abril de 2009 )

Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano.
Asistentes a la ruta:
Domingo Pablos
Javi Parejo
Diego Parejo
Antonio Indias
Moisés López
Andrés Nieto
Alberto López
Juan Luis Capilla
Florencio Benítez-Cano
Pablo Carrascosa
Jesús Beltrán Simón
Pedro Cuesta Flores
Juan Manuel Barroso
Paco Cidoncha
José Carlos Escobar
José Joaquín Gallego

Domingo, 5 de abril de 2009

Tiempo empleado: 2 h. 12 m.47 sg.
Velocidad Máxima: 40,9 Km/h.
Velocidad Media: 18,7 Km/h.
Parciales: 41,52 Kms
Odómetro: 949,200 Kms.
Totales: 949,200 Kms.

Recorrido: Plaza de España, Carretera EX - 106, Pista del Canal, Camino del Búrdalo, Nacional 430, Camino del Empajao, Vía de Servicio de la Autovía, Canal de Orellana, Camino del Borril, Cuesta del Borril, Mesa del Capitán, Huerto de lso Olivos, Cuesta de la Novia, Camino de Cuadradillo, Canal de Orellana, Cruce del Sajonia, Vía de Servicio, Malmedra, Pista de la acequia, Huerto Juárez, Carretera de Cáceres, Rotonda de Antonio López, Ferial, Casa.

©Florencio Benítez-Cano Benítez-Cano
Santa Amalia (Badajoz)
Marzo de 2009

Comentario
Día de resaca de la Feria de Abril, ahora Feria de Muestras, desde hace dos o tres años. Sábado de bodas: Billarino se casa en Ahillones, el pueblo de los Pailones, y también contrae matrimonio la hija de Enrique Fuentes. Por la parte de Villarino no creo que faltara nadie, pero por parte de la de Enrique sí que faltó Jose Mari Almaraz, de la saga de los Lunas.
Se incorporan de nuevo a esta edición Domingo Pablos y los Hermanos Parejo, y faltan personas tan importantes como “El Grhjan Tato”, creo haber entendido que por cuestiones de alergia, Juan Carlos Muñoz y Marcos, a causa de la Feria y Jose Mari Garrido, Emiliano Andrade y Lalo, que no sabemos el por qué (Administrador del Blog: Emiliano y Lalo han faltado por trabajo). No sé si me quedo alguien en el tintero.
La ruta de este día la ha marcado, de manera imprecisa y algo anárquica, Pablo Carrascosa, como él mismo es en realidad, pero en honor a la verdad hay que puntualizar que ha sido un recorrido muy agradecido, donde no hemos sufrido ningún percance, hemos disfrutado de lo lindo, hemos hecho un recorrido muy apropiado y hemos terminado a una hora muy buena para atender a los ruegos de nuestro compañero Juan Carlos, que estando en la Plaza, llamó a Andrés para decirle que nos pasáramos por su stand, así que de manera excepcional, no fuimos a la sede del Bar Cidoncha en la Plaza y nos personamos, antes de tiempo, en la Feria, como he indicado anteriormente. Allí nos encontramos a la entrada de la carpa “A la Mari”, la de Antoñito, la hermana de Domingo, que nos agasajó con un zumito de naranja, al tiempo que le estuvo explicando a Andrés “cómo se hacía” pues éste la comentó que la Purita “no se lo sabía hacer”, ojo, estamos hablando del zumo de naranja. La verdad es que Andrés es un bicho, pues quiso comprar un sombrero de paja, que costaba un euros y medio, pero quería que le vendieran también la pecha.
También estuvimos en el stand de Capilla y por fin en el Juan Carlos, y cuando emprendimos la retirada, otra vez Andrés, había sufrido un pinchazo, parado y todo. Infló la rueda y le aguantó a casa, no sabemos si el pinchazo fue real, o alguien le desinfló la rueda.

Además del tiempo que estuvimos en la feria, también estuvimos algún tiempo por esos caminos polvorientos haciendo el recorrido de este domingo. Los tomillos y la jara están florecidos en todo su esplendor y el campo irradiaba una fragancia especial.
Por la Ribera del Búrdalo, fuimos hasta la Nacional de Valencia, que ahora llaman de Ciudad Real, para cruzar el río y tomar la pista del Empajao, llegando de este modo hasta la autovía, que cruzamos por el puente elevado, hasta el Canal Principal de Orellana.
Más tarde tomamos el Camino del Borril hasta el Confesionario, donde se separó de nosotros, y se fue en solitario para Alico, José Joaquín Gallego, que se iba al campo para ver a Fernando Alonso, el de los coches de carrera. Nueva indecisión en el cruce de caminos por el temor a subir de nuevo la Cuesta del Borril, pero al final reinó la valentía de los hombres que decían: “Quién dijo miedo, habiendo hospitales en Barcelona”. Como es la segunda vez que pasamos por esta temible cuesta, que hoy parece que se ha hecho más llevadera, por eso de la costumbre y del conocimiento del terreno, he decidido ponerle este nombre al recorrido de hoy.
En lo alto de la cuesta, en una enorme meseta llamada la “Mesa del Capitán”, nos reagrupamos todos y procedimos al avituallamiento y a la foto de rigor.
Luego parece que pedaleamos con más soltura y alegría, quitándonos algunas prendas que sobraban ya, pues si bien a primera hora hacía fresquito y se veía una especie de niebla invernal, esta se fue despejando paulatinamente, hasta quedarse un día espléndido un día de lujo y de soberbio pedaleo.
La Cuesta la Novia, aún no la bajo con alegría pues siento un poco de miedo, todo lo contrario que Pablo Carrascosa que se tira a tumba abierta como un animal salvaje.
Y al llegar nuevamente a la pista del Canal Principal de Orellana, momento en que Antonio Indias comenzó a flaquear pues al parecer tenía una ligera molestia en la rodilla izquierda, se planteó de nuevo la disyuntiva de tomar el recorrido alternativo de Malmedra, viendo que aún era temprano.
Por Malmedra nos fuimos y Antonio se le veía cada vez algo más preocupado con su rodilla, así que le tuvimos que esperar un poquillo. Luego rodeamos por el Huerto Juárez, al pie del Arroyo Gelechoso, descubriendo allí varios coches parados de chavales que posiblemente estuvieran todavía de fiesta, como prolongación del botellón nocturno de la feria.
Los últimos kilómetros por la carretera fuimos muy bien agrupados y con un pedaleo acompasado, hasta que llegamos a la rotonda y de allí al ferial que cruzamos por su espina dorsal, pues aún no había gente, a la que pudiéramos molestar. Rodeamos la carpa y aparcamos todos los caballos de acero, cerca de donde los otros caballos, los de verdad hacían sus exhibiciones mandados por sus jinetes y supervisado todo el evento caballista por Adolfo en su Carro, que todos coincidimos en que a este hombre le gustan más los caballos que a Flore la bicicleta, y como siempre, Andrés dando una explicación lógica a este hecho.